Las Claves

Pilar Cernuda

Torpedo en la línea de flotación

Fricciones. El pacto con Bildu ha fracturado el Consejo de Ministros y también hay muchas voces disidentes en el propio PSOE que culpan a Podemos de los bandazos de Sánchez

Adriana Lastra, portavoz parlamentaria socialista.

Adriana Lastra, portavoz parlamentaria socialista. / Kiko Huesca / Efe

Una ministra, no precisamente de las irrelevantes –que las hay– lo confiesa triste más que preocupada, aunque también lo esté. "Me enteré esta mañana al despertarme y todavía no acabo de asimilarlo. No entiendo nada, no aporta nada". Un miembro del PSOE –no destacado, porque los destacados están en el Gobierno– va más lejos: "Esto es un torpedo en la línea de flotación del partido. Y de todos los partidos, porque rompe las reglas de juego.

Hasta ahora, ningún Ejecutivo había osado pactar con Bildu más allá de cuestiones poco más que administrativas. Que lo haga un Gobierno del PSOE es especialmente doloroso para los socialistas que piensen como yo. Jamás pude pensar que un Ejecutivo socialista podía llegar a algún tipo de acuerdo con los herederos de ETA. Es un pacto inducido por Podemos, no cabe la menor duda, pero Pedro Sánchez tenía que haberlo parado".

No se informó a los ministros sobre la operación. También es cierto que hace casi tres meses que éstos apenas intercambian opiniones porque la mayoría de los consejos son telemáticos. Algunos de ellos se han reunido presencialmente en Moncloa de lunes a viernes, los que forman parte del comité de coordinación del coronavirus, pero la obligada distancia de seguridad ha impedido las charlas informales.

La titular que confiesa que se enteró del acuerdo y del comunicado de rectificación al despertarse dice que había oído algo sobre la necesidad de hablar con Bildu para intentar que votara a favor de la prórroga: "No estábamos seguros de Cs, el PNV podía cambiar de opinión por cuestiones electorales y ERC insistía en el no. Por eso alguien mencionó que a lo mejor se podía conseguir la abstención de Bildu, pero siempre interpreté que, si se estaba pensando en hablar con ellos, era para aceptar lo que está pidiendo y que piden todos los ayuntamientos de España: que se les permitiera disponer de los fondos para ayuda humanitaria. El propio Almeida reivindica los 420 millones que le permitirían paliar la hambruna en Madrid y tomar iniciativas para crear trabajo o ayudar económicamente a las familias en precariedad".

Lastra, no culpable

Este jueves, ministros socialistas más inclinados que nunca a marcar distancias con Podemos, aunque reconocen que el acuerdo no habría existido sin el visto bueno de Sánchez, se refieren ya abiertamente a que hay dos gobiernos. No el de Podemos y el del PSOE al que antaño Sánchez temía, sino el Ejecutivo que se sienta en torno a la mesa del Consejo y el que se reúne los lunes en Moncloa, con dos o tres ministros socialistas e igual número de miembros de Podemos, los portavoces parlamentarios y responsables de comunicación de los dos partidos y los jefes de gabinete de Sánchez e Iglesias.

Nadia Calviño no forma parte de ese grupo, a pesar de que es el miembro más importante del Gobierno como vicepresidenta económica e interlocutora única ante la UE, de la que depende que llegue la ayuda para superar esta crisis. Es interlocutora única porque sólo de ella se fían los responsables máximos de la UE. De ella y del ministro de Agricultura, Luis Planas, los dos con larga trayectoria en Bruselas y que en más de una ocasión han abortado iniciativas de Podemos que Sánchez había aceptado por contentar a sus socios, sin tomarse la molestia de analizar sus consecuencias.

Es ya de dominio público que la decisión de llegar a un acuerdo con Bildu se tomó en la reunión del lunes, y se encargó a Adriana Lastra y Pablo Echenique que se pusieran a la tarea con la portavoz Mertxe Aizpurua. No se informó al resto del Gobierno, a pesar de que hubo Consejo el martes.

En el entorno de Sánchez se hace responsable a Lastra del acuerdo, pero no hay un solo socialista de peso que avale esa teoría: Lastra no mueve un dedo, no firma un papel, sin que previamente conozca su contenido el presidente. Uno de ellos hila más fino: "¿Alguien puede creer seriamente que Lastra tuviera oculto el acuerdo hasta que finalizó el debate y la votación sobre la prórroga del estado de alarma? Lo ocultó porque le indicaron que lo hiciera, y ese alguien sólo podía ser el presidente".

La dimisión de Calviño

Se rumorea que Calviño llegó a presentar su renuncia al presidente en la tensa conversación que mantuvieron cuando se hizo público el documento. Nadie lo confirma ni lo desmiente, porque no lo saben. Pero las palabras que dirigió Calviño a los empresarios catalanes del Cercle d’Economia fueron muy significativas. Dijo que la derogación de la reforma laboral era "absurda" y "contraproducente". Sin pronunciar esos calificativos, el presidente de la CEOE se expresó en los mismos términos, recordó que gracias a esa reforma ha habido ERTE, que con el acuerdo con Bildu se convertirán en ERE, perdiendo su temporalidad. Ha anunciado que rompe el diálogo con el Gobierno. También se manifestó con dureza el secretario general de CCOO, y menos duro pero en desacuerdo, el de UGT. Se ha roto el diálogo social y hará falta que Sánchez haga juegos malabares para ponerlo otra vez en marcha.

Calviño fue la que tras su conversación con el presidente logró que el PSOE rectificara. La vicepresidenta económica al menos logró que se le tenga mínimamente, pero algún miembro del Gobierno que en privado confiesa su desconcierto, menciona que la que debe sentirse en una más que incómoda situación es la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (Podemos), que fue una de las negociadoras de los acuerdos sobre la reforma laboral a la que se llegó con CEOE, CEPYME y sindicatos para introducir algunas modificaciones.

Miembros del Ejecutivo muestran su decaimiento, mientras que tanto en Bildu como en Podemos sacan pecho. El que más, Pablo Iglesias, que llegó a declarar que el acuerdo es "cristalino" y recoge lo que recoge, la derogación íntegra de la reforma laboral; desmentía así al ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, cuando en trataba de rebajar las consecuencias del acuerdo mencionando la nota de su partido. Desgraciadamente para Ábalos, tiene razón Iglesias: sirve lo que está firmado y con los logos de los partidos que lo suscriben.

Las consecuencias políticas son imposibles de prever. El acuerdo ha blanqueado a Bildu y a Arnaldo Otegi, en segundo plano porque no convenía sacar excesivamente a un político que cumplió años de prisión por su vinculación con ETA. En la sede del PNV analizan la estrategia a seguir en la campaña. Se temen lo peor: que después de apoyar a Sánchez en todo, incluida la moción de censura contra Rajoy, también ellos hayan sido engañados por el presidente y esta operación tenga el objetivo que lleva tiempo barajando Iglesias, un Gobierno vasco de coalición PSOE, Podemos y Bildu.

Se comprende la intranquilidad generalizada en la que viven los socialistas de siempre: llamaban desestabilizadores y alarmistas a los que acusaban a Sánchez de presidir un Gobierno bolivariano. Ahora no están tan seguros de que no tuvieran razón. Aunque, añaden inmediatamente, hay medios constitucionales, y europeos, para impedirlo.

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