La crónica del Viernes

El Real arde en sus últimos días

  • Muchos caballistas y coches abarrotan con cierto descontrol el Hontoria en una jornada calurosa y muy animada. El sábado promete y cierra una semana para todos los gustos.

Según los cálculos, ayer tocaba Feria. Para no saturar la cabeza y la cartera, hay quien va al Hontoria un día sí y otro no. Aunque seguramente nada de esto se cumpla finalmente y el afectado acuda cuando la tarjeta y su cuadrante personal se lo permitan. Porque si hay algo que reconocer de esta semana es que es larga, pero no se hace larga.

Empezó la cosa ya muy fuerte el sábado con la inauguración, y continuó el domingo a tope porque el lunes era festivo. Querer llegar hasta el viernes como si aquí no hubiera pasado nada, pues hay quien lo consigue. La cuestión es que de nuevo, en la tónica de la semana, el mediodía fue bastante tranquilo. Obviamente con algo más de movimiento que los días anteriores, pero sorprendentemente las terrazas de las casetas tenían mesas libres para almorzar, algo que en años anteriores esto era impensable. ¿Dónde hay que buscar la causa? Pues seguramente en que ya son bastantes las jornadas de Feria que el cuerpo lleva en lo alto y que comer en el Real nunca fue barato. Así que un día más, el bullicio llegó a partir de las 4. A partir de ahí, todo fue in crescendo.

Una ligera brisa aliviaba en cierta medida el paseo de caballos, aunque el polverío convertía la escena en una película del oeste con algo más de señorío. Muchos caballistas y muchos coches, algunos a más velocidad de la debida y con menos calidad de la pretendida, no como años atrás, todo hay que decirlo. Se nota, en este aspecto, cierto descontrol. Parece que crece el alquiler de carruajes y que ya no se apuesta tanto por lucir bellos enganches a diario porque esta realidad es cara. A pesar de todo, el paseo de caballos fue la atracción de turistas y visitantes, que buscaban buenas perspectivas desde las zonas centrales del Real para llevarse en la cámara un buen recuerdo.

Y quien no puedo aguantar más, encontró en el césped de la rotonda de la encrucijada un lugar fresco en el que posar los pies. Otros se tumbaban a la bartola para recuperar los ánimos. Tres suspiros después, hala, al ataque otra vez y a esquivar los boquetes en el albero. Llegan las horas de las actuaciones y hay que arrimarse a la que mejor suene porque es cierto que algunos artistas han llegado hasta hoy con la voz de otro. Se nota que este año, especialmente, las casetas han apostado por las actuaciones y por animar al personal. Y se ha conseguido.

Cócteles, mousse de rebujito, almendras, pinchitos, gambas, agua, tortilla, otra media, una cerveza... Sí hay estómago que lo aguante, a miles, y lleva pasando muchas décadas. Pase lo que pase, esta Feria siempre seguirá siendo la mejor del mundo, aunque siempre se puede brillar más. Lo cierto es que la fórmula funciona. Empezar un sábado y añadir un lunes festivo contenta al personal. Hay días para elegir y fiesta para reventar.

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