Liberté | Festival de cine de Sevilla

La larga noche de los libertinos

Una imagen de 'Liberté', de Albert Serra.

Una imagen de 'Liberté', de Albert Serra.

Eterno aspirante al más refinado y culto trono de la provocación (¡a estas alturas!), Albert Serra prolonga el filón afrancesado del cine de pelucas, velas y polvos blancos (Història de la meva mort, La muerte de Luis XIV) convocando nada menos que al Marqués de Sade, a Casanova o al sátiro Apollinaire para seguir camuflando entre las elites cinéfilas esa condición netamente performática (con perdón) de su cine que conecta con el museo y la pamplina contemporánea, ahora a propósito de una particular noche suspendida y liberada en pleno siglo XVIII en la que un grupo de amos y sirvientes, nobles y plebeyos, hombres erectos (o no tanto) y mujeres deseantes, se entregan a los más depravados placeres del cuerpo y la mirada en un mecánico y blasfemo ritual sin tapujos ni límites para el crescendo escatológico.

En su artificial escenario boscoso de umbrales de luz y fondo sonoro de grillos, Liberté despliega su inconstante dispositivo de voyeurismo, puntos de vista, distancias, fornicio y tocamientos haciendo que sus criaturas se muevan como muertos vivientes dispuestos a satisfacer sus fantasías e instintos y a quebrar todos los tabúes respecto al sexo, la dominación, la humillación o el masoquismo lejos de la sociedad, un despliegue cansino, desarticulado, circular y pretencioso, tremendamente aburrido en cualquier caso, en forma de tema y variaciones donde la palabra políglota, oh, sí, acaba funcionando siempre mejor que la imagen (velada) como mecanismo activador de un erotismo sin corsés que conduce irremediablemente a la deshumanización y la muerte.

Puestos a provocar de verdad, lo suyo hubiera sido programar esta película en las galas de inauguración o clausura del festival y no un domingo electoral de resaca en un pase de prensa a las nueve de la mañana.