A diestro y siniestro

Pedro no está disponible para el debate

Después de humillar a RTVE, Sánchez la pone a su servicio imponiendo el día en que se dignará a acudir al debate

Pedro Sánchez está logrando lo increíble: que el tedioso debate sobre los debates, que acompaña y empaña a cada campaña electoral, se haya apoderado de ésta casi como monotema. La tónica habitual -quien tiene el poder rehúye todo lo que puede exponerse al contraste con sus adversarios y quienes buscan el poder presionan todo lo que pueden para debatir- la ha roto, el presidente, cambiando de criterio hasta conseguir su objetivo. Ya lo tiene al alcance de la mano.

Primero quiso introducir de matute al candidato de Vox para que el debate, a cinco, sirviera milimétricamente a sus intereses y se ajustara a su estrategia de campaña, visualizando el miedo a la derecha trifachita. Que eso supusiera primar a la televisión privada y humillara a la pública no le hizo dudar en ningún momento (como sí dudaron algunos de sus asesores áulicos).

Como la Junta Electoral Central le echó para atrás la maniobra, con el argumento incontestable de que Santiago Abascal es hoy por hoy un señor extraparlamentario con menos derecho al debate que los candidatos de ERC, PNV y Coalición Canaria, Sánchez recuperó su vieja defensa de la tele pública y decidió por su cuenta que fuera allí el debate a cuatro. Ahora ya no puede imponer a Vox, pero sí que la cadena anfitriona sea RTVE y que el debate se celebre el martes 23, el mismo día previsto por Atresmedia al que ya se habían comprometido los Pablos (Casado e Iglesias) y Albert Rivera. ¿Y por qué no se hacen los dos, el del 23 ya concertado y uno nuevo en RTVE cualquier otro día?, se preguntará el ciudadano iluso. Ahí es cuando Sánchez riza el rizo de las excusas: el 23 es el único día en que él está disponible para el debate. ¡Como si no pudiera sustituir alguno de sus mítines en una capital de provincia por un acto decisivo que seguirán unos cuantos millones de españoles!

No es nada nuevo que el candidato que ya es presidente se resista a enfrentarse en directo a los candidatos que quieren que deje de serlo. Lo insólito de este caso es que lo haga de manera tan cristalinamente torticera y manipuladora. No debe estar muy seguro de ganar las elecciones cuando actúa así.

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