fernando gallardo. periodista y experto en hoteles

"La nueva generación irá de turismo a las ciudades"

-Me tiene loco un dato sobre usted. Dice su dossier que ha visitado 26.000 hoteles.

-Aproximadamente. Puede que sean más. Las cifras están en mi base de datos, y salen de 38 años de profesión, de los cuales 35 estuve visitando una media de 1.000 hoteles por año.

-Pero eso son muchos más hoteles que días...

-Sí, unos 300 días de trabajo por temporada. En todos ellos, al menos dormía en uno y visitaba o inspeccionaba otros dos o tres. Salen las cuentas.

-Salen, y a lo mejor también cansa.

-Hombre, tal vez algunos desplazamientos largos cansen. Pero para mí viajar no es un castigo, es un reflejo condicionado. Siempre disfruto con los viajes, todos tienen algo de incógnita, todos crean inquietudes...

-Pero esa cantidad apabulla.

-Eso es una anécdota. Lo importante es la calidad, la calidad de la visita, de las notas, de las reflexiones que acumulo, y que sirven para orientar mis críticas semanales, e incluso para predecir un poco los comportamientos de la industria hotelera, los movimientos turísticos. Esas notas me permiten incluso ir de ronda con seminarios que son aproximaciones a las tendencias más acusadas del turismo

-Usted tiene autoridad para eso, desde luego: alguien que inventó el concepto hoteles con encanto...

-Eso surgió en el año 87. Eso quiere decir ¡fiu! que se van a cumplir 30 años de esa, digamos, denominación de origen.

-¿Cómo se le ocurrió el término?

-Analizando el comportamiento de los viajeros. Eso fue un producto de mi generación, la de la Transición, que buscaba una forma de viajar que no fuera la vacacional de sol y playa. Esa idea pasiva nos repelía, pensábamos que tanta exposición solar producía urticaria y cáncer. Nos lanzamos a descubrir el interior de España, que era fascinante, con la mochila. Recuerdo mi primer viaje a Vejer, que alcancé a ver las últimas cobijás... Buscábamos lo genuino, lo tradicional...

-Pero los mochileros no buscaban hoteles.

-Claro, pero esa generación creció y, aunque abandonó la mochila, no dejó de repartirse por el interior de España. Ya buscaba algo más de confort... y se encontró con que no había nada, descubrieron que no existía eso. Así que me tiré un año entero recorriendo el país buscando ese tipo de alojamientos rurales. No existían, ni siquiera venían en las guías oficiales de hoteles.

-Pero escribió la primera Guía de Hoteles con Encanto.

-Sí, con 125 establecimientos. Pero ahora puedo decir que más de la mitad de los que figuraban allí no reunían las características. Realmente, no había más de 50 hoteles con encanto, pero, claro, hacer una guía con 50 hoteles...

-Pues la guía fue un best-seller.

-Llegó a ser una referencia con sus ediciones anuales. Las ventas estaban al nivel de las obras de Antonio Gala, no te digo más. Se registró la marca. Está claro que respondía al ánimo de una generación. Miles de personas la seguían, y algo más grande: cambiaron sus vidas de urbanita, dejaron sus trabajos y pusieron hoteles con encanto. Me asustaba el hecho de que muchos propietaron me contaban que mi guía les había empujado a dar el paso y la habían tomado como ejemplo para montar su establecimiento. Veinte años después había en España más de trece mil de estos hoteles.

-Ahora habla usted en los seminarios sobre turismo de innovación, tecnología ¿Va todo eso en detrimento del encanto?

-Todo lo contrario. La nueva generación, lo que llamamos los millennials, será dentro de diez años la dominante en la vida y la economía, y lógicamente demandarán su propia fórmula de turismo, y eso dará origen a una nueva fórmula hotelera. Esta generación, que es más flexible, ahora no encuentra acomodo para ese espíritu. Y creo que se repetirá la historia de mi generación. Diferente, pero parecida, porque en el fondo estos viajeros también buscarán el encanto.

-Pero los destinos no van a ser los mismos.

-En cierta forma sí, porque seguirán huyendo del turismo vacacional de playa y mirando hacia el interior, pero en lugar del mundo rural, su interés está en las ciudades. Esto dará una potenciación del turismo urbano y cultural. El hotel tradicional ya no refleja ese espíritu urbano de interés por los barrios, por la vida de las ciudades, los museos...

-Entonces ¿qué es lo que viene?

-Lo que se llama economía colaborativa en turismo: la irrupción de mucha gente que pone sus viviendas a disposición de los turistas. Viviendas privadas que tienen ese encanto urbano. Y de la misma manera que los hoteles con encanto contagiaron a los hoteles tradicionales de playa en muchas cosas, estas viviendas contagiarán también su espíritu de vivir en comunidad, en un barrio. Y estos cambios beneficiarán a toda la comunidad.

-Y desde este punto de vista, ¿cómo ve usted el turismo masivo que invade ciudades?

-Lo veo como inexorable. El mundo ha triplicado su población en 50 años, y probablemente la duplicará en otros 30. No veo que haya que rasgarse las vestiduras, sino procurar que esto sea sostenible. Venecia tiene un gran problema: que es bella. ¿Qué hacemos, destruir Venecia para que no vaya la gente? ¿Si ponemos límites, quién los pone? ¿Generará esto un mercado negro? ¿Levantamos muros?

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