rafael marín. Escritor, profesor, traductor, guionista y experto en cómics

"Hay toda una industria trabajando para los frikis"

-Usted, que hoy es una enciclopedia andante de la historia del cómic, aparte de prolífico escritor y traductor, debió de ser en su juventud un protofriki.

-En el Cádiz de aquella época, donde no había casi de nada, éramos underground sin saberlo. De mi quinta son escritores como Juan José Téllez y Óscar Lobato y formábamos una especie de contracultura de pueblo, raritos de los cómics, la poesía y Star Wars.

-De modo que Star Wars estuvo en el origen.

-Claro, fue un impacto en nuestra adolescencia. Recuerdo que en los primeros carnavales en los que se podía salir disfrazado, sería el 76, decidimos disfrazarnos de los personajes de Star Wars. Yo iba de Han Solo, otro con un frutero en la cabeza iba de Darth Vader. El concepto disfraz no existía y los niños se lo tomaban en serio y tiraban piedras a los que iban de malvados y nos perseguían hasta el punto de que nos tuvimos que refugiar y veíamos las manos de los niños intentando agarrarnos como si fueran zombis.

-Entonces, ¿se ve identificado en los frikis de ahora?

-Es que el fenómeno friki de ahora no tiene nada que ver con los raritos que éramos nosotros. Ahora el friki tiene poder adquisitivo y toda una industria trabaja para él. Por eso ellos controlan el mercado y la industria no se puede salir ni un pelo de determinados cánones. No hay mucho margen creativo. En mis tiempos, yo consumía sin tener ni idea de que debían existir unos patrones y simplemente lo disfrutaba. Algunos frikis de ahora tienen verdaderas obsesiones. Se puede ver en Facebook, ese lugar donde la gente se enfada si a otro no le gustan las cosas que te gustan a ti.

-Venga, una pregunta friki: ¿Usted es de Marvel o de DC, que es el Beatles o Rolling del mundo del cómic?

-Yo soy de Marvel por la sencilla razón de que en mi época DC no editaba en España, lo más nos llegaba con traducciones mexicanas.

-Y es de Marvel porque ha trabajado para ellos de la mano del dibujante Carlos Pacheco.

-Claro, eso es muy fuerte, escribirle palabras a Spiderman. Te lo dices, ¡un tipo de aquí, de Cádiz, poniendo voz a Spiderman!

-Dígame sus palabras de Spiderman.

-Bueno, un diálogo de cómic fuera de contexto... Pongamos que rescata a un bombero y el bombero le dice que cómo puede agradecérselo y Spiderman le contesta que lo ponga en la web, por lo de las redes y las telas de araña.

-No sea modesto, que no todos hemos trabajado para un superhéroe.

-Los superhéroes no son lo que eran. Ahora esos que usted llama frikis se ponen a discutir sobre las películas absolutamente en serio y todos sabemos que pocas valen algo. Se ven y se olvidan.

-Bueno, el género ha dado alguna obra valiosa. Algún Batman, algún Hulk, Darkman...

-Sin duda, sin duda. El superhéroe del cómic no es un género, es un espacio. Igual que podríamos decir del western. El western es una excusa para hablar de otras cosas. Igual los superhéroes, aunque, claro, siempre hay que reservar la cuota de peleítas.

-Ya que se confiesa marvelista, ¿cómo ve la Marvel de Disney?

-Hubo un momento en que Marvel murió. Y no lo digo por que lo comprara Disney, sino porque ahora los cómics, donde todo empezó, se han convertido en el merchandising de las películas.

-¿Ya no hace guiones?

-Lo último fue el trabajo que se hizo con los doceañistas. Teófila fardó tanto del resultado que Rita Barberá quiso copiarla y contrató nada menos que a Paco Roca, el premio nacional del Cómic, para que hiciera uno parecido de los doceañistas valencianos. Ya sabe cómo eran las cosas en Valencia. De hecho, iba a trabajar con Paco Roca en uno de estos proyectos en Cádiz, pero las administraciones dieron largas.

-También había un proyecto de un cómic sobre la explosión de Cádiz del 47.

-Y la estructura estaba muy avanzada. Iba a ser muy impactante la forma de contar esa historia en la que murieron tantas personas y que se conoce tan poco fuera de Cádiz. Pero llegaron las tijeras.

-Me hablaba de Paco Roca. El cómic ha tenido un resurgir a través de la novela gráfica, el cómic serio. Como los de Roca.

-Hablaría más bien de una burbuja, pero me hace gracia lo de las denominaciones. Le llamamos historieta, tebeo, cómic... novela gráfica. Se trata de lo mismo, de contar una historia con imágenes con su propio lenguaje.

-Llegó a montar un fanzine. No sé si legendario.

-Hombre, legendario... Sólo salió un número. McClure se llamaba. Sería el año 78. Para mi sorpresa me lo encontré en una exposición en el Salón del Cómic de Granada.

-A los 22 años escribió una novela que, para muchos, revolucionó el género fantástico español, Lágrimas de Luz. Desde entonces no ha parado de reeditarse.

-Pues sería un poco la inconsciencia de la juventud porque por aquel entonces nadie confiaba ni en la ciencia ficción española ni en novelas largas del género y ésta tenía más de 200 páginas. Yo entregué una novela con mucho trabajo psicológico del protagonista, lo que aquí era novedoso. Es una obra que se ha reivindicado y tiene muchos fans, pero si quiere que le diga la verdad, no sabría decirle cómo es porque no la he vuelto a leer desde que la escribí. Hace mucho que no escribo ciencia ficción.

-Pero no para de escribir. Es un escritor compulsivo. Le he contabilizado casi 30 obras publicadas.

-No es una elección. Si alguien me pregunta que por qué escribo tengo que contestar que porque no puedo dejar de hacerlo.

-Acaba de terminar su Tenorio. ¿Por qué aquel protofriki de la juventud le dedica una gran novela al Tenorio?

-Porque odiaba a ese personaje. Era un tipo tan gilipo-llas que no le comprendía. Pero he pasado cinco años con él viajando por toda la Europa del XVI y ahora le aprecio. Le entiendo un poco mejor. Escribir trata de eso, de comprender.

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