Caballos

Seduciendo a lo salvaje

  • Champú suave y brillo labial para potenciar la belleza del caballo árabe. La arcense María Ruiz, única mujer en la raza, llevará del ramal dos potros a Equisur.

En el kilómetro 3 de la carretera de Arcos a Bornos se esconde una escuela de artes escénicas para caballos. El sitio es un centro hípico modesto que acepta la convivencia, la pacífica convivencia, de caballos, pollos y perros de agua. Entro dispuesta a hacer el animal. Me aplomo ante María Ruiz con mis cincuenta kilos en líneas rectas. Coloco la barbilla alta, el cuello estirado, la espalda erguida y los brazos en jarra. "Y bien, ¿cuál sería el patrón racial de los ciento sesenta y cuatro centímetros de alzada si yo fuera équido?", pregunto. La maestra -posiblemente, la única en la materia- me observa desde todos los ángulos. Se agacha, escanea. Permanezco inmóvil, con la mirada fija y moscas a mi alrededor. Los demás miran, sudo. Soy caballo y empiezo a estresarme. Intento mantener la concentración en lo que hago, que ya parece innecesario. Se ríe y por fin concluye: "Tendrías que engordar unos pocos de kilos pero creo que serías una yegua pura sangre inglesa, de velocidad". Qué relax. Ahora que podría tutear a Usain Bolt y a la yegua 'Teresa' -la mejor velocista del turf español-, queda descartada toda posibilidad de compararme con el único ejemplo de belleza equina: el pura raza árabe, estirpe del profeta Mahoma dice la leyenda. O la realidad. No se sabe con certeza. Él es hermoso y dócil, y también temperamental e incluso inteligente. Posa como nadie. Inmóvil es una estatua que arde de ojos negros como el petróleo y un hocico que cabe en la palma de la mano. En movimiento, los 450 kilos no pesan, flotan armónicos. La crin sedosa acaricia el cuello de cisne y la cola es una bandera altiva. La presentadora tiene el secreto para que su par de potros deslumbre en Equisur como un oasis en el desierto de Arabia del que brotó la raza en tiempos del diluvio. "Me tienen que dar cuello y orejas; es lo más difícil de conseguir y lo que más le gusta al juez, el arco de la musculatura y una mirada viva y atenta". Pedir brío a un caballo dentro de un edificio de hormigón no es tarea sencilla. "El caballo se expresa mejor al descubierto pero es lo que hay".

Tiene 40 años y un currículum brillante en el sector primario. Hizo la vendimia, verdeó la aceituna, cardó la remolacha y sacó papas durante temporadas. Se levantaba cuatro horas antes de ir al colegio, primero en Sevilla por el trabajo de su padre (yegüero en La Aldara, de Diego Méndez) y después en Arcos, para ordeñar las cabras con su madre, que terminaba los quesos. Pero pronto lo dejó. "Lo mío siempre ha sido la agricultura, el campo. Los libros, no", dice mientras prepara el desayuno. En Galicia estuvo redondeando derivados de la leche durante los últimos doce años. "Esos quesos eran de vaca y cada una tenía su nombre y yo las cepillaba y las paseaba para llevarlas al prado". Hace un año su padre se retiró de las pistas y su hermano se vio solo con la manada. "Era el momento de volver y hacer lo que siempre he hecho a la sombra", recuerda. En ninguno de los trabajos ha llorado de emoción. En el actual sí. "Se pasa muy mal, me entra de todo por el cuerpo y me lío a llorar cuando los veo que se entregan, que dan el trote, el cuello, la mirada…".

'Chirivel' encara a la entrenadora y a la cámara mejor que yo. Está desnudo y ensaya para el jueves porque se va a medir con los de su edad en un concurso histórico. Ha nacido en la yeguada murciana de Juan Jódar y desde febrero entrena junto al embalse para cautivar al que lo mire sin ser muy consciente de su hermosura. Su pelo parece cobre y María lo lavará con champú para cabello delicado y mascarilla capilar. Después abrillantará la cabellera con spray para caballos dorados y le depilará el bigote, el interior de las orejas y las cejas casi completamente. Solo faltará destacar con aceite corporal el aterciopelado hocico y los párpados de unos ojos que parecen esculpidos. De metrosexual. "Con los más pequeños es difícil quedar bien porque tardan en concentrarse". Lo vuelve a intentar. Se inclina hacia atrás con el brazo en alto sujetando un látigo corto que acaba en una colorida mecha y el añojo la busca alargando el pescuezo. Por fin entra en el canal de comunicación de la mentora. Ahora arquea el cuello como un veterano. Sube las orejas, abre más los ojos y los ollares. Se queda de piedra y entonces la cámara dispara. "Le queda trabajo por hacer", apunta el perfeccionista padre. ¡Claro, es un potro! "A los dos, al caballo y a ella", corrige.

Lo que no entenderá nunca 'Alejandra' es por qué el jibhá de su cara no es perfecto. La curvatura cóncava del perfil del árabe es deseable pero no imprescindible. Lo dice el patrón racial de la Aecca. Y en unas estirpes es más pronunciado que en otras. En la raza hay cuatro grupos principales: la línea polaca, egipcia, rusa y española, que es la más fuerte pero no la más estilizada. Ella pertenece al último bloque. Por su sangre se saludan con frecuencia genes que llegaron a España vestidos de militares en el siglo XIX desde las últimas dunas de oriente. Su piel va a ser blanca como la nieve y la nariz y la mirada, de oscuridad cósmica. "Pero no es suficiente. Se han puesto de moda otras líneas que tienen caras más pequeñas y chatas y, en general, menos calidad y tipo. Son frágiles. Y el pure spanish, no. Están ganado raids en los países árabes. Vienen y los compran para practicar un deporte extremo en un lugar extremo". Aún así, por una solemne raceadora como ella, que ha nacido en casa de los Ruiz hace tres años, podrían llegar a pagar hasta 50 mil euros. No más. Los más cotizados son los egipcios. Uno de ellos está en España. Un jeque ofreció por él 600 mil en París la noche antes de la final del Campeonato del Mundo de la raza pero Fausto Ferrero no dobló el cheque y 'Ma Shadow El Sher', el campeón, sigue alimentándose en Palma de Mallorca de la mejor alfalfa, habas, zanahorias, heno en flor y una amplia variedad de cereales y vitaminas. Como 'Alejandra', que presumirá estos días de cuerpo y estilo. Vencerá el miedo escénico en Ifeca y arqueará de manera natural su milenario cuello, que en la raza se conoce como huella del profeta.

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