XXIII Festival de Jerez | Crítica Lela Soto ‘Sordera’

Se hace camino al cantar...

Eran más de las doce y media de la madrugada del ya entrado domingo cuando los ‘Sordera’ se subieron al escenario en González Byass. Enrique, Vicente y José hicieron acto de presencia en la gran noche de Lela Soto, la última artista que ha dado esta casta cantaora del barrio de Santiago. No entenderíamos el mensaje sin profundizar en las raíces y recordar que aún podemos hablar con las hermanas del patriarca Manuel Soto Monje, una de ellas allí presente. Salvaora no podía contener la emoción viendo cómo su gente siguen el camino de sus ancestros, desde Paco ‘La Luz’ a Tío José de Paula, y otras tantas ramas que este bendito árbol ha dado. Una familia querida, admirada y entrañable que ha llevado a Jerez por bandera en una continuación de la historia de lo jondo. Para muchos es un misterio que generación tras generación siga defendiéndose el mismo mensaje, quizá desconozcan que es algo producido por la naturalidad de la convivencia y que esta tierra mantiene cuidadosamente la famosa tradición oral.

Lela se enfrentaba a una actuación de especial relevancia, muchas miradas puestas en ella. La joven cantaora de veintiséis años defendía el cargo de sucesora y para el aficionado cabal las exigencias se multiplicaban. En ‘Mi Herencia Cantaora’ consigue dar un paso agigantado en su carrera al haber llevado con suma profesionalidad esta propuesta imprimiendo a cada estilo y a cada parte del espectáculo de un sentido cargado de emociones, de responsabilidad y esencia, crujiendo algunos huesos en momentos que ya quedan para la memoria del Festival de Jerez. No es exageración, la ronda de tonás, martinetes y deblas de Lela junto a su padre y dos tíos puede considerarse como uno de los momentos más aplaudidos de las últimas ediciones, robando alguna que otra lágrima a los que amamos el cante de Jerez, una expresión que no necesita más explicación que la del sentimiento.

Entendemos la calidad artística de Lela pues siendo principiante como es, lleva escuchando cositas buenas desde que tiene oídos y a un maestro en casa. No es necesario para ella recurrir a las grandes plataformas digitales para saber cómo ha de interpretarse un cante o saber del artista en sí, ahí está su padre en la habitación de al lado para que se lo explique. Cincuenta años de carrera, nada más y nada menos, avalan el perfil de Vicente Soto que encumbró la noche en esa ronda de cantes primitivos en las que también tuvimos el placer de recuperar la voz de Enrique, tan personal como siempre. José ‘Sorderita’ sumó la nota de musicalidad al momento llevando hasta el extremo la creatividad sonora de su garganta, y Lela remató mientras sus ancestros, en el escenario, se retorcían al escucharla. Momentos parecidos al finalizar la gala, por bulerías, con el baile de la madre de la artista, Luisa Heredia. Ahí parecíamos estar en una fiesta de unos dichos gitanos de Jerez.

En lo analítico, Lela caminó en la variedad de estilos, defendiendo las influencias de su casa y mostrando el resultado de siglos de cante atrás. “En los Sordera hay poquitos bailaores”, destacó Vicente al final. Inició su comparecencia con una milonga con letra del poeta Rubén Darío, llevando a gala la intelectualidad de sus intenciones, pues sabe valorar composiciones de nivel como también hizo a modo de zambra con el título ‘Agua de limonero’, de su tío José. Con mucho aire cantó por bulerías para escuchar, el cante de la casa, así como la seguiriya en la que empleó a fondo su metal para transmitir en el cierre de Paco la Luz. Tiene ella la virtud de deslizar su dulzura en estilos menos comunes en la actualidad como en el caso de la bambera, de una contemporaneidad notable. El ritmo que le dan sus palmas y sus guitarras le permiten disfrutar en las alegrías, y recogerse en el silencio de la media granaína. Camina la cantaora en el equilibrio idóneo aportando frescura a lo que siempre ha estado, dejando su propio sello en la interpretación. Nono Jero, Fernando de la Morena ‘Hijo’ y Antonio Malena ‘Hijo’ sumaron con sus guitarras argumentos fidedignos de lo que es el toque de Jerez también desde el filtro familiar. El nivel de la guitarra en estos momentos no permite discusión. Presente estuvo también Ricardo Moreno, discreto pero con buen gusto, y el violonchelo de María de Goñi, sublime. Juan Diego Valencia y Manuel Cantarote, y el percusionista Carlos Merino, dieron rienda suelta al soniquete tropical de Santiago para que todo fuera un conjunto monumental. Una noche de las recordadas porque hay cante para rato, y como decía Machado, “cantaora no hay camino, se hace camino al cantar”, o algo parecido.

Lela Soto - 'Mi herencia cantaora' from Festival de Jerez Televisión on Vimeo.

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