España

'Ji, ju' y 'ja, ja'

UN Ji, ju, ja cuando A sangre fría, de Truman Capote, inauguró el nuevo periodismo, hubiera sido un titular heterodoxo pero rompedor, digno, en cualquier caso, de un titular para un Pulitzer en una revista dedicada al análisis político en profundidad. Esta compleja expresión, cuasi onomatopéyica, no tiene el valor del sujeto, verbo y predicado, pero sirve para cubrir sin más explicaciones la reacción del principal espectro político tras las elecciones al Parlamento de Estrasburgo.

Después de hacerse rogar oculto tras los cristales tintados del poder, con Pajín y Blanco como primeros portavoces del fiasco socialista, Zapatero eligió ayer el ji, ji, ji infantil e inmaduro y el ju, ju, ju burlón para decir, vía sms, que "lo único claro es que el PP sigue en la oposición". Pues sí, pero está por ver si el secretario general del PSOE, tras este primigenio pronunciamiento público, será capaz de arrancar de su entorno, aprovechando el paréntesis sin comicios, que tiene toda la razón del mundo pero con casi 600.000 votos menos. Y es que, más allá del bajonazo electoral, el PSOE parece no querer enterarse de que, de ahora en adelante, acumula entre pecho y espalda un aviso, un serio aviso con la trompeta tronando en los tendidos.

De todas formas, el ji, ju de Zapatero y los suyos no impide que se pueda constatar a estas alturas que Juan Fernando López Aguilar no era el mejor candidato socialista para las elecciones europeas -perdió su broceado natural para dar el mejor perfil de europarlamentario centroeuropeo, pero su verbo rococó le pudo de nuevo- y que la corrupción contra el PP no fue una buena idea dado que el grueso electorado pepero resulta inmune a las mangancias. Tampoco podrá ocultar que, con Pajín y compañía, pues nada de nada. Para colmo, no le funcionó ni la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, que al dar los primeros resultados, apareció insegura y pareció amortizada para eso de ejercer de portavoz de Gobierno. Ni frases redondas le salieron.

Rajoy, que no se presentó a las elecciones europeas -el candidato era Jaime Mayor Oreja, uno de sus mayores detractores antes y después del Congreso de Valencia-, salió como ganador y apostó por un ja, ja aparentemente franco y sincero para expresar públicamente un sentimiento de victoria sin paliativos. Pero después, llevado por la euforia, ha salido por peteneras exigiendo una moción de confianza como si dependiera de él que se celebrara, aunque un viejo dinosaurio popular, Manuel Fraga, le ha recordado que sólo puede plantear en sede parlamentaria una moción de censura y que, teniendo en cuenta la experiencia de Hernández Mancha, casi mejor no. Ahora, salvo acuerdos puntuales, sólo son previsibles más ji, ju y más ja, ja hasta que los Presupuestos Generales para 2010 se pongan serios, tan serios como la situación de la economía española.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios