España

Fraga, una vida plagada de anécdotas

  • Del chapuzón de Palomares a su rechazo a Ava Gardner, pasando por el "La calle es mía" que él siempre negó haber pronunciado, los 89 años de este gallego con mucho genio han dado para decenas de historias.

El fallecido presidente fundador del PP, Manuel Fraga, atesoró una personalidad única, que le hizo protagonizar anécdotas inolvidables y célebres frases por las que será recordado. A él se le atribuye la famosa "La calle es mía" cuando era ministro de la Gobernación, aunque él negó reiteradamente haberla pronunciado. La imagen más famosa y que aún tienen en la retina muchos mayores es indudablemente el chapuzón que se dio en Palomares, cuando, en 1966, siendo ministro de Información y Turismo, quiso demostrar a la población, junto con el entonces embajador de Estados Unidos, que las aguas de esta localidad almeriense no estaban contaminadas. Una imagen que dio la vuelta al mundo y que se produjo días después de que un bombardero estadounidense, cargado con armas nucleares, chocara con el avión que le suministraba combustible cuando sobrevolaba Palomares y cuyos restos cayeron al mar.

También generó anécdotas graciosas cuando, en medio del frenesí electoral y con su afán de saludar a todo el mundo -siempre fue partidario de conseguir votos puerta por puerta-, llegó a saludar efusivamente a un maniquí en unos grandes almacenes ante la sorpresa de todos los presentes. La misma perplejidad que, a buen seguro, mostraron muchos al enterarse de que, en sus tiempos mozos, dejó plantada a la mismísima Ava Gardner, una de las actrices más bellas de Hollywood, cuando ella le invitó a tomar unas copas y éste la rechazó, para su sorpresa, alegando que estaba muy ocupado. Fraga era así... capaz de eso y de mucho más, se deshacía en elogios hacia las mujeres pero evitaba las tentaciones, porque era, sobre todo, un hombre fiel a sus principios conservadores y anteponía su conciencia a cualquier otra cosa. Fallecida su mujer, el hombre de hierro no podía evitar llorar en cualquier acto público, sin importarle la audiencia, cada vez que algo le recordaba a ella y, si alguien le preguntaba por asuntos de mujeres, respondía que su única novia era Galicia.

Célebre fue también cuando confesó que si se hubiera quedado en Cuba, adonde emigraron sus padres, "probablemente hoy sería Fidel Castro" sin importarle que éste sea de izquierdas y él muy de derechas. El caso es mandar... Las lindezas de Fraga dirigidas a los gays, con aquello de "los que lo hacen al revés"; su comparación de los votantes indecisos con las mujeres, porque "cuando las preguntas con cuántos hombres se acuestan, nunca dan una respuesta absolutamente certera", o sus críticas a los ecologistas -"si por ellos fuera aún estaríamos en las cuevas de Altamira"- le valieron la reacción guerrera de numerosos colectivos y, también, de sus adversarios.

Quién no recuerda aquel arrebato de autoridad que le dio cuando rompió, con gran ímpetu, la carta de dimisión sin fecha que le había entregado su sucesor, José María Aznar. "Ni tutelas, ni tutías". Una frase muy explícita que quedará para el recuerdo y que respondía a la autorización que le dio Aznar para que hiciera valer su dimisión cuando lo considerara oportuno.

Don Manuel era de esos políticos con una cabeza privilegiada, de hecho el ex presidente del Gobierno Felipe González, el que fuera otrora su rival político, llegó a decir de él que "el Estado le cabía en la cabeza", y otros que era un superdotado de la política, no en vano leía libros a una velocidad supersónica.

A lo largo de su fecunda pero difícil carrera dio muestras de vehemencia que, a menudo, le jugaban malas pasadas y además traía en vilo a los suyos y a los que no lo eran. Efectivamente era de esas personas que, por su halo de autoridad y de ser imprevisible, era complicada de tratar. Si no, que se lo digan a los que fueron sus más estrechos colaboradores, que tuvieron que lidiar con sus continuos y bruscos cambios de humor. De hecho, las hemerotecas albergan documentos sonoros del fuerte carácter de este político, honrado por los cuatro costados eso sí, pero gruñón también. En uno de ellos se puede escuchar cómo abroncó a su asesor de Comunicación cuando le iban a hacer una entrevista en televisión y éste le conminó a que se colocara bien la chaqueta. "¿Quiere usted hacerme el favor de largarse de aquí?", le dijo, y, ante la insistencia de su asesor, añadió: "¡Lárguese!". El colaborador no pudo más que tirar la toalla y le respondió que hiciera lo que le diera la gana, a lo que Fraga le espetó: "Eso es lo que voy a hacer".

¿Qué se puede decir más de don Manuel? pues que era un filón informativo porque generaba noticias, tanto si abría la boca como si no lo hacía, también por su delicado estado de salud, y que traía de cabeza a los periodistas, a los que frecuentemente incomodaba con loa airadas respuestas o sus habituales tópicos dialécticos.

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