Festival de Cine de Sevilla

La tentación de ser (demasiado) humanos

  • El historietista Lorenzo Mattotti cautiva con su primer largometraje, 'La famosa invasión de los osos en Sicilia', una adaptación de un cuento de Dino Buzzati presentada en la Sección Oficial del certamen

El historietista Lorenzo Mattotti (Brescia, 1948), este miércoles en el 'photocall' del festival.

El historietista Lorenzo Mattotti (Brescia, 1948), este miércoles en el 'photocall' del festival. / José Antonio de Lamadrid (SEFF)

No es fácil toparse con alguna de ellas, pero hay películas de las que se sale con la mirada más limpia. Existen, también, fábulas tan lúcidas que no sólo no se limitan a lanzar su mensaje moral subrayado y en mayúsculas, sino que por el contrario invitan, más que otra cosa, a desconfiar de quienes necesitan una tarima elevada para exhibirse dictando su lección. Extraordinario por estas razones y también –esto es cine– porque constituye un verdadero festín para las retinas, el primer largometraje del veterano historietista Lorenzo Mattotti, presentado ayer en la Sección Oficial del SEFF, ofrece una historia de espíritu atemporal que, sin temor a ser tierna –ajena por tanto al cinismo, esa dudosa conquista de los listísimos adultos–, parte de la aparente candidez de los relatos infantiles para hablar de algo que importa a cualquier edad.

Fábula sobre la compleja relación del hombre con la naturaleza, sobre el veneno sin antídoto del poder y sobre los vicios del ser humano, La famosa invasión de los osos en Sicilia fue, primero, un cuento para niños de Dino Buzzati, conocido especialmente por la demoledora alegoría existencial que formuló en su novela El desierto de los tártaros. Con un tono muy diferente, claro, aunque sin dejar de mirar con fatalismo y melancolía las cosas vanas de los hombres, el gran escritor italiano entregó en 1945 un relato amenísimo que narrativamente es como una montaña rusa.

"Es una historia profunda, además con esa capacidad que tenía Buzzati para contar el misterio, lo raro y lo fabuloso, pero es que encima está llena de aventuras, de criaturas fantásticas y fantasmas... Yo no entendía cómo este libro no se había adaptado antes al cine", dice Mattotti, respetadísimo autor de cómics amén de colaborador de Michelangelo Antonioni, Wong Kar-wai o Steven Soderbergh, ilustrador de The New Yorker y Le Monde y cartelista del Festival de Cannes.

Una imagen de la película. Una imagen de la película.

Una imagen de la película. / D. S.

El libro, y ahora también la película de Mattotti –que contó para hacer el guión con la colaboración de Jean-Luc Fromental y Thomas Bidegain, este último director de cine y colaborador de Jacques Audiard en algunos de sus mejores trabajos, como Un profeta–, cuenta la historia de Leoncio, rey de una comunidad de osos que viven en la montaña, cuyo hijo, mientras juega con él en el río intentando aprender a capturar salmones, desaparece de repente. Desolado, el rey de los osos decide bajar con los suyos a la ciudad para buscarlo, sin saber todavía que su cachorro fue apresado por unos hombres y vendido a un circo. Tras una serie de peripecias, vencidos los humanos –pese a que el ánimo de los osos jamás es belicoso–, los osos se hacen con el poder y durante años gobiernan con justicia y sabiduría... hasta que la armonía salta por los aires, pues poco a poco los osos se fijan demasiado en algunas costumbres humanas como el lujo, la avaricia o la necesidad de dominio sobre los demás.

"Mi primera referencia fueron los propios dibujos de Buzzati", explica Mattotti sobre el planteamiento visual de la película. El escritor, que también pintaba, creó para esta historia unas ilustraciones que tenían, como sus propios textos, un aire "metafísico y a veces surrealista". Muchos de ellos los ha incluido Mattotti en la película, por ejemplo en los tapices que decoran los muros del palacio del Gran Duque de Sicilia o la iglesia de la ciudad. Por lo demás, detalla el historietista, el criterio en todo momento fue acudir a las "raíces estéticas europeas e italianas". 

Otro momento de la adaptación del cuento de Buzzati. Otro momento de la adaptación del cuento de Buzzati.

Otro momento de la adaptación del cuento de Buzzati. / D. S.

"Tras las imágenes de la película está, evidentemente, mi amor por la pintura italiana y la iconografía mediterránea, algo que se puede apreciar en el tipo de luminosidad de la película. Quise exprimir la fuerza expresiva del color, su capacidad de comunicación, su poder para transmitir alegría y energía. También le dediqué mucha atención a la composición de la imagen, y en esta tarea volqué mis 40 años de experiencia como dibujante. Me interesaba que tuviera una estructura gráfica, no naturalista, centrarme en las proporciones, en el aire de las imágenes y en los contrastes de luz y sombras para crear espacios con profundidad”, comenta sobre la contagiosa fuerza plástica de la película, en la que abundan los guiños a otras devociones personales como la tradición impresionista o las plazas metafísicas de Giorgio de Chirico.

Con un final más abierto a la esperanza –o más abierto, a secas– que el del relato original, el director e historietista explica que a la hora de plantearse esta versión cinematográfica prefirió centrarse en la reflexión sobre la relación del hombre con su entorno. "Lo que vemos en la película es que los osos se comportan como huéspedes, es decir, como invitados de la naturaleza. En cambio, los hombres actúan como amos, como dueños que se creen con derecho a modificar e incluso destruir cuanto desean", dice como todo comentario sobre el discurso moral de La famosa invasión de los osos en Sicilia.

Otra imagen de la película. Otra imagen de la película.

Otra imagen de la película. / D. S.

En todo caso, apunta, por encima de todo su intención fue hacer esta película para “poner el fabuloso misterio de Buzzati al servicio de los niños". Cabría matizar únicamente que el alcance de la película es bastante más amplio. Y que el placer de dejarse envolver por una historia contada con derroche de imaginación, resabios de la commedia dell'arte, abierta al asombro más genuino y bellísima e imaginativamente plasmada en imágenes es incluso mejor que darle al final la razón (que la tiene).

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