maría cañas. realizadora

"Hay que resistir frente a los bufones mediáticos"

-Para quien no la conozca, María Cañas es La Archivera de Sevilla. Pero realmente es como si fuera La Archivera de Babel. Diógenes era un incomprendido.

-Sí, La Archivera del caos bárbaro de internet. Diógenes austero vivía en un barril y yo en mi zulo enclaustrada trabajo con imágenes low cost, hazlo tú mismo, fragmentos encontrados (found footage), vídeo remezcla política , videocollages iconoclastas, cine reciclado de serie B-Z (menos pasta es más creatividad)... La Archivera de Sevilla tiene un tono así como de broma, como de El barbero de Sevilla, de la grandilocuencia de óperas tipo Carmen y de una mujer que, sola en su casa, destripando el Youtube o lo que fuera, hace un cine de reciclaje porcino. También alude al archivo infinito, al archivo bárbaro del caos que todos tenemos a nuestro alcance hoy y que se puede utilizar para hacer cine sin cámaras y cinefagia apocalíptica militante.

-¿Cómo es la recopilación de fondos? ¿Todo vale?

-Exacto. Cualquier imagen puede llegar a ser inspiradora. Es una especie de panteísmo creativo. Utilizo la metáfora del "cine porcino", basado en la remezcla y remontaje del infinito detritus audiovisual que nos rodea, del que se aprovecha todo para crear, como del cerdo. Quizás, mi inseguridad vital y mi bulimia cultural me lleven a remezclar hasta el infinito el imaginario de una deseada, tal vez utópica, cultura libre.

-¿Cuándo sabe que está ante una joya de "la montaña de basura"?

-Es cuestión de instinto, de olfato trufero. De visiones, de cortocircuitos, de sentir la intrahistoria o a la humanidad.

-Sabemos que el ser humano tiene corazón de cerdo (o al revés), y que también tenemos, como especie, naturaleza parásita. Pero parece que también somos parásitos en lo cultural y creativo: que nos hacemos por estratos.

-Cierto. Yo concibo el proceso creativo como el sobreescribir un palimpsesto infinito. Roland Barthes decía que cada obra está hecha de escrituras múltiples, que surgen de distintas culturas que entran unas con otras en diálogo, o en discusión.

-Repasando sus trabajos, se aprecia claramente que, por muy buen sistema archivístico que se tenga, lo importante en un compilador es la cabeza. Buena o mala, pero grande. Y saltarina.

-Lo cierto es que me considero una mosca cojonera digital, que usa los recursos inagotables de internet, en pos del crecimiento personal y del cultivo del fuego interior. Aunque mis motores son la contradicción y el caos y, casi siempre, personalmente, termino sintiéndome como San Manuel Bueno Mártir o Rita La Cantaora.

-Risastencia: tremendo concepto. Aunque parece que esa va a ser la única manera que nos quede de hacernos fuertes. Y que no se enteren.

-Uy sí, que si se enteran vamos para el talego. Practicar la risastencia es acudir al humor de todos los colores como una forma de resistencia popular. Comulgo con Nietzsche, que afirmaba que la risa es el orgasmo de la inteligencia y con Pasolini, que proclamaba que la cultura es una resistencia a la distracción. Ese es mi frente: el humor tocapelotas, políticamente incorrecto, gamberro, excéntrico, fuera de protocolos y que en muchas ocasiones se transforma en una afrenta despiadada a los rituales sociales. La remezcla política en vídeo es esencial para encontrar fórmulas de resistencia frente al espectáculo de los nuevos bufones mediáticos.

-¿Qué es una vídeomaquia?

-Pienso que es el momento de filmar lo que nadie filma y donde nadie filma o de hacer cine sin cámaras. Así como el torero ejerce la tauromaquia, la videomaquia es el arte de lidiar con nuestro detritus audiovisual, con el excedente de imágenes de nuestra sociedad, lo que también implica apostar por las cornadas audiovisuales y saltarse los derechos de autor a la torera, amparándome en las licencias CC y en la ley de fair use (excepción legal que permite en Estados Unidos usar materiales bajo circunstancias artísticas, didácticas y no lucrativas).

-Entre sus temas favoritos, el tipismo, el fanatismo religioso o las fallas sociales. Vaya. María Cañas frente a los Defensores de las Esencias.

-Soy rebelde y sacrílega porque el mundo me hizo así, aunque no entro en stripteases personales que para eso ya está la telebasura. No soy nada purista, soy iconoclasta por necesidad vital. Soy muy zen, y como Silvio, el rockero cofrade, de que todo es lo mismo y de que no hay mal que por bien no venga. Lo glocal, lo transnacional, las iconotropías y juntar lo que en teoría no se puede juntar, me fascina. Soy incómoda tanto para los directores de cine como para los fotógrafos puristas, que me ven como alguien que corta en pedazos sus sagradas obras. Me siento cirujana, caníbal punk, doctora Frankenstein, alquimista del detritus audiovisual… Mi compromiso es con los rabiosos y nihilistas que saben que la revolución no será televisada. Me interesa experimentar la vida desde la contradicción, no desde la convicción, así que me parece sospechoso todo lo que aspira a cierta superioridad moral, o lo que propone una línea de perfección a seguir, ya sea una religión, un movimiento o un partido. Prefiero pensar sencillamente en la existencia de la deriva…

-Entre tijerezatos y congelaciones, ¿qué opciones le quedan a la creación? ¿mecenazgos, crowdfunding...?

-O un tiro en la sien o seguir experimentando creativamente para crear otros territorios de sensibilidad crítica. Como decía Paco Molina: "El arte es imposible". El arte es morirse de hambre. Pero yo hago arte porque necesito un lugar en donde sea lo que no es. Un espacio de subversión de la realidad.

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