Manu Brabo | Fotoperiodista

"Lo que me gustaría es llamar a la acción con mis fotografías"

"Lo que me gustaría es llamar a la acción con mis fotografías"

"Lo que me gustaría es llamar a la acción con mis fotografías"

Manu Brabo (Zaragoza, 1981) lleva más de diez años capturando momentos en los conflictos bélicos que marcan nuestro presente, desde Iraq hasta Ucrania, pasando por Libia y Egipto.

El esfuerzo realizado con humildad tiene su recompensa: 15 premios a sus espaldas, entre ellos, un Pulitzer en 2013. El gusanillo de la fotografía le empezó a picar a los 14 o 15 años, por la magia de que se quede la realidad en el negativo y el afán de aventura.

En Tarifa ha contado su experiencia a través de sus imágenes en una conferencia de [Docutarifa], evento dedicado a la fotografía y a los derechos humanos.

-¿Cree que sus fotografías remueven conciencias?

-Creo que sí. Lo que pasa es que la gente es muy perezosa. A mí lo que me gustaría es que llamaran a la acción.

-¿Por qué cree que la gente mira hacia otro lado en temas como la inmigración?

-No lo sé, me imagino que la gente tiene sus problemas y nos hemos convertido en una sociedad bastante individualista, que pese a tener una noción del mundo mucho mayor que generaciones atrás, pues tenemos menos empatía.

-Son más de 10 años fotografiando conflictos sociales. ¿Qué le llevó a involucrarse en el fotoperiodismo social?

-Creo que esto es una cuestión de educación. Mis padres son médicos y entiendo que son dos personas que se dedican a hacer una sociedad mejor y yo creo que a mi manera, más modesta, trato de hacer lo mismo. Me he criado en Asturias, donde durante los 80 y 90 se desmanteló toda la minería, los astilleros, la siderurgia. Entonces entiendes un poco lo que es la lucha social y lo que es que el compañero de clase las esté pasando putas y cómo nos afecta a todos en realidad.

-¿Todavía es el motivo que le lleva a hacer fotografía social, sobre todo conflictos?

-Lo que trato de mostrar es que hay determinadas cosas que, aunque parezcan lejanas, nos afectan a todos. Que haya una guerra en el Congo desde hace décadas y dictadores apoyados por potencias europeas implica que hay mucha gente mirando al norte, que cruzan el Mediterráneo, que llegan a Europa y que luego la gente se queja, porque llega gente que no conocen.

-Al final la fotografía es otro medio que está educando.

-Sí, pero es una parte muy pequeñita. La educación empieza en casa, en la escuela, en sociedad.

-¿Cómo se le puede dar solución a eso?

-Si lo supiera estaría trabajando en la ONU y no de fotógrafo (risas). Mi especialidad es señalar problemas, pero luego son otros los que se tienen que currar las soluciones.

-Su conferencia ha sido en Tarifa, un sitio clave para señalar problemas como la inmigración. ¿Cómo se inculca la importancia de este fenómeno?

-Creo que la gente simplemente debería mirar a sus abuelos o bisabuelos. En España hasta hace cuatro días eran los chavales los que se iban a currar a Berlín y antes de ellos sus padres y abuelos. No me parece que haya mucho que pensar, lo que hay que hacer es recordar.

-¿Cómo se enfrenta a una fotografía como la premiada con un Pulitzer, donde se ve a un padre abrazando el cadáver de su hijo?

-Cuando estás haciendo esa foto sólo piensas en contar lo mejor posible lo que estás viendo, que esté la luz bien, el color. Todo es muy profesional. No te enfrentas de una manera humana, estás pensando en el curro. La historia en realidad es cómo te enfrentas a esa imagen después de haberla hecho, de salir en los medios, de ser premiada, de cambiarte la vida. Después de todo eso, cómo ves esa imagen... A eso no puedo responderte.

-¿Con qué se queda de la detención en Libia?

-Me quedo con que hice un montón de amigos con los que todavía tengo contacto, con que es una experiencia a la que he sobrevivido, con que igual soy más fuerte de lo que pensaba. Es una experiencia extrema y de ellas se aprende sí o sí. Yo lo digo siempre, no repetiría, pero tampoco lo cambio por nada.

-¿En qué momentos le ha paralizado el miedo?

-Trabajando, en ninguno. Me ha paralizado el miedo más en esta parte del mundo que en mi trabajo. Por ejemplo, la burocracia, los impuestos o no llegar a fin de mes.

-¿Cómo sobrevive un fotoperiodista hoy en día?

-Depende de qué fotoperiodista, pero obviamente, si en el sector hay una crisis, en la fotografía también. Ahora cualquier pelamangos puede hacer una foto con un teléfono y los medios están en crisis y si pueden tenerlo gratis -bueno esto ya lo hacían antes, lo de la crisis es una excusa- les da igual la calidad y el criterio.

-¿Realmente está recompensado el trabajo?

-Está recompensado si tienes un alto nivel de idealismo. Te lo compensa ver que tus imágenes llegan, el conocer al ser humano desde las tripas, el ser testigo directo de la historia. Económicamente, depende de para quién estés trabajando, pero es complicado.

-¿Se deja guiar por algún editor gráfico o va por instinto?

-Depende, hay una gran parte de instinto y otra en la que me tengo que dejar guiar por el editor. Al final, él no está enganchado emocionalmente a las fotos y sabe qué funciona y qué no. Es una voz que, aunque cueste escuchar muchas veces por orgullo, hay que hacerlo. Es parte de la gente de la que vas a aprender al final.

-La tecnología está a la orden del día. ¿Cree en el fotoperiodismo con el móvil?

- Es otra herramienta, no sé si lo llamaría fotoperiodismo, pero es una herramienta que da imágenes, que se pueden contar historias y que se podrían contar bien.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios