Elecciones Generales. El candidato es el mensaje. Fernando Grande-Marlaska. Nº1 del PSOE por Cádiz

Un ministro 'cunero' sin complejos

  • Sánchez ha hecho con su ministro del Interior lo mismo que Zapatero con el suyo, Rubalcaba: llevarlo a Cádiz. No es una persona catalogable ideológicamente

El ministro Grande-Marlaska en su primera visita a Algeciras

El ministro Grande-Marlaska en su primera visita a Algeciras / Jorge del Águila

FERNANDO Grande-Marlaska, vasco del 62, no tiene problemas con el qué dirán. No le tembló la mano enviando a Otegi a prisión cuando era un juez amenazado por ETA, ni cuando impidió la excarcelación De Juana Chaos o impulsó la vía Nanclares de agrupamiento de los presos etarras arrepentidos. O cuando archivó la causa del Yak 42 para indignación de los familiares de las víctimas. No es Grande-Marlaska juez dogmático. No puede ser considerado un juez progresista ni tampoco conservador, aunque fue elevado a vocal del Consejo General del Poder Judicial a propuesta del PP.

Para ser un tipo que se lleva bien con todo el mundo, Marlaska (Interior) comparte Consejo de Ministros con antiguas compañeras de curro, Margarita Robles (Defensa) y Dolores Delgado (Justicia), que no están entre su círculo de amistades. Entre los tres se las han tenido tiesas y siempre está la figura de Baltasar Garzón de fondo.

Y bueno, luego lo otro, que es lo que todo el mundo sabe de Marlaska. Que un día dijo que era homosexual y qué. Lo hizo sin estridencias, se casó con su novio Gorka, lo publicó la revista Zero, donde buena parte de la sociedad influyente española salía del armario, y adoptó un galgo. Marlaska es Marlaska y si hay algo seguro es que no es de Cádiz.

Con todos estos ítems hay que componer el mensaje, para gran disgusto del PSOEprovincial, que Pedro Sánchez ha querido transmitir situando a uno de los jueces más conocidos de España, pero no juez-estrella, como cabeza de lista por Cádiz, al igual que Zapatero hizo con otro ministro de Interior, Rubalcaba, que acabó tomando aprecio a la circunscripción.

Todo lo que sabe Marlaska de Cádiz, dicho por él mismo, es lo que ha extraído de pasar una semana al año en Costa Ballena, la urbanización de clase media de Rota donde tiene una casa su hermana. Ahora está aprendiendo más con los datos que le pasan y con su presencia casi continua en la provincia. Habla vagamente de lo que lee sobre la decadencia de la industria y que la provincia está para meterle de una vez un plan serio que la saque del ‘rollito’ del paraíso del sur y ofrezca algo más de atractivo empresarial el resto del año. En eso llevamos décadas. Ya se ha escuchado de todo. Marlaska no va a descubrir nada.

Parece ser que por su causa o por otras se ha estado eficaz durante su paso por el ministerio del Interior en la batalla por dar fin a esta temporada de Narcos en la que el clan de los Castaña figuraba en los créditos como guionista. Los reyes del hachís del Estrecho hace tiempo que duermen a la sombra. Se consiguió en cuanto llegaron medios.

Puso pie en pared con la tarea de Salvamento Marítimo en las costas marroquíes, rescatando pateras tras un verano de locos y un otoño desoladoramente trágico con el naufragio de la patera de Los Caños y sus 23 muertes. El increíble balance exponencial de 2018 se detuvo, pero el saldo final fue de record.

También empezó su mandato ministerial hablando de quitar las concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla (¿para qué querrá Vox un muro? Ya hay dos y cortan), pero ahí siguen las concertinas.

La Guardia Civil y la Policía, cuerpos disciplinados pero más ideologizados entre sus mandos intermedios de lo que mucha gente cree, no es que vean al ministro con buenos ojos, pero ya han descubierto algo de su nuevo jefe: no es un peligroso izquierdista. No les pasa lo mismo a los sindicatos de funcionarios de prisiones, y en Cádiz hay cuatro cárceles -una de ellas una de las más duras de España, Puerto 1-, con los que Marlaska muestra su perfil más duro y mantiene un pulso encarnizado.

Habría que analizar si en el casting de junio, cuando Pedro Sánchez hizo sus fichajes -ahora no ha fichado, se ha limitado cargarse a los que votaron a Susana Díaz en aquel duelo al sol-, Grande-Marlaska también jugaba la baza de la cuota de la libertad sexual. A estas alturas existe una inmensa mayoría de españoles a los que les importa bien poco el sexo de con quien duerma cada quien. Pero Marlaska, que no hace de eso bandera y hace muy bien, no meterá eso en sus discursos mientras no sea necesario, lo que habla bien de nuestra sociedad. Bastante tiene con preguntarse qué hago yo aquí y hacer un curso acelerado de por qué Cádiz es una de las provincias más complejas y más pobres de nuestro país.

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