Titular m.s. Rótulo que encabeza cada texto periodístico anticipando su contenido. Ese rótulo es, además, el mayor objeto de deseo de la clase política. Por un titular, como Belén Esteban por su hija, casi matan. La aparición en titulares establece el ranking de su competición contra la irrelevancia. Tantos titular, tanto vales. Es una competición a tiempo completo, aunque nada como una campaña, que es la Champions de la titularitis.

Una campaña se acepta como Territorio Comanche donde se dispara como se pueda a todo lo que se mueva. Cada cual trata de imponer su ley. Rivera llama Cansado al líder del PP; Casado lo rebaja a ministrable no fiable; Abascal los llama Derechita Cobarde; Iglesias mete a todos en las cloacas, Sánchez habla de los Tres Temores del trifachito... De momento Casado ha llegado más lejos que nadie con su titular contra Sánchez de "las manos manchadas de sangre". El discípulo aprende rápido del maestro, Aznar, que, como el William Munny de Sin perdón, ha perdido facultades pero aún es él: "A mí nadie me dice a la cara derechita cobarde porque no me aguanta la mirada".

Los titulares retratan la campaña como un zoco lleno de voces que tratan de vender algo. Menos impuestos, más trabajo, mejores servicios… Claro que del dicho al hecho hay un gran trecho: la campaña. No es lo mismo decir que se van a bajar los impuestos que bajar impuestos; no es lo mismo anunciar el 155 que aplicarlo; no es lo mismo prometer cientos de miles de empleos -Ay, Moreno- que hacerlo. El circo electoral es una maquinaría destinada a producir titulares. Y el periodismo es el escaparate de esa cháchara imponente.

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