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La sinfonía jubilosa de una 'piña'

  • La selección comenzó en el mismo Ernst Happel la celebración de la consecución del título europeo · La alegría de los jugadores, que mostraron su unión en todo momento, eclipsó esta vez la de la grada

El fragor de la celebración dio inicio según Rosetti pitaba el final del encuentro. Con el veterano Luis Aragonés lanzado al aire por sus propios discípulos, la selección de España comenzó el festejo loco en el mismo estadio Ernst Happel, donde por segunda vez en la historia se consagró campeona de Europa.

Tras el pitido final del italiano Roberto Rosetti, el portero suplente Pepe Reina se abalanzó sobre el balón de la final, el recuerdo más preciado del merecido triunfo por 1-0 sobre Alemania en Viena. Y el resto del equipo se abrazó en un racimo -como la piña que es, al decir de Aragonés- en el centro del campo, mientras los suplentes, incluido el héroe goleador Fernando Torres, vistiendo todavía el chaleco del banquillo, se les sumaban de a uno.

Enseguida los héroes españoles de la Eurocopa 2008 salieron en un sprint de felicidad hacia el sector donde se ubicaban los 15.000 privilegiados españoles que presenciaron desde las gradas unas de las más grandes horas del balompié de su país. Mientras, Bastian Schweinsteiger tendido de espaldas sobre el césped masticaba su frustración.

Allí se vio al tercer guardameta, Andrés Palop, vistiendo la camiseta de su histórico colega Luis María Arconada: un error suyo ante el francés Michel Platini provocó la derrota de España en la final de la Eurocopa 1984. Palop se abrazaría luego con el propio Platini, en otra imagen para el álbum de los recuerdos de una noche verdaderamente inolvidable.

Y allí estaba Sergio Ramos, con el torso desnudo y la bandera de Andalucía sobre su espalda, primero, y una camiseta con la fotografía de su ex compañero Antonio Puerta, fallecido en el pasado agosto tras sufrir una crisis cardíaca en el Ramón Sánchez-Pizjuán.

Entonces, Aragonés recibió el merecido homenaje de sus muchachos, lanzado al aire, con el cuerpo tenso y el rostro sonriente. El hacedor del nuevo campeón europeo recibiría luego la felicitación de su colega Joachim Löw, quien, de forma caballerosa, saludó a todos y cada uno de los vencedores.

Entonces, llegó la ceremonia de la entrega de trofeo. Y tras la feliz procesión de todos los hombres enfundados en rojo para recibir las medallas doradas, el capitán Iker Casillas se abrazó con Michel Platini, y los reyes Juan Carlos y Sofía, y entonces le regaló a su país una imagen inolvidable: "A lo Cannavaro", subiéndose a la baranda del palco erigido para la celebración, levantado a orillas del campo, rugió como un gladiador y ofreció la copa con cintillas amarillas y rojas a la multitud, bajo la mirada resignada de sus rivales, los jugadores alemanes.

Quedaba la vuelta olímpica, antes de los fuegos artificiales y la lluvia de confeti y serpentinas. Y El Niño Torres, envuelto en una bandera española, empuñó la copa con las manos y el alma, en una nueva galopada, similar a la del gol que ayer lo hizo definitivamente grande e hizo gritar campeón a España, 44 años después.

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