monarquía | tercer aniversario de la llegada al trono

El trienio de Felipe VI

  • Se cumplen tres años de su proclamación como Rey de España, comprometido con su tarea de representar una monarquía "renovada" para "un nuevo tiempo".

El 22 de noviembre de 1975 Felipe de Borbón es un niño de 7 años que no pierde detalle de la ceremonia en la que su padre, don Juan Carlos, es proclamado rey de España ante las Cortes Generales. El 19 de junio de 2014, con 46 años, Felipe VI llega al trono tras la abdicación de su progenitor.

España ha mudado de piel en todo este tiempo. Si su padre se hace acreedor de la figura de artífice de la Transición en aquellos años convulsos que siguieron a la muerte de Franco y culminaron con el advenimiento de la democracia, don Felipe se marca a sí mismo una consigna que cumplir. Y a la que da toda la prioridad: tiene que regenerar la institución, transmitir a los españoles que los cimientos de la monarquía parlamentaria siguen siendo sólidos y firmes y que se impone la renovación del fondo y las formas que conforman todo lo que él representa. Felipe VI es proclamado Rey de España en un momento difícil y delicado. Los indicadores de los sondeos, encuestas y barómetros de opinión reflejan que muchos españoles restan bastante de aquel valor que otorgaron en otros tiempos a la Monarquía.

En este periodo ejerció el arbitraje en un hecho sin precedentes: la repetición de eleccionesCataluña ha sido la región más visitada por Felipe VI como Jefe del Estado

Felipe VI demuestra en su primer discurso que no es ajeno a esta situación. Al contrario, cita como pilares de este nuevo tiempo en La Zarzuela la integridad, la honestidad y la transparencia. Y como antídoto para ese alejamiento que se ha producido entre no pocos españoles y la Corona hace de una mayor sensibilidad y más cercanía un compromiso. Una frase extraída de aquel primer discurso en el Congreso de los Diputados se hizo merecedora de numerosos titulares: el sucesor de Juan Carlos I encarna "una Monarquía renovada para un nuevo tiempo".

Han pasado ya tres años. Y si el Monarca necesitaba de alguna reválida que corroborara que puede afrontar su papel como primer español dispuesto a acabar con el deterioro de las instituciones y el descrédito de la cosa pública sin generar dudas, el periodo más reciente de su reinado puede considerarse una prueba de fuego.

Fue así como desde su despacho en La Zarzuela, el rey -conocedor desde muy joven del papel que tiene encomendado el Jefe del Estado en la Constitución- reafirmó su neutralidad y su independencia durante la crisis institucional que padeció el país a raíz del bloqueo parlamentario surgido de las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 y que obligó a una repetición de los comicios el 26 de junio de 2016. No es que fueran muchas, pero sí hubo algunas voces que llegaron a demandar algún tipo de intervencionismo por parte de don Felipe para propiciar el final de la interinidad gubernamental y una solución al estado de esclerosis que parecía extenderse en un momento crucial y que perjudicaba de manera grave a las posibilidades que España empezaba a tener para poner rumbo y afianzarse en una más que urgente recuperación económica. Él las desoyó todas. La sintonía que la Casa Real ya estaba recuperando con quienes habían empezado a mirarla con recelo habría saltado hecha añicos ante el más mínimo gesto, en esa dirección, del Monarca. No en vano, ya con motivo del segundo aniversario de su llegada a la Jefatura del Estado, la figura del Rey había sido elogiada con evaluaciones muy positivas de la mayoría de los grupos parlamentarios. Esa acogida la ilustra muy gráficamente la frase dicha entonces por el jefe de un partido que aún no tenía escaños en el Parlamento, Pablo Iglesias, líder de Podemos: "Felipe ganaría" si la Jefatura del Estado hubiera que elegirla.

Era la senda que se había marcado el Rey el 19 de junio de 2014 y no tenía intención de tomar ningún atajo ni coger ningún desvío. Como marca el guión constitucional, don Felipe ejerció el arbitraje que le tiene encomendado la Carta Magna y se reunió hasta tres veces con los líderes de los partidos para proponer un candidato a la investidura como presidente del Gobierno. Mariano Rajoy declinó su propuesta, la primera como vencedor de las elecciones; la segunda al socialista Pedro Sánchez resultó fallida al no contar con el apoyo suficiente en el Parlamento. Don Felipe disolvió las Cortes y se convocaron las elecciones del 26-J. Fue algo inédito. El rey tuvo que afrontar al poco de llegar al trono una experiencia que su padre no tuvo en casi 39 años de reinado.

Como tampoco tuvo que asistir al desafío independentista que desde Cataluña persigue la salida de esta comunidad autónoma de España. Don Felipe se ha fajado con este reto, ha hecho gala de un talante conciliador y ha exhibido la vocación integradora a la que también hizo alusión en su primer discurso al referirse a una España "unida", pero "no uniforme" en la que "cabemos todos". Desde este posicionamiento, Felipe de Borbón ya tiene señalada Cataluña en su agenda como la comunidad autónoma que más veces ha visitado como Jefe del Estado. El Monarca ha aprovechado las ocasiones que le ha brindado su cargo para aterrizar en un territorio al que ha hecho continuos llamamientos. "Cataluña y el Estado deben trabajar juntos", ha proclamado don Felipe en más de una ocasión.

Sin duda, al día de hoy, es el conflicto catalán, con los secesionistas forzando a toda costa el mecanismo de la llamada desconexión, el desafío más duro al que se asoma la institución que representa Felipe VI y el sistema de monarquía parlamentaria "en la que creo, una monarquía renovada para un tiempo nuevo", como el mismo dijo el 19 de junio de 2014. Hace tres años.

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