feria del caballo 2018 · La crónica del alumbrado

Jerez se vuelca en su Feria y los moteros montan su fiesta

  • Multitud de jerezanos y visitantes llenan las calles del Real en el encendido del alumbrado

  • Los asistentes al Gran Premio llegan con cuentagotas al recinto ferial

Un grupo de moteros se divierte anoche en la Feria tras el encendido del alumbrado. / MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ

¡hiii, hiii, hiii!. No es un jerezano afirmando, sino el sonido del relincho de los equinos que celebran desde las cuadras del Depósito de Sementales la inauguración oficial de su Feria, la del Caballo, que en la presente edición está dedicada además al Pura Raza Española. El relincho llega más nítido, como con eco, desde la cercana Ifeca, en la que finalmente, y no sin esfuerzo, tendrá lugar Equisur, el concurso morfológico de ganado selecto caballar que cerca estuvo de trasladarse este año a Chapín por los problemas estructurales en la cubierta del pabellón de la Institución Ferial de Cádiz.

Hay cosas que se tuercen, pero que acaban enderezándose. En la Feria pasa con frecuencia. Casi todos los años parece que no se va a llegar a tiempo: que si las casetas no van a estar listas para la apertura; que si el piso del Hontoria está lleno de boquetes, que si hay un cortocircuito y deja a una calle entera sin luz; que si sale ardiendo la carga de un camión de la basura...

Siempre la misma cantinela, pero por arte de birlibirloque, al final todo acaba encajando para estar a punto en la inauguración, cuando el estallido de júbilo de las miles de personas concentradas en el Real se escucha en kilómetros a la redonda como sonaría en el Metropolitano la ansiada y merecida celebración de la victoria en la Champions del Atleti. Ojalá llegue más pronto que tarde.

De vuelta de Madrid, y con los pies en el maltrecho albero del jerezano Hontoria, aunque no tanto como lo dejaron el paso de un temporal detrás de otro -los 60.000 euros invertidos para su reposición, aunque sea la primera intervención en diez años, no dan ni para el perímetro-, me paro en la cruceta del Paseo de las Palmeras con el Principal para tener una panorámica del alumbrado, el que deslumbró al resto de ferias que no dudaron en copiarlo, porque lo que luce -por decir algo- en las calles secundarias desmerece. Vamos, que no pega ni con cola.

Suerte que el año que viene habrá nuevo alumbrado, pues toca negociar el pliego de condiciones de la Feria con las empresas adjudicatarias, entre ellas la de la iluminación, a la que deseo todo el acierto del mundo para que el Real, de cabo a rabo y sin excepción de las calles secundarias, luzca como ningún otro.

Son 1.135.107 puntos de luz y 339.052 puntos led repartidos por 258 arcos -de los que medio centenar son dobles-, 16 guirnaldas y 97 proyectores. En suma, cerca de 3.500 watios con los que cualquier compañía eléctrica se frotaría las manos al precio que está la luz, y todo con un coste total de 744.000 euros, que no es poco aunque sea el mismo que un año atrás.

Falta poco para el encendido, y el entramado de pórticos y arcos sorprende si se observa detenidamente antes incluso de iluminarse. Dirijo mis pasos hacia el templete municipal, donde esperan impacientes los representantes del sector ecuestre, el presidente de González Byass, Mauricio González Gordon -en calidad de patrocinador de la Feria- y la alcaldesa, Mamen Sánchez, junto a un buen número de miembros del Gobierno local, la Corporación jerezana y de entidades, asociaciones e instituciones de toda índole.

La dedicatoria al Caballo de Pura Raza Española era de cajón. No en vano, Jerez ostenta este año el título de Ciudad Europea del Caballo, otra oportunidad para reivindicar su peso dentro de la industria ecuestre nacional e internacional, aunque cabe esperar que con mejor suerte que el año que acogió los Juegos Ecuestres Mundiales (2002), que dejaron una roncha considerable para las arcas municipales.

La edición de este año de la Feria coincide, además, con el inicio de los trámites por parte del Gobierno central para la declaración de la cría del caballo de pura raza española como manifestación representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial. Ahí es nada.

Antes de la ceremonia del encendido del alumbrado, el discreto castillo de fuegos artificiales, con un presupuesto mucho más modesto que el despliegue lumínico, en concreto 2.000 euros -lo mismo también que en la edición anterior- anuncian la proximidad del encendido.

"Quedan dos minutos", avisa un técnico municipal a la alcaldesa, que reposa las manos en el botón rodeada de niños para la ocasión.

Por cierto, siempre me he preguntado por qué el castillo de fuegos en Jerez -todo sea dicho, no aporta gran cosa- es el día de la inauguración y no el de la clausura como acostumbra a hacerse en la práctica totalidad de las fiestas populares de la tierra patria. Otro misterio sin resolver.

Entre tanto, en la avenida Álvaro Domecq, frente al Coloma, los moteros viven su propia feria y hacen rugir sus motores con la música a toda pastilla de los tres bares de copas que han sacado a la calle barras y altavoces para animar la fiesta. En la Feria se ven pocos moteros o van disfrazados de paisanos, aunque alguno hay disperso entre la muchedumbre.

Caseteros y alcaldesa reconocen que el viernes tampoco es que hubiera gran presencia de moteros en la Feria, al menos antes de que las casetas se transformaran en discotecas a la hora del cubateo.

¡Hiii, hiii, hiii! Hoy el relincho de los caballos se oirá en toda su plenitud en el paseo de caballistas, otro de los atractivos de la Feria, en la que también finalizará el viernes la parada hípica de la Guardia Real y el Real Club de Enganches de Andalucía tras su recorrido por parte de la avenida. Y en lo que la alcaldesa llama el 'domingo de resaca', ya sin Feria, los caballos protagonizarán una subasta para poner punto y final a la semana de fiesta.

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