Luis 'El Zambo'. Cantaor

"Ahora soy más formal, si quieres comer de esto no te puedes emborrachar todos los días"

  • El director de cine Carlos Saura ha tirado de su voz sabia y cabal para dar el toque más añejo a su última película.

Con el paso del tiempo, Luis Fernández Soto ‘Luis El Zambo’ se ha quedado como uno de los pocos baluartes que ondean la bandera del cante rancio. Pese a su retiro en la vecina Rota, no ha perdido el cartel y hasta el propio Carlos Saura ha tirado de su voz sabia y cabal para dar el toque más añejo a su última película.

—No estaba en el Festival en solitario desde 2006. ¿Ya tocaba?

—La verdad es que sí. Estoy contentísimo de cantar en el Festival, en tu tierra, que siempre te satisface. Espero que la próxima vez no me lleve tanto tiempo, que se acuerden de los flamenquitos que estamos ‘esmallaos’ (risas).

—Usted ya sabe qué es Villavicencio para el artista. ¿Tan complicado es cantar allí?

—Que va, allí se pasa bien. Es como cantar en la puerta de tu casa. Sin micro ni ná, mejor. Hay que ser serios, porque sin seriedad no hay cante, pero para cantar es el que más me gusta junto con el Teatro Villamarta. En los Apóstoles no sé, porque nunca he cantado. El Palacio es para escuchar cante en condiciones. Lo malo es la hora, porque tiene la comida aquí (risas).

—Entre Poveda y el extranjero se pasa usted poco por Jerez. ¿Tan caro tiene su caché?

—No, eso es lo que la gente se cree. Muchas veces no me llaman porque les da miedo hablar conmigo, se creen que les voy a pedir el oro y el moro. Hablando se entiende la gente y si a mí me llaman y me dicen ‘Luis, esto es lo que hay’, se puede llegar a un acuerdo. Ahora, lo que no nos van a dar es lo mismo que a un novel porque aunque con sufrimiento, uno tiene un nombre. Es bueno que metan a jóvenes, pero no todo el cartel.

—Dicen los que le conocen que se ha vuelto usted muy formal....

—Pues sí. Me he puesto formal por la edad y porque también, si quieres comer del cante te tienes que poner en ese plan. Si eres cantaor no te puedes emborrachar todos los días. ¿Por qué? Porque cuando te subes arriba la gente espera de ti, y si no das lo mínimo, el público lo nota. Si dejas de beber, de fumar, de trasnochar, te cuidas y duermes todos los días diez o doce horas y estás descansado me parece a mí que no es igual que estar todos los días de allá pacá. Llega un evento y la voz la tienes clara, la cabeza despejada, y no es igual cantar después de una borrachera que estar descansado.

—Pero es que se ha ido tan lejos que ya no se acuerdan de usted...

—Estoy en Rota, tampoco estoy tan lejos (risas). Me conozco y tengo una falta grande. No puedo probar el alcohol en demasía porque no controlo, por eso no bajo por Jerez. Todo el esfuerzo que estoy haciendo por esta profesión no me compensa si despúes me voy de borrachera. Mi camino correcto es estar en mi casa con mi mujer y mis hijas y de ahí no me va a apartar nadie.

—¿Qué ha supuesto para usted grabar con Carlos Saura?

—Me parece fantástico, para mí era impensable que me llamara ese señor. Ir con 60 años a hacer esa película no me lo esperaba. Cantamos Jesús Méndez y yo por bulerías, con la guitarra de Moraíto y la Peña de Tío José de Paula. Ha sido un cosa muy grande, de las más grandes que me han pasado. Cuando escuché el teléfono y me dijeron ‘¿Luis El Zambo?, ¿quién es? Carlos Saura. Dígamelo usted otra vez que no me lo creo’. Me lo explicó y ha sido una satisfacción grande, que se acuerden de mí para trabajar gente como él o Miguel Poveda es un orgullo.

—Ahora que le ha cogido el regusto a la profesión, ¿no se arrepiente de haberse dedicado antes?

—Si te soy sincero nunca me he planteado ser artista, sólo me lo plantee cuando las cosas se me torcieron. Yo vivía muy bien con el pescado y no me da vergüenza decir que he sido pescadero durante cuarenta años. Llegó un momento en el que había que cambiar y cambié. Mi padre me decía que de artista nada, ‘te mato’. ¿Por qué? Porque había visto que los artistas de su familia no ganaban dinero. Mi Tío Borrico llegaba a la venta de Benjamín y estaba esperando que alguien le diera quinientas pesetas para que comiera. Yo he criado a mis niñas sin fatigas y no me arrepiento. Lo único que te da pena es que ves a los niños de hoy día con esa fuerza y tú ves que tienes una edad y no la tienes. Te preguntas ‘me tenía que haber metido a cantar antes’. Pero eso lo digo ahora.

—Ya que habla de los jóvenes, ¿cómo ve el futuro del flamenco?

—Ahora los cantaores son robots. Lo que había antes en el cante ya pasó. Hoy se chilla mucho y todos quieren demostrar quién tiene más fuerza. La fuerza es necesaria, pero en su momento. No se puede salir desde el principio pegando caña. Hoy todo ha evolucionado pero hay cosas que están bien y otras que están mal. No te puedes quedar parado. Yo siempre pongo el ejemplo de mi primo José (Mercé). Él se ha llevado toda la vida cantando pa atrás y hacía sus palos de cante normales, pero ya como artista principal le propusieron eso y dijo ‘vamos al toro’. Pero para hacer eso primero hay que ser figura. Hoy no, desde que salen quieren ganar dinero y eso no es. Ahora cantan dos veces y ya están pidiendo dos mil euros.

—Al menos los jóvenes de su barrio dicen que ahora quieren empezar a hacer cosas...

—Sí, he leído que se van a poner las pilas. Eso es bueno. En eso admiro a los del Barrio San Miguel, están metidos en su papel y eso me parece muy bien. Cuando lleven quince años de cantaores flamencos y en un momento dado le presentan hacer algo diferentes pues vale, pero antes hay que tener un currículo. Eso hay que ganárselo a pulso como se lo ha ganado José Mercé o el difunto de Fernando Terremoto, que Dios lo tenga en su gloria. Todo el mundo no puede ganar dinero con la música y todo el mundo no es Miguel Poveda ni José Mercé.

—¿El público de hoy es exigente?

—El público de hoy se conforma con nada. Yo escuchaba a mi abuelo hablar de que a los cantaores le tiraban tomates y huevos. Ahora dices tú fuera en un sitio de esos y te echan. Hombre, eso tampoco es (risas), porque a mí no me gustaría que me tiraran tomates, yo no canto bien todos los días. Pero antes era así, por eso había tanto miedo a meterse a artista. Había un público muy exigente, estaba Marchena y esos cantaores tan buenos y entonces, el que cantaba mal le tiraban huevos y de tó. Pasa como con los toreros. Al Morcilla lo tiraron a la fuente de la Plaza Aladro. Lo cogieron a hombros y ‘fuuuuuu, arza’ (risas). Lo bueno es que el público es respetuoso y más si te sales a Europa. No veas cómo es el público en Holanda o en Alemania. Cuando cantas no escucha ni una mosca.

—Usted se ha quedado como un emblema de la bulería corta de Jerez, ¿corre el riesgo de perderse?

—Espero que no, pero es que ahora todo es cuplé. El cuplé es bonito, pero para las cupletistas. Mairena decía que como se canta en Jerez por bulerías no se canta en ningún lado. La bulería de Jerez bien cantada donde vaya gusta, porque es el cante más bonito que hay. Eso se debe cuidar en la Fiesta de la Bulería y con gente de Jerez, pero ahora los políticos no se dejan aconsejar y en vez de tener a gente al lado que no ha visto ni un flamenco en su vida deberían hablar con los artistas. Antes venían Terremoto, El Borrico y La Paquera a la Bulería y después un figurón. ¿Mairena? Pues Mairena. ¿La Perla? Pues la Perla. Es que los artistas en Jerez no tenemos ni voz ni voto. No digo que se deje de lado a la juventud, que es el futuro, pero tampoco que vaya en bloque. Vamos a dejarnos ya de tanto cuadro. Los cuadros pa Murillo (risas)

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