España

La presidencia española de la UE llega a su ecuador con un balance discreto

  • La negativa de Obama a acudir al encuentro UE-EEUU ha sido el golpe moral más duro por el momento · La crisis económica, la situación griega y las relaciones con Cuba, principales problemas

Tratado de Lisboa, nueva estrategia económica, flamante primer presidente de Europa... y fiasco de la cumbre entre la Unión Europea y Estados Unidos: el balance, transcurrida la primera mitad de la presidencia semestral rotativa española al frente de la nave europea, es matizado, con claroscuros, aunque con un fuerte dominio de la agenda económica.

El semestre arrancaba el pasado 1 de enero en tono de "fiesta española", cargada con algunos de los tópicos hispánicos habituales a ojos de los extranjeros, al tiempo que los primeros fuegos artificiales de 2010 iluminaban la Puerta del Sol, en Madrid, engalanada para la ocasión con los colores de la bandera europea, al igual que otros monumentos de la capital. Pero se trataba de una alegría matizada, casi forzada por el momento: en verdad, los retos de la presidencia española de la UE se agregaban a la hercúlea tarea interna del gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero para sacar a flote al país, sumido en una grave crisis económica, hasta fundirlos -y confundirlos- uno con otro como en una amalgama.

A la presidencia española del bloque le ha tocado el honor de presidir la UE en un momento especialmente relevante para la historia política europea: en diciembre entraba en vigor el Tratado de Lisboa, destinado a superar al Tratado de Niza (de 2001), cuando la UE sólo contaba con 15 socios.

En todo caso, el titánico esfuerzo de la presidencia se ha visto recompensado en algunos casos, y en otros, la fiesta se ha aguado, como tras la negativa del presidente estadounidense, Barack Obama, a acudir, "por problemas de agenda", a la cumbre UE-EEUU, prevista para mayo próximo en Madrid.

Tampoco se ha logrado aprobar bajo presidencia española una polémica directiva para regular los fondos de alto riesgo, que los expertos consideran parcialmente responsables de la actual crisis, debido a las fuertes presiones del Reino Unido, receloso de la independencia de su corazón financiero, la City de Londres.

Los intentos del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, por intentar eliminar -o suavizar- la "posición común" del bloque con Cuba tampoco encontraron eco.

La pretensión de cambiar esa política, que desde 1996 condiciona cualquier profundización en las relaciones bilaterales a una mayor apertura de La Habana en materia de derechos humanos y libertades, se topó con un amplio frente de rechazo en la UE, cuyo Parlamento, además, emitió una fuerte condena al régimen castrista por la muerte, tras una larga huelga de hambre, del disidente Orlando Zapata.

Tal vez uno de los logros más destacados haya sido la aprobación de la estrategia UE 2020, la nueva hoja de ruta comunitaria en materia económica que pretende superar a la fenecida -y enterrada- Estrategia de Lisboa, revisada y corregida, que pretendía convertir al bloque en la economía más "dinámica y competitiva del mundo basada en el conocimiento" para 2010.

Conscientes de la necesidad de sacar al bloque de la crisis, que se ceba especialmente en el empleo, con cerca de un 9% de parados como media en la UE, los líderes europeos se reunieron a finales de marzo en Bruselas para sancionar el nuevo mapa económico de Europa. Esa era, precisamente, una de las principales metas de la presidencia española.

"La idea que prevalece en esta estrategia es la coordinación, ésa es la palabra clave (...) Lo que está en juego es la credibilidad de Europa. Se trata de un paso trascendente", aseguraba Zapatero. Por otro lado, aunque España no esperaba toparse con una crisis como la de Grecia, con un déficit público del 12,7% del PIB, cuando el Pacto de Estabilidad permite un techo del tres por ciento, la presidencia tuvo que lidiar con ese obstáculo inesperado.

Pero quizás uno de los objetivos más sensibles en la agenda, la lucha contra la pobreza, provocó fuertes divisiones entre los 27. No hubo acuerdo sobre el objetivo de sacar de la indigencia a 20 millones de europeos para 2020, como había propuesto la Comisión de Bruselas.

Los problemas de las finanzas públicas helenas pusieron sobre la mesa la necesidad de que Europa cuente con un verdadero "gobierno económico" que coordine y gestione mucho mejor este tipo de situaciones, e incluso se ha aventurado la idea de crear un "Fondo Monetario Europeo a imagen y semejanza del FMI.

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