Martes negro para Pedro Sánchez

Las claves

La semana deja a un presidente tambaleante por la polémica del relator azuzada por Calvo, que hubo de dar marcha atrás el viernes a las negociaciones con los independentistas

Pedro Sánchez habla en La Moncloa con la integrantes de la selección española femenina sub 17.
Pedro Sánchez habla en La Moncloa con la integrantes de la selección española femenina sub 17. / Emilio Naranjo / Efe
Pilar Cernuda

10 de febrero 2019 - 05:00

Semana políticamente dramática para el presidente del Gobierno, que se ha visto obligado a rectificar, o más bien a dar marcha atrás, a su proyecto político más importante: las negociaciones con los independentistas catalanes. El martes 5 de febrero se inició un calvario para Pedro Sánchez de imprevisibles consecuencias pero que augura malos tiempos para el Gobierno: las críticas al presidente han llegado al propio Consejo de Ministros aunque los dardos más envenenados los dedican a la vicepresidenta. Carmen Calvo ha provocado la situación más grave que ha sufrido este Ejecutivo, muy debilitado aunque no ha cumplido un año de mandato.

El martes por la mañana, el líder del PSC, Miquel Iceta, anunciaba en TV3 que Gobierno y Generalitat habían acordado nombrar una persona que sirviera de mediador en las negociaciones. Calvo, que esa tarde acudía a la sesión de control en el Senado, se explayó sobre esa figura negociadora y provocó el escándalo político más importante que se ha vivido en España en los últimos años. No se trataba exactamente de un mediador, sino de un relator que levantaría acta de lo que se tratara en la mesa negociadora de partidos, en la que no se sientan, porque no han querido hacerlo, Cs, PP y la CUP.

La polémica subió tanto de tono que, sin temor a represalias –las listas electorales de mayo aún no se han decidido–, al día siguiente salieron a la palestra el presidente manchego, Emiliano García Page, y la ex portavoz parlamentaria Soraya Rodríguez para arremeter clara y, podría decirse, furiosamente contra esa figura que significaba que Gobierno y Generalitat se sentaban en un mismo plano y que, además, los independentistas lograban su eterno objetivo, la "internacionalización del conflicto".

Artadi responde a Calvo

El jefe de gabinete del presidente, Iván Redondo, empujó a Calvo a comparecer en rueda de prensa. Mala idea porque la vicepresidenta, en vez de sosegar con palabras clarificadoras, enredó mucho la polémica. Entre otras razones porque cada vez que hacía una afirmación, Elsa Artadi, desde Barcelona, la desmentía. Lo peor para Calvo fue que la política independentista afirmó que, en contra de lo que explicado por el Ejecutivo, el negociador sería una persona de perfil internacional que conocía bien la problemática catalana, y que la Generalitat ya había adelantado al Gobierno varios nombres.

La sensación de engaño, que llenó de ira a la mayoría de españoles y provocó que PP y Cs arremetieran contra Sánchez y convocaran para hoy una manifestación de protesta –a la que inmediatamente se sumó Vox– no se circunscribió al ámbito de la oposición, sino también al PSOE y al propio Gobierno.

Page, que asistía a un acto militar en Guadalajara acompañando a la ministra de Defensa, insistía en la postura que había manifestado apenas una hora antes, extremadamente crítica, y en su discurso Margarita Robles hizo una defensa incuestionable de la Constitución. Sólo eso, pero a buen entendedor no hacían falta más palabras. El presidente de Aragón, Javier Lambán, también se posicionaba con los críticos a cómo planteaba Sánchez las negociaciones y a lo largo del miércoles se fueron añadiendo a esas voces críticas importantes dirigentes socialistas. Del presente y del pasado, porque , mala suerte para Sánchez, esa tarde presentaba Alfonso Guerra su libro La España en la que yo creo en el Congreso, arropado por importantes miembros de la historia del socialismo. Del PSOE actual, ni siquiera fue la portavoz parlamentaria, una falta de absoluta descortesía. Sólo un miembro de la Ejecutiva, la responsable de Educación, de perfil bajo.

La ignorancia de los ministros

Lo que allí se dijo demostró perfectamente que si Sánchez ya no cuenta con el respaldo de dirigentes del PSOE actual, tampoco con el de las que crearon un nuevo PSOE tras la dictadura y lo convirtieron en partido de Gobierno. Guerra, en un discurso brillante en los que desgranó los valores de la España que él había conocido, hizo gala de su ácido ingenio para pronunciar frases demoledoras para el Gobierno actual, sin escatimar entrar en la polémica del día ironizando sobre la figura del relator o negociador o mediador que, dijo, equiparaba a España con Yemen o Burkina Fasso.

Siendo grave lo que se vivió ese día con las críticas de destacados socialistas del presente y del pasado –a los que se sumó Felipe González el jueves–, lo peor para Sánchez es que miembros de su Ejecutivo ya transmiten en privado su desacuerdo con esa controvertida negociación.

Guerra explicó que Borrell había confirmado su asistencia, pero lo avisó en el último minuto que viajaba a Uruguay a la reunión sobre Venezuela convocada de urgencia. Pero que hubiera confirmado su asistencia ya era un dato. Como el discurso de Robles en defensa de la Constitución al mismo tiempo que Calvo comparecía para explicar lo inexplicable. El malestar de los ministros era por no estar de acuerdo con el mediador, pero sobre todo a que se habían enterado de lo que negociaba Gobierno y Generalitat por la prensa.

Ni Sánchez ni Calvo habían informado a sus ministros. Ni siquiera Ábalos, brazo derecho de Sánchez, ni tampoco Batet, responsable de la política territorial del Gobierno, conocían lo que hablaba Calvo con Artadi y Aragonès, vicepresidente de la Generalitat.

Mediadores, relatores...

La trastienda no gustaba a nadie, porque unos y otros, gobernantes y no gobernantes, socialistas y oposición, se sentían engañados. Calvo se metía cada vez más en un laberinto de medias verdades que los adversarios convertían en mentiras. Los defensores de Sánchez, muy pocos, ponían ejemplos de cómo gobiernos pasados habían recurrido a esa figura para negociar con ETA o con los independentistas. Torpe ejemplo, pero además nunca fue cierto que se usara una figura ajena a unas negociaciones para que diera fe de tales conversaciones, que era lo que decía Calvo que haría ese mediador.

Ni Joan Rigol, ni Urkullu, ni empresarios, ni hombres de la Iglesia, han sido relatores, notarios, sino que han intentado tender puentes... nada que ver con lo que la ONU considera relator. Como bien decía Guerra, si querían a alguien que tomara nota, que contrataran a un funcionario, a una secretaria o que grabaran las negociaciones. La imagen buenista de Calvo no se tenía en pie, quedaba cada vez más claro que asumía lo que exigían los independentistas: una figura internacional que asistiría a las negociaciones para tratar de imponer un criterio asumido por las dos partes.

La semana deja a un presidente tambaleante, aunque Sánchez sigue convencido de que se aprobarán los Presupuestos la próxima semana y agotará la legislatura. Habrá que verlo. De momento, el independentismo ha provocado una crisis muy profunda en el PSOE. Y en el Gobierno.

stats