Realidad f.s. Según la Real Academia, realidad es aquello que existe, lo que sucede verdaderamente en contraposición con lo ilusorio. Para la clase política, la realidad es un estorbo molesto que puede entorpecer sus argumentarios. A pesar de todo, la campaña fluye fácilmente en el plano de lo ilusorio, fuera de la realidad. Rivera ha proclamado que los consejeros de Cs en Andalucía han hecho más en 70 días "que el PSOE gobernando 37 años". El mensaje, copiado a García Egea, es ridículo sin más. Y doblemente ridículo, como decía Vaclav Havel, porque además se ponen muy serios para soltar estas pamemas. Ahí está Sánchez, diciendo que Cs, PP y Vox "se parecen como tres gotas de agua". También falso. Casado acusa a Sánchez de haber destruido más de cien mil empleos, pero compara el dato máximo ante la campaña de verano y el mínimo tras la campaña de Navidad. La campaña exprime todo el repertorio de trampas retóricas contra la realidad, pero el político se dirige al votante con el desparpajo de Groucho en Libertonia: "¿A quién va a creer usted, a mí o a sus propios ojos?". Tal vez un 40% de indecisos indique que la gente empieza a creer a sus propios ojos. Eso sí, un 60% aún no.

Posverdad f.s. Distorsión deliberada de la realidad para influir en la opinión pública. En 2016, fue elegida palabra del año por Oxford. Ahora ya sabemos que es, al menos, la palabra de la década. Y la gran liturgia de la posverdad es una campaña electoral: no es que no se diga la verdad; sino que la verdad carece de toda importancia. Se trata de ganar, ganar, ganar y ganar, como proclamó el Sabio de Hortaleza, que no era uno de los Siete Sabios de Grecia precisamente. Volvamos a Groucho: "El secreto del éxito está en la sinceridad. Si eres capaz de simular sinceridad, lo tienes hecho". Todos marxistas.

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