España

A dos velas

Sabido es que la gravedad es una de las caras de la sinsustancia. Y que la vanidad timorata se agazapa bajo la falsa modestia. ¡Horror! Más excitantes, como toda novedad que se precie, son los palos de ciego del visionario ufano que no quería ver la crisis, o esos cuentos con aroma a cloaca bajo la sintonía bizarra del cumpleaños feliz, por no hablar del ratón tratando de meter al gato el miedo en el cuerpo. Unos espectáculos aliñados con la cocina de la abuela (con sus viejos e incombustibles ingredientes: gravedad, sinsustancia, etc.) y patrocinados, respectivamente, por Zapatero, Aguirre y Cayo Lara.

El gesto grave y severo, el discurso suntuoso y ceremonioso o el tono majestuoso y solemne son moneda corriente entre la clase política y, con la que está cayendo, el presidente del Gobierno no tiene más remedio que atiborrarse. Está a dos velas, que con la matemática no hay piruetas dialécticas que valgan y los viejos oropeles del optimismo en vena tan proverbiales del jefe del Ejecutivo palidecen ante las colas en las oficinas de empleo. Con la perdiz no ya mareada sino loca, parece que las dudas sobre si los costaleros de la crisis acabarán siendo los de siempre ya se han despejado definitivamente, aunque en la retina permanece la humareda de la confusión, con el ministro Blanco poniendo hasta el último momento en la mirilla a las sufridas rentas del trabajo.

A todo esto, Ana Rosa Quintana madruga cada vez más y desde ayer dirige la tertulia política en Telecinco. Dios nos pille confesados, que entre los tertulianos se encuentra Federico Jiménez Losantos, al que la invitada de ayer, Esperanza Aguirre, le miraba con sonrisa taimada mientras el ínclito arremetía -como es habitual- contra Rajoy y luego-mucho más original- contra Rubalcaba, al que la presidenta madrileña le canta lo que haga falta, desde el cumpleaños feliz (como hizo el 6 de agosto), hasta las cuarenta, con la canción del verano del PP: "Las escuchas el que las ha hecho, claramente, es el Gobierno: Rubalcaba". Ahí queda eso. No será tampoco por falta de gravedad. Ni sinsustancia.

Pero lo mejor llegó desde La Zarzuela, donde Cayo Lara se presentó con su pin republicano y le soltó al Rey -con barba y roja corbata, chúpate esa- como quien no quiere la cosa su hoja de ruta hacia la III República. Este minuto de gloria no se lo quita nadie a IU y algún voto se ha ganado. Son las ventajas de que casi nadie te tome en serio: puedes hacer lo que te da la gana. Aunque, por supuesto, sigues a dos velas.

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