Entrevistas

"Este país sería otro con el magisterio de Jovellanos"

-¿Por qué Jovellanos?

-Jovellanos representa el ideal del reformismo liberal español. Si se hubiera seguido su magisterio, otra suerte habría tenido este país. Siempre me interesó su protagonismo en el giro del Antiguo Régimen al sistema que vivimos hoy, al actual régimen de libertades, por muy imperfecto que éste pueda resultarnos.

-¿Y por qué centrarse en su último viaje, el que inició en su Gijón natal y quedó interrumpido en el Puerto de Vega, donde murió cuando se dirigía a La Coruña y sin haber salido de Asturias?

-Jovellanos es un personaje muy biografiado y el bergantín donde realizó su último viaje es el único espacio vedado a un historiador, las angostas paredes de un navío atestado de gente que huye de los franceses.

-¿En qué compañía realiza ese último viaje que usted novela?

-Le acompañan Pedro de Valdés Llanos, a quien llamaba Petris, y su fiel Domingo, especie de secretario a quien contrató cuando le nombraron embajador en Rusia y al que retuvo pese a no llegar nunca a ocupar ese cargo diplomático.

-¿Hacia dónde se dirigía Jovellanos? ¿Tal vez hacia Inglaterra, donde le había ofrecido acogerle ese gran amigo de los liberales españoles que fue lord Holland?

-Es difícil saberlo. Y ahí interviene el novelista. Para él la residencia en Holland House, la mansión de su amigo lord Holland, había de ser como un sueño por lo que significa para él Inglaterra, ese modelo de vida en libertad logrado a partir de las instituciones históricas del país, por oposición al radicalismo francés que pretendía edificar la libertad sobre cenizas.

-La figura de lord Holland es muy importante en la biografía del gran político asturiano.

-A lord Holland cabría considerarlo el primer hispanista de la historia. Estuvo en tres ocasiones en nuestro país, con largas estancias cada vez, no como un simple viajero. Y ya en su primer viaje conoció a Jovellanos, que le doblaba en edad. Yo he tenido en las manos esa carta, conservada en la British Library, en la que le agradece sus atenciones cuando con apenas diecinueve años llegó por primera vez a España. Holland se calificaba a sí mismo de españolado. Su devoción por Jovellanos está fuera de dudas. Un historiador andaluz, Manuel Moreno Alonso, se ha ocupado de la influencia y el papel de ese aristócrata inglés en la vida política española de entonces.

-A la fascinación que usted parece haber sentido siempre por la figura de Jovellanos se suma la admiración que parece profesar a lord Holland.

-He vivido unos años en Londres como director del Instituto Cervantes y quiso la casualidad que mi apartamento estuviera próximo al Holland Park, que yo creía que se llamaba así en homenaje a Holanda. Resulta, sin embargo, que el nombre se lo debe a que en él estuvo la impresionante mansión Holland House, que fue destruida en su mayor parte por los bombardeos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. En la mansión había una magnífica biblioteca, que fue pasto de las llamas, y en la que estuvo de bibliotecario otro protegido de lord Holland, José María Blanco White. Por aquella casa, un centro de referencia político, cultural y artística de primer orden en la vida inglesa y europea, pasaron refugiados españoles como el conde de Toreno, Argüelles o Mina, pero también poetas románticos compatriotas del aristócrata como lord Byron o Shelley.

-¿Era mucho lo que compartían en política Jovellanos y su amigo inglés, por ejemplo por lo que respecta al proyecto de Constitución de Cádiz?

-Lord Holland transmitió a Jovellanos su convicción de que España tenía posibilidades de vivir en libertad sin renunciar a su historia. Jovellanos y su amigo inglés eran partidarios de un texto breve, al modo de la estadounidense. Pensaban que el exceso de articulado y de presión reguladora podía resultar nocivo por impracticable. Temían algo que acaso ha ocurrido en demasía: eso de que cuando la ley no se cumple no pasa nada. Una ley, si es legítimamente democrática, ha de cumplirse. Lo contrario no es progresista ni reaccionario, es un atentado contra los ciudadanos, que son quienes la han aprobado mediante sus representantes.

-¿Qué consecuencias tuvo en su opinión la invasión napoleónica?

-Muy negativas. Radicalizó las posturas, cerrando los caminos de la moderación. A ello hay que sumar la ruina física, industrial y económica del país, destruido por los ejércitos que lo tomaron como campo de batalla, con la consiguiente desmembración traumática de la América española. Sin invasión francesa, no se habría producido una emancipación tan súbita de las naciones americanas. Lo curioso es que con la independencia las nuevas repúblicas mostrasen una enorme fidelidad al idioma español cuando en tiempos de la colonia los misioneros se molestaban en aprender las lenguas vernáculas para hablar con los indígenas.

-Y hablando de lenguas, como ex director del Cervantes de Londres, ¿qué me dice del papel del instituto en nuestro mundo globalizado?

-El Cervantes ha sido el mejor invento de España en los últimos, no sé, cincuenta, cien años, o más. Y simplemente hemos acudido a atender una demanda que estaba allí. Ya Salvador de Madariaga, sabedor del lugar que correspondía a España en el contexto mundial, propuso la creación de un instituto semejante.

-¿Qué le ha parecido el nombramiento de Víctor García de la Concha como director?

-Hay que felicitarse. Es un veterano que ha sabido rejuvenecer la Real Academia Española de la Lengua y vigoriza de modo ejemplar todo lo que toca.

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