“La maternidad sigue siendo un tope insalvable para muchas mujeres”

Paloma Sánchez-Garnica | Escritora

Paloma Sánchez-Garnica.
Paloma Sánchez-Garnica. / José Ángel García
José Izquierdo

07 de abril 2019 - 03:00

Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) regresa a las librerías con La sospecha de Sofía (Planeta), una novela que nos sitúa en el tardofranquismo, en el Mayo del 68 y en el Berlín de la RDA. La trama nos retrotrae a un tiempo en el que el rol de la mujer se limitaba “a ser madre y esposa” y en el que el hombre era “una víctima de esa sociedad castradora que educa a los varones para ocupar una posición dominante, con esa falta de generosidad que no le deja tener a una mujer brillante a su lado por temor a quedarse en la sombra”.

La sospecha de Sofía nos lleva a tiempos oscuros, el tardofranquismo, la RDA en su plenitud... ¿Los jóvenes entienden que esto sucedió no hace tanto?

–Ni los jóvenes ni los mayores. A veces, somos poco conscientes de que el Muro cayó hace sólo 30 años y que en ese país se vivía una dictadura de corte soviético, al igual que un poco antes se acabó el franquismo, que había durado 40 años. Nos costó mucho quitarnos la costra de esa época.

–Quedó una sociedad marcada.

–Totalmente. Durante más de 28 años se vieron encerrados en su propio país, como un campo de concentración al aire libre.

–Curiosamente los rodeados por el Muro eran los que estaban libres.

–En Berlín occidental sí, efectivamente. La ciudad de Berlín fue muy incómoda para los soviéticos porque estaba encastrada en la RDA, como un escaparate de libertad muy atrayente y tentador para el otro lado del Muro.

–¿Las generaciones posteriores aprecian realmente la libertad?

–Las generaciones jóvenes no, porque han nacido con ella y, en muchos casos, no son conscientes de lo que ha costado conseguir la libertad que tenemos. Sin embargo, yo soy de una generación que sí es lo es. Sobre todo, las mujeres sabemos lo que hemos conseguido estos últimos años.

–¿Verdad?

–Sí, nací en el 62 y, por lo tanto, he sido parte y testigo de esta evolución, de cómo fuimos dejando atrás el franquismo, esa costra rancia y machista. Hemos ido evolucionando muy lentamente, pero hemos evolucionado. Estamos consiguiendo muchas cosas.

–Su novela tiene banda sonora. ¿Escuchó la canción Libre de Nino Bravo mientras escribía?

–Nooo. Buscando documentación sobre la RDA, me topé con una historia que no conocía, y que mucha gente no conoce, y es la historia de la canción de Libre, que está compuesta en 1972 como homenaje al primer muerto que intentó saltar el Muro. Es un homenaje a Peter Fechter, que murió de esa forma tan brutal a los 18 años.

–La Stasi y su sistema de espías juegan un papel esencial en su libro. Las nuevas tecnologías también nos vigilan ahora...

–Sí que nos vigilan. Estamos vigilados por todos los sitios, pero hay una diferencia clara: tenemos una libertad que no tenían en la RDA y no tenemos esa sensación de miedo y desconfianza y, sobre todo, nos espían pero no nos apresan por pensar de forma diferente.

–Menos mal...

"En Europa no hemos aprendido prácticamente nada, ahí están de nuevo los nacionalismos”

–Disponer de tecnología y redes sociales es opcional.

–Cada vez menos.

–Sí, es verdad. Pero tenemos la libertad de no hacerlo. Todavía hay gente que tiene un móvil de primera generación.

–¿Somos conscientes de que hemos vendido nuestra alma al diablo?

–La gente es consciente de que nos vigilan, pero le da igual. A pesar de que nos lo dicen, no entiende el alcance de su clic.

–¿Qué hubiera hecho la Stasi con las tecnologías de nuestros días?

–La Stasi tenía un alto nivel de perfección con la tortura blanca. Sin tocar un pelo a una persona manejaban su mente, la transformaban, la anulaban, la neutralizaban... Tenían sistemas muy sofisticados.

–La caída de Muro fue una esperanza para Europa, pero ahora ese proyecto está en riesgo con el Brexit.

–Estamos haciendo agua por algunos sitios. No hemos aprendido prácticamente nada. Ahí están los nacionalismos otra vez, los muros, aunque no sean de hormigón. Como no pongamos remedio vamos a acabar mal en Europa, aunque yo tengo esperanza. Hay que tener esperanza en el ser humano, incluso en los ingleses.

–Sofía, la protagonista de su novela, es una mujer que renuncia a su futuro.

–Renuncia a su identidad.

–Un problema que sigue en nuestros días.

–Sigue habiendo problemas de conciliación, porque la maternidad sigue siendo un tope insalvable para muchas mujeres: o es madre o se desarrolla como profesional. La maternidad sigue siendo todavía un lastre para las mujeres. Y mientras sigamos así, vamos mal.

–¿Avanza esta sociedad hacia la igualdad a la velocidad adecuada?

–No avanza lo que debería. Sí que es verdad que estamos mejor que hace unos años. Pero el hecho de que una mujer sea madre supone un parón en su trayectoria profesional que no tiene un hombre por el hecho de ser padre.

–¡Cuánto talento perdido!

–Pues sí. Desgraciadamente, en esta sociedad, durante siglos, hemos perdido a muchas mujeres que podían haber enriquecido muchísimo a sus familias, a sus parejas y a la sociedad con su talento. Y las hemos perdido en aras de ser madres y esposas anuladas como profesionales, ¡como grandes profesionales!

–Por fin le han dado el Nobel de las matemáticas a una mujer: Karen Uhlenbeck.

–Es una muy buena noticia.

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