Cultura

'Un gran día para ellas': La medida de un festival

Para cerrar, cine viejuno, y del malo. A la justa medida de un festival que se ha hecho fuerte en la mediocridad y uniformidad de su oferta. Suponemos que la presencia de una película como Miss Pettigrew lives for a day (Un gran día para ellas) en la sección oficial responde a ese empeño populista de querer ofrecer un poco de todo e incluir cine para el "gran público" entre apuestas más arriesgadas, que tampoco es el caso. Desde esta perspectiva se podría entender tal vez que las acartonadas hechuras y el espíritu apolillado de esta ligereza británica ("alta comedia" se han atrevido a llamarlo) tuvieran cabida en un concurso. El problema no es ya ese, discutible en todo caso, sino determinar a qué público va realmente dirigida esta película. Desde luego, no al de un festival de cine; mucho menos a un público de este siglo.

La cinta del director de origen indio Bharat Nalluri asume los fastuosos ropajes de la sofisticación y el más neutro academicismo para emular la estética y los modos del cine de la época que retrata, a saber, los años de la Segunda Guerra Mundial en el Londres más glamouroso y chic de los ambientes del teatro musical. Si la Historia pasaba por allí en económico fuera de campo, la cinta asume su deuda teatral (y no estamos hablando precisamente de Lubitsch) y despliega su moral de confesionario con pocos atractivos más allá del retrato de una pícara arribista (Frances McDormand, rostro tragicómico per se) convertida en complaciente celestina de un enredo de alta sociedad. Lo que pretende ser una versión elegante y british de aquella fábula sobre el poder de la identificación y los sueños escapistas que era La Rosa Púrpura del Cairo, queda aquí aplastado por la falta de distancia y un tono de novela rosa incapaz de articular discurso alguno sobre la condición de clase más allá de un anecdótico apunte ambiental dickensiano.

Irremediablemente cursi y demodée, conservadora en su amanerada amnesia al servicio de la fábula romántica, la costosa operación nostálgica no alcanza ni tan siquiera esas mínimas cotas de sofisticación, ritmo, ambigüedad y gracejo que, en el mejor de los casos, la hubieran emparentado con ese cine de antes al que inútilmente fotocopia.

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