Doble fondo

Ayuso, el látigo de Sánchez

La presidenta madrileña ahora se revuelve contra la descentralización institucional que propugna Moncloa La baronesa es un gran activo electoral del PP a la que Casado observa con recelo

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ante reproducciones en vinilo de obras representativas del Museo Nacional del Prado en la Estación del Arte del Metro de Madrid.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ante reproducciones en vinilo de obras representativas del Museo Nacional del Prado en la Estación del Arte del Metro de Madrid. / Zipi (EFE)

Isabel Díaz Ayuso ha venido creciendo políticamente al compás de sus diatribas contra Pedro Sánchez, un pulso entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y el presidente del Gobierno de la Nación que echó los dientes a cuenta de las medidas para contener la pandemia del coronavirus y que se ha ido haciendo una bola de nieve cada vez más gorda, ya bien a cuenta de los indultos a los líderes del procés, la subida de la luz, los impuestos o las cesiones del Ejecutivo ante “los herederos de ETA”, un inmisericorde totum revolutum que ahora pasa por la descentralización institucional.

Casi cualquier anuncio de Sánchez se le hace a Ayuso un caramelo en la boca y desde Génova miran con recelo a esa baronesa que se cubrió de galones arrollando a su detestada izquierda y desterrando de la política a un icono de sus vudús, Pablo Iglesias, en las elecciones madrileñas del pasado mayo y que ejerce la oposición al Gobierno central con tanto o más ahínco que el propio líder del partido, Pablo Casado, que mira de reojo a su apadrinada temiendo que el alumno supere al maestro, pues no hay que olvidar que el uno es un perdedor nato en las urnas y la otra una gloriosa triunfadora aclamada tanto o más que el jefe por las bases del partido, como se vio en la Convención en Valencia, donde Ayuso fue vitoreada con un entusiasmo que a buen seguro no le debió hacer demasiada gracia a un líder que parecía eclipsado.

La columna vertebral ideológica de su discurso es netamente conservadora y necesita un adversario potente como Sánchez para alcanzar dimensión y altura nacionales. Sánchez reafirmó este domingo su compromiso de avanzar en la descentralización de instituciones estatales y recalcó que “es de justicia que todos los territorios abran un debate honesto y leal” para que muchas de ellas salgan de la capital de España y representen al Estado en otros lugares.

Madrileñofobia

La réplica de Ayuso no se ha hecho de rogar tirando del hilo de la cometa de la “madrileñofobia” que le achaca al presidente del Gobierno, al que ha censurado este lunes que quiera "destrozar" Madrid y no entienda que “todos los países tienen una capital y que la capital de España se llama Madrid desde hace cinco siglos”. A su juicio, esta decisión “insensata” de “descapitalizar” Madrid trasladando las instituciones a otros territorios para “buscar votos” pretende crear “de manera perniciosa agravios” contra la capital, y solo afectaría a la vida de los funcionarios. 

Le Figaro, el periódico de derechas referente en Francia, acabó el año con un reportaje sobre Díaz Ayuso en el que, además de nombrarla “salvadora de Castilla” terminaba asegurando que la presidenta madrileña era la nueva “Pasionaria de Derechas”. Un calificativo que, por la rapidez y el empeño que puso el entorno oficial de Ayuso en difundir la entrevista por las redes, con la correspondiente traducción, demuestra que era muy del agrado de ella.

Ser comparada con la Pasionaria coincide con uno de los eslogan que, extraoficialmente, circuló por la capital de España desde hace meses en este 2020 impulsado desde los alrededores de Sol: “Madrid será la tumba del sanchismo”. Y a fe que en ese empeño se ha puesto manos a la obra como dio fe su arrolladora victoria en las elecciones autonómicas, unos comicios con una participación histórica de más del 76% en los que el PP obtuvo 65 escaños (35 más que en 2019), Más Madrid y el PSOE empataron a 24, Vox sumó uno hasta los 13, y Unidas Podemos pasó de 7 a 10 asientos en la Asamblea.

Contrapeso de Moncloa

En el debate de investidura dedicó muchos de sus dardos al líder socialista y al Gobierno por estar convirtiendo España en “un país desgajado, manoseado por los independentistas”, “desastrado económicamente y harto de unos gobernantes que viven de la propaganda y la mentira” o que “negocian en la oscuridad”. Es como si Ayuso quisiera jugar en una liga que no le corresponde y su sombra se alarga mientras la figura de Casado mengua.

Viejos amigos desde que coincidieron en las Nuevas Generaciones de Madrid, hace casi 20 años, la presidenta debe su carrera al líder del PP, quien apostó por ella como candidata hace dos años. Ya tuvieron un roce cuando se sintió desautorizada por Casado al cuestionar que el Rey firmara los indultos a los condenados por el procés. “No he rectificado absolutamente nada, he utilizado otras palabras”, se rebeló Ayuso. “Pablo piensa lo mismo que yo”.

Cristina Cifuentes, una de sus predecesoras en la Comunidad de Madrid, también trabajó su perfil propio, sin tener mala relación con Mariano Rajoy. Es una constante histórica: los inquilinos de la Puerta del Sol tienden a chocar con la dirección del partido y acaban por representar un desafío al liderazgo del presidente nacional.

La cohabitación entre los dos centros de poder del PP, Génova y Sol, se pondrá a prueba con la elección de la nueva dirección regional. Ayuso quería adelantar el Congreso de los populares madrileños pero Casado le ha parado los pies al látigo de Sánchez, un gran activo electoral del PP, con todo lo que ello supone para un líder máximo que no ha hecho más que coleccionar derrotas en las urnas.

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