Doble fondo

Don previsible sorprende

DURANTE su discurso de investidura el 29 de octubre de 2016, Mariano Rajoy pidió coherencia durante la legislatura. "No pido la luna, señorías, pido un Gobierno previsible", sentenció con su divisa antes de volver a su escaño, el que dejó la semana pasada para volver a su plaza como registrador de la propiedad que dejó en 1990, el que ocupaba el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría mientras rumiaba su desgracia de convertirse en el primer presidente expelido de Moncloa por una moción de censura.

Aventura es un término que estaba proscrito tanto en su manual vital como en el de gobernante, nada que ver con Pedro Sánchez, que se envolvió en la bandera del no es no al toque de corneta de la coherencia y que por entonces, cuando el PSOE apoyó con la nariz tapada su investidura, dejaba el escaño el muy obstinado fagocitado por el aparato del partido.

Rajoy se ha ido por la puerta de atrás, pero ha entrado por la puerta grande de la historia al erigirse como el segundo ex presidente que no hace uso de las puertas giratorias para buscarse la vida y cobrarse algunos favores prestados. "Habla bien del presidente lo que ha hecho. Ojalá eso se convirtiera en normal", ha proclamado su cordial enemigo Pablo Iglesias.

Zapatero se incorporó al Consejo de Estado (74.000 euros mensuales con carácter vitalicio), aunque renunció a su pensión de 80.000 pavos de los ex presidentes que estableció por decreto Felipe González en 1982.

Aznar se incorporó a la empresa privada, ha trabajado para multinacionales, conferenciante, fue asesor de Rupert Murdoch y pasó un año en el Consejo de Estado, como Leopoldo Calvo Sotelo.

González tampoco ha sido manco al salir de Moncloa. Asesor de empresas y gobernantes, fue incluso consejero de Gas Natural.

El único ex presidente que, como Rajoy, renunció a prebendas fue Adolfo Suárez, que se dedicó a cuidar de su mujer y su hija enfermas.

Dos goles a los pesebres. El último, del sorprendente, currante y ejemplar Rajoy, ajeno a la tentación de manosear su sucesión. Igualito el gallego que el madrileño.

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