XXIV Festival de Jerez

Bailar desde el interior

Bailar desde el interior

Bailar desde el interior / foto© Miguel Ángel González

Cuando alguien pasa catorce años bajo la sombra de una artista como Eva Yerbabuena, es normal que en cada puesta en escena, en cada baile y en cada movimiento haya una estela de dicho origen. Hasta en el concepto musical se pueden comprobar destellos de esa ‘madre artística’ con la que ha crecido y desarrollado su formación.

En ‘Ser, ni conmigo ni sin ti’, la primera propuesta personal que ha traído al Festival, la cordobesa irradia todo lo anteriormente comentado, añadiéndole ideas que ha creado junto a la siempre inquieta mente de Ángel Rojas.

La obra, en la que la joven artista intenta romper con sus miedos para mostrarse tal y como es, ofrece pinceladas de originalidad, aunque a veces, en esa lucha interna por salir de su abismo, nos dibuja un panorama excesivamente negro y oscuro, hasta el punto de que en muchas fases de la misma uno tiene la sensación de ver una escena monótona y repetitiva. Todo discurre de una forma tan lenta que se acaba cayendo en el aburrimiento.

Con un buen trabajo de luces, y una aportación musical excelente, pues las composiciones de Juan Campallo lucen sobremanera, Mercedes de Córdoba se nos muestra como una artista versátil, con un lenguaje dancístico que mezcla la raíz más pura con terrenos más actuales. Lo comprobamos por tarantos, de lo mejor de la obra y donde la bailaora se exprime por hacerse grande ante el cante siempre llamativo de Enrique El Extremeño, toda fuerza y profesionalidad, y los metales sutiles de El Pulga y Jesús Corbacho, puros contrapuntos.

Es una pelea larga, intensa, pero donde Mercedes consigue arrancar los olés del público en más de una ocasión. Lástima que a veces el espacio lumínico elegido la encorsete por momentos, ya que tiene que moverse en un corto espacio. Cómoda se le ve también en los caracoles con bata de cola, pese a que al número le falte fuerza, o en la granaína que interpreta con mantón con un Pulga en plan estrella, cantando de sobresaliente.

Su cénit llega en la soleá con la que cierra el espectáculo, en el que el aire Yerbabuena prevalece en muchas fases de la misma. Su baile es limpio y fresco, y pese a que debe zafarse de esa cruz que todos llevamos a cuesta, y que ella muestra a lo grande presidiendo el escenario, logra conectar con el público. Cuenta la aportación del Extremeño, siempre eficaz, y que consigue que Mercedes de Córdoba se rebusque hasta encontrar esa bailaora que lleva dentro y que pretende labrarse un porvenir.

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