Proclamación en el psoe Nieto de republicano e hijo de un aviador del Ejército franquista

'Sprinter' con alma de maratoniano

  • Alfredo Pérez Rubalcaba culmina su dilatada carrera política con la proclamación como candidato socialista y sus compañeros confían en sus cualidades para evitar el descalabro en los próximos comicios

Cuando en 2000 José Luis Rodríguez Zapatero le ganó el 35º Congreso del PSOE a José Bono por nueve votos -el castellano-manchego siempre ha mantenido que su derrota se debió, en gran parte, a que Felipe González "cambió de caballo a mitad de carrera"- la vieja guardia socialista señaló a Alfredo Pérez Rubalcaba como uno de los guardianes de las esencias socialdemócratas del felipismo y el leonés lo incluyó en la Ejecutiva Federal de integración que formó. Desde entonces, algunos destacados zapateristas se refieren a este cántabro (Solares, 1951), criado en Madrid y afincado políticamente en Cádiz en la presente legislatura, como "el que nos dijeron nuestros mayores que pusiéramos". Once años más tarde, tras el paréntesis de casi todo que ha supuesto Rodríguez Zapatero, Pérez Rubalcaba es ya oficialmente en el candidato socialista a la Presidencia del Gobierno en las próximas elecciones legislativas.

Con pedigrí contradictorio -hijo de un aviador del Ejército franquista, y nieto de un republicano- Pérez Rubalcaba estudió en el selecto colegio marianista de Nuestra Señora del Pilar de Madrid, cuna de importantes políticos, empresarios, profesionales y artistas -entre otros, están los hermanos Solana, José María Aznar, Rafael Arias-Salgado, Juan Abelló, Antonio Garrigues Walker, Juan Luis Cebrián o Fernando Sánchez-Dragó-. Tras licenciarse en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense, obtuvo la plaza de profesor titular de Química Orgánica en esta misma universidad, y trabajó también en centros universitarios de Alemania y Francia. Militante socialista desde 1974, en 1988 fue nombrado secretario de Estado de Educación y cuatro más tarde, ministro de Educación y Ciencia. En 1993, tras ganar el PSOE unas elecciones que las encuestas le daban por perdidas, Felipe González lo situó como ministro de la Presidencia y de Relaciones con las Cortes. En esta etapa, que duró hasta que en 1996 José María Aznar logró una pírrica victoria para el PP, Pérez Rubalcaba actuó como portavoz de un Gobierno marcado por los casos de corrupción y el escándalo de los GAL.

En la travesía en el desierto que se abrió para el PSOE tras esta derrota, el actual ministro del Interior acompañó al nuevo líder socialista, Joaquín Almunia, como secretario de Comunicación de la Ejecutiva Federal hasta la debacle electoral de 2000, en la que el PP logró la mayoría absoluta y el PSOE se hundió hasta los 125 escaños -perdió más de once puntos y 16 diputados-.

Ese mismo año, ya situado en la Ejecutiva Federal como "el que nos dijeron nuestros mayores que pusiéramos", haciendo de tripas corazón, el cántabro apuntaló el liderazgo de un Rodríguez Zapatero que llegó a levantar entre la vieja guardia recelos por su poca pegada política y su estrategia pactista con el PP -Guerra lo llegó a calificar de Bambi, y Felipe González le hizo algún que otro reproche en público-.

El momento cumbre de Pérez Rubalcaba llegó en las elecciones legislativas de 2004. La mala gestión que el Gobierno de Aznar hizo de los atentados islamistas del 11-M abrió las puertas a un vuelco político que las encuestas ni siquiera insinuaban. Como coordinador de campaña, no desaprovechó la ocasión. Movió los hilos de la indignación y tocó las teclas de la movilización para lograr que la izquierda saliera a la calle y castigara en las urnas al PP de Aznar por mentir. La gestión de estos días alimentó su leyenda negra de conspirador nato entre sus detractores. Algunos de ellos llegaron al desvarío en su intento de situarlo como el jefe supremo de una conspiración en la que ETA, el PSOE y la Policía filosocialista estaban detrás de la sanguinaria masacre.

De regreso a Moncloa, Rodríguez Zapatero dejó a Pérez Rubalcaba como portavoz del Grupo Socialista en la Carrera de San Jerónimo para engrasar una mayoría minoritaria parlamentaria cargada de buenas intenciones pero con poca experiencia. Pocos días después de que ETA declarara en 2006 un alto el fuego permanente, el presidente del Gobierno lo situó como ministro del Interior para que rematara lo que parecía el punto y final de la banda terrorista.

Sin embargo, a finales de ese mismo año, el proceso de paz saltó por los aires al asesinar ETA a dos personas en el atentado de la T-4 del aeropuerto de Barajas en una acción que puso en evidencia al propio Rodríguez Zapatero, que días antes había hecho gala de su optimismo antropológico anunciando que "el año que viene estaremos mejor".

A pesar de que algunos zapateristas señalaron al ministro del Interior como el responsable de la metedura de pata presidencial, las relaciones entre Rodríguez Zapatero y Pérez Rubalcaba apenas si se resintieron. Y, si acaso, mejoró la lucha antiterrorista al imponerse las tesis del segundo de no dar más pábulo al espíritu negociador de la banda terrorista y de estrechar el cerco policial y judicial sobre ella.

Eso sí, cuando, tras ganar el PSOE las elecciones de 2008, el cántabro supeditó su continuidad en el Ejecutivo a una vicepresidencia, el leonés le dijo que no en apenas diez minutos en una reunión en Moncloa que, a tenor del mensaje que envió de madrugada, se prolongó más de cuatro horas. Compuesto y sin vicepresidencia, siguió como jefe supremo policial, y dio una vuelta de tuerca más en la lucha antiterrorista con una política penitenciaria que ha provocado, finalmente, que el 90% de los presos etarras renieguen hoy de la lucha armada y apuesten por las vías democráticas.

Con ETA casi liquidada y Rodríguez Zapatero en vías de liquidación por la crisis y el paro, Pérez Rubalcaba rentabilizó finalmente sus años de servicio al ser nombrado vicepresidente primero del Gobierno, portavoz y ministro del Interior a finales de 2010. Y, además, se situó como el primero en la línea de sucesión de un leonés que no es que no quisiera presentarse de nuevo, es que ya no podía. A tenor del descrédito que le generaron los duros recortes económicos, ejecutados a contrapelo de la política económica con la que concurrió a los comicios, la renuncia que hizo efectiva ZP en abril de este año estaba más que cantada.

Ayudado por el desastre electoral del pasado 22 de mayo, Alfredo Pérez Rubalcaba logró la renuncia de la ministra de Defensa, Carme Chacón, a competir en unas primarias dentro del partido para que la militancia pudiera escoger su cabeza de cartel.

Y dejó el camino expedito para que Rubalcaba fuera aclamado ayer como El Candidato.

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