España

Crueldad intolerable

Dicen por ahí que somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras, pero si en política hay una reina de los mares de la servidumbre ésa es la imagen y si alguien se está afanando en pescar simpatías y adhesiones con esos efímeros golpes de efecto que brindan las cámaras, ése es el presidente del PP.

Ése es Mariano Rajoy, que ya dijo alto y claro durante la campaña electoral de las elecciones generales de 2008 que el suyo es 'el auténtico partido de los currantes'. Por eso no tiene empacho en dar la vuelta a la tortilla y convertir efímeramente a Dos Hermanas en un santuario popular, como aquel pasado 27 de septiembre en el que denunció ante 20.000 entregadas almas la subida 'hasta del IVA de las chuches'.

Da la sensación de que Rajoy da rienda suelta a su perfil más folclórico durante sus frecuentes visitas a Andalucía. El mes pasado se presentó en Málaga mata de tomates en ristre para denunciar que los agricultores se habían convertido en los nuevos paganos de los 'disparates' del Gobierno a raíz de sus concesiones a Marruecos para que el caso Haidar tuviera un final feliz. Una instantánea memorable, aunque no tanto como la que nos deparó en Navidad elaborando un cocido gallego cambiando, como quien no quiere la cosa, la corbata por el prolongado gorro del chef.

No hay duda de que los políticos están en campaña permanente ni de que son esclavos de su imagen. Aquí y allá. Ahí quedó la de Bush perdonando la vida a dos pavos el Día de Acción de Gracias. O la de Putin a pecho descubierto durante unos días de descanso del presidente ruso en Siberia. Muchos les criticaron. Que si frívolos, populistas, etc. Como al lehendakari, cuando López posó para una revista escuchando música absorto mirando al techo del salón de Ajuria Enea. Cuidado. Hay que dar una imagen de solvencia sin concesiones a las pasiones humanas. Y mostrarse llanos. Por eso El Mundo inmortalizó a -su poco querido- Rajoy en el Metro madrileño. De Génova a La Moncloa, titularon los colegas en vísperas de las generales de 2008. Pero nuestro hombre sigue en el túnel. Ahora acaban de hacerlo posar ante una oficina del Inem. ¡Qué cruel y divertida sutileza! ¿O no era eso?

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