España

¿Y ahora qué, Pedro?

  • Rajoy no retirará su candidatura después de mejorar sus resultados, así que España se dirige a unas terceras elecciones si el PSOE que lidera Sánchez no se abstiene antes del próximo 30 de octubre.

Yahora, ¿qué?, Pedro. Mariano Rajoy ha mordido el polvo. En este asunto de la ingobernabilidad de España hay mucho de pasiones humanas, de ahí que fuera necesario que el presidente en funciones sudara algunas gotas antes de que el PSOE se ponga en movimiento. El candidato del PP hizo cosas extrañas después de entrevistarse con el Rey el día que aceptó presentarse a una sesión de investidura. Primero, sorprendió con una errónea lectura constitucional, según la cual, su candidatura sólo era tal si conseguía los apoyos necesarios. Y, segundo, de acuerdo con la presidenta del Congreso, Ana Pastor, fijó unas fechas imposibles, de tal modo que llevaba las probables elecciones al día de Navidad. Pero Rajoy ha mordido el polvo: tuvo que presentarse a una investidura, tuvo que llegar a un acuerdo anticorrupción con Ciudadanos y tuvo que aguantar dos derrotas en el Congreso. "Vale, y ahora, ¿qué?, Pedro", se preguntan en su partido. Y ustedes en sus casas. Éstas son las tres opciones que a partir de ahora puede escoger el secretario general del PSOE y su propio partido.

Antes de comentarlas, cabe apuntar que habría una cuarta opción, aunque ya está cerrada, y es que Mariano Rajoy rechazase su candidatura y el PP propusiese otro candidato. Siendo difícil, ésta hubiera sido válida después de las elecciones del 20 de diciembre, no ahora. De una elección a otra, del 20 de diciembre de 2015 al 26 de junio de 2016, Mariano Rajoy obtuvo medio millón de votos más y 14 nuevos escaños. De marcharse el presidente en funciones, el resto de líderes deberían hacer lo mismo, puesto que Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera sí empeoraron sus resultados. Ésa es una posibilidad cegada, por tanto, por los electores. Y por el PP, donde nadie se plantea el cambio de líder. No obstante, algunos socialistas cercanos a Sánchez, como el catalán Miquel Iceta, han propuesto una solución de este tipo, pero eso no sucederá. Antes de la sustitución, el PP iría a otras elecciones, mejoraría su resultado y, probablemente, ejecutaría la sucesión de Rajoy desde el Gobierno y bajo la dirección de éste.

Primera opción. El PSOE deja pasar la investidura de Rajoy con 11 abstenciones. Los partidarios del bloqueo sostienen que la militancia socialista se opone a dejar pasar al presidente del Gobierno, pero lo cierto es que nadie ha hecho el más mínimo intento de pedagogía. La abstención no es un apoyo, y no supone siquiera el respaldo a los Presupuestos de 2017. Si Rajoy es investido, podría buscar otros votos en otras fuerzas o dejar que se prorroguen los presupuestos siempre que se cumpla con lo que dicte Bruselas. Y esto es posible.

El mejor argumento para justificar las abstenciones de los socialistas es del propio PSOE, en concreto del ex ministro Jordi Sevilla, que abogó antes de las elecciones del 26-J porque gobernase aquel candidato que armase el mayor respaldo parlamentario. Ese es Rajoy. El PP obtuvo 137 escaños, pero a diferencia de lo que hizo el primer semestre, o de lo que no hizo, ha llegado a un acuerdo con Ciudadanos y con Coalición Canaria; son, por tanto, 170 escaños, una amplia mayoría que no debería ser bloqueado por el PSOE, según la tesis de Sevilla. Felipe González también apuntó a ello. La fórmula no significa dar la investidura al partido más votado, sino al más apoyado y éste es el PP, puesto que, incluso, la suma de PSOE y de Podemos sería inferior.

Tras el fracaso del viernes, el Rey debe iniciar otra ronda de consultas, aunque no tiene un plazo para ello. Rajoy puede volver a ser candidato si los socialistas prestasen 11 abstenciones, España tendría un Gobierno a mediados de septiembre y los Presupuestos estarían en el Congreso antes de octubre. Según todos los sondeos que se han publicado, ésta es la opción preferida por el conjunto de los españoles, incluidos los votantes socialistas.

Hay una variante a esta alternativa, y es que la abstención venga desde el PSOE y desde otros grupos. Por ejemplo, desde el PNV, al que le interesaría llegar a un acuerdo en materia presupuestaria con el Gobierno de cara a 2017. El PP no va a ser un partido concluyente en la Cámara de Vitoria después de las elecciones vascas, las del 25 de septiembre; ése es un mantra que se escucha una y otra vez, pero que carece de antecedentes históricos. Ni la aparición de Podemos hará esencial al PP, lo que sí se puede constatar después del 25 de septiembre es el fracaso de los candidatos socialistas, tanto en Galicia como en Euskadi. Ambos son personas cercanas a Pedro Sánchez, y ambos pueden quedar en tercer y cuarto lugar.

Segunda opción. Pedro Sánchez intenta formar una alternativa de izquierdas, lo que pasaría, forzosamente, por aliarse con los independentistas catalanes. Tanto ERC como la antigua Convergencia están instalados en el soberanismo, no hay vuelta atrás y todo indica que después del 12 de septiembre, fecha de la Diada, extremarán la hoja de ruta de la secesión. De este modo, la elección del presidente del Gobierno con el apoyo de los secesionistas es imposible, no por la falta de voluntad de ERC, sino por la del comité federal del PSOE. No lo dejaría.

Además, esta opción significaría otro hecho casi igual de complicado: el acuerdo entre el PSOE y Podemos. Pablo Iglesias ha dejado de ser una persona de fiar para los socialistas, se la ha jugado en diversas ocasiones, la última vez cuando negoció la candidatura de Patxi López a la vez que promovía la de Xavier Doménech. Pero el mayor problema es la agenda soberanista de Podemos. Si Sánchez aceptase una fórmula que signifique abrir la Constitución para encajar el referéndum, pondría en peligro la propia unidad del PSOE. Saltaría por los aires.

Algunas personalidades de izquierdas han propuesto un acuerdo a tres bandas entre PSOE, Podemos y Ciudadanos, pero estos dos últimos partidos se rechazan entre sí. Además, la posición de Albert Rivera ya está demasiado comprometida para otra vuelta de tuerca, una cosa es ser flexible y otra, maleable. Más que un partido bisagra, sería un chicle.

Tercera opción. Más que una opción es un fracaso, es la repetición de las elecciones después de dos legislaturas fallidas. Si el hecho sagrado de la democracia es el sufragio universal, la repetición de las elecciones es la devaluación de la decisión de los ciudadanos. No serían dos, sino tres: en efecto, el ridículo internacional y la apertura de un precedente que llevaría a una grave crisis constitucional, en el que el papel moderador del Rey estaría en entredicho. Con el tiempo, los partidos tendrían que iniciar una reforma constitucional que llevase a un sistema electoral que garantizase la gobernabilidad del país, y eso arrastra cambios profundos. Por ejemplo, la doble vuelta, citada en muchas ocasiones, es propia de un sistema presidencialista, como el francés y los americanos.

Una vez celebrada la segunda votación, los partidos tienen de plazo hasta el 31 de octubre,; si no hay presidente del Gobierno entonces, se convocarían las elecciones para 55 días después, con lo que la fecha caería en Navidad. La reforma de la ley orgánica que regula las elecciones acortaría la campaña electoral de dos semanas a una, con lo cual los comicios se celebrarían el 18 de diciembre.

Lo que hasta ahora era un tabú, la repetición electoral, se ha convertido en una posibilidad, pero es que, además, las direcciones de los dos grandes partidos comienzan a dar muestras de haberle perdido el miedo. Rajoy, probablemente, se acercaría a la mayoría absoluta mediante la pérdida de apoyos de Ciudadanos, y el PSOE de Pedro Sánchez podría mejorar levemente su resultado, aunque el PP aumentase la distancia.

Hay otro factor demoledor en contra de las terceras elecciones: no aseguran la solución, claro que en esta espiral de despropósitos siempre se podría confiar en una cuartas.

marqués perales

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