Pablo García López. Tenor.

"Soy un tenor 'mozartiano', pero no sólo soy eso"

"Soy un tenor 'mozartiano', pero no  sólo soy eso"

"Soy un tenor 'mozartiano', pero no sólo soy eso"

-De Berlín a Córdoba para pasar unos días y luego de regreso a la vorágine. ¿En qué momento de su carrera se encuentra?

-Pues en un instante muy bueno, de madurez, ya que me acerco a la treintena y hago esta temporada diez años de carrera. Todos los procesos se van asentando. Me están llegando propuestas interesantes y eso me hace pensar que estoy encontrando el camino. A la vista tengo trabajar de nuevo con Zubin Mehta, en este caso con la Filarmónica de Israel, en Tel Aviv, con Turandot, y tengo en marcha el proyecto del Mozart y Salieri de Rimski-Kórsakov, que se estrenará en la sala Juan March de Madrid. También debutaré en 2018 en el Teatro de la Zarzuela con un proyecto muy curioso que todavía no puedo contar. Y ahora que se cumplen diez años de mi carrera me apetece comenzar a devolver a la gente lo mucho que me ha dado y por eso celebro estos días prenavideños en Córdoba mi primer concierto solidario a beneficio de la Fundación Bangassou. Incluso tengo la idea de crear una beca para nuevos cantantes andaluces, aunque eso todavía me falta madurarlo.

-En Navidad también hará parada en Málaga, una ciudad importante en su trayectoria.

-Sí, el 2 de enero estaré con la Filarmónica en el concierto de Año Nuevo, bajo la dirección de Hernández Silva, que para mí es una especie de padrino. Le debo mucho. El programa es muy interesante, con opereta y zarzuela. Con Málaga tengo una estupenda relación, pues allí hice el Réquiem de Mozart hace dos temporadas, y también volveré la próxima temporada con otra ópera de Mozart. Y encantado porque en Málaga me siento muy a gusto.

-Mucho Mozart en su repertorio, como siempre. ¿No teme que le hayan encasillado por su voz?

-En ese aspecto, y en otros muchos, soy un poco raro. Yo entiendo que sí, que tengo los ragos de un tenor mozartiano, con una voz más lírica, con un color determinado, pero no me ciño a eso, sino que estoy acumulando un repertorio amplio. Ahora estoy haciendo mucha música contemporánea. Este año, en el Palau de les Arts, he estrenado una ópera tan contemporánea como Café Kafka y ahora estreno unas canciones con guitarra del compositor Lorenzo Palomo, paisano mío, en Valencia. O sea, que yo no soy un tenor mozartiano o, al menos, no sólo soy un tenor mozartiano. Hago contemporáneo, barroco y algo de bel canto. Huyo del encasillamiento y trato de ser un músico, aunque sé que no todo se adapta a mis cualidades vocales. Mi pasión por Mozart, eso sí, es enorme. Me gusta todo: óperas, sinfonías... Todo.

-¿Qué análisis hace de la Andalucía lírica?

-Hay talento, pero nos queda mucho por hacer. Hay que mejorar la formación en el Conservatorio, porque no se nos da mucha ayuda para compaginarla. Yo me las vi y me las deseé. Me costó muchísimo. Más allá de eso, no se puede negar que en Andalucía existe un talento artístico y eso ocurre también en la ópera, aunque se pueda dar el caso de que los docentes no tengan los medios para transmitir sus conocimientos. En cuanto a mis compañeros andaluces, yo tengo una gran relación con Ismael Jordi, que para mí es un hermano mayor, pero no sólo está él, sino otros cantantes como el malagueño Damián del Castillo, que está realizando una carrera estupenda, o la cordobesa Auxiliadora Toledano. Aquí hay mucho talento.

-Y a nivel de estructuras teatrales y sinergias entre provincias, ¿se avanza?

-Andalucía, musicalmente, es rica. E iniciativas como la OJA o como el Joven Coro de Andalucía demuestran que se están haciendo esfuerzos. Sí, echo de menos una mayor relación entre los teatros, aunque se hacen cosas importantes. La labor del Villamarta de Jerez, por ejemplo, me parece esencial, pues programan tirando de gente de la tierra, con no mucho presupuesto, pero con producciones de nivel. Córdoba y Málaga también se esfuerzan, mientras que Granada y Cádiz tienen festivales estupendos, muy bien organizados. Mi espinita aquí es el Teatro Maestranza de Sevilla, de donde nunca me han llamado. Tengo la sensación de que a los andaluces nos cuesta entrar allí, y eso sí me duele un poco.

-¿Quiénes diría que han sido las personas más influyentes en su carrera?

-Zubin Mehta sin duda, porque me dio madurez, profesionalidad. El primer Turandot que hice con él fue un máster. También he aprendido mucho con Emilio Sagi, y el Palau de les Arts de Valencia ha sido fundamental para mí. Entrar en el Centro Plácido Domingo fue decisivo, magnífico, y compartir escenario con Plácido resultó impagable. El director Hernández Silva también me ha marcado y el tenor Joel Prieto, que, aunque lo conozco desde no hace mucho tiempo, es hoy mi ángel de la guarda.

-Vista desde fuera, la carrera operística parece algo muy cosmpolita y refinado. ¿Es así en realidad?

-Sí, es un mundo que tiene finura. Pero tiene detrás también mucho sacrificio, muchos vínculos que se rompen. Aunque también conoces a mucha gente que te aporta grandes cosas. Yo trato de vivir con intensidad la música, pues estoy enamorado de la música, y para eso hay que aprender a dejar a un lado el ego para centrarse en lo esencial. A mí no me importa tanto hacer más o menos carrera, sino ser feliz, y eso lo estoy logrando. Lo mejor de esta vida artística que elegí es que me facilita la felicidad, que no es poca cosa.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios