XXIV Festival de Jerez

Feminidad quijotesca

Noelia Sabarea en Compañia

Noelia Sabarea en Compañia / Manuel Aranda

No es la primera vez que Noelia Sabarea presenta sus credenciales en el Festival de Jerez aunque es cierto que nunca lo había hecho como hasta ahora. En la jornada de ayer tarde la bailaora algecireña volvió a la muestra aportando un perfil totalmente renovado en discurso y expresión, dentro del ciclo ‘Flamenco y Mujer’. Bajo la dirección coreográfica y en escena de Javier Latorre, Sabarea exhibe una obra completa en la que se atreve con un terreno árido, demasiado diría yo. Se acerca nada más y nada menos que al universo de ‘El Quijote’, encarnando, al menos en lo metafísico, a cuatro de las mujeres que forman parte de la obra más importante de la literatura española.

En ‘Las Quijanas – Las cuatros locuras del Quijote’ comprobamos la versatilidad de Noelia que es capaz de ir adaptándose, a pesar de las dificultades que exige el guión, a los diferentes lenguajes técnicos y artísticos que requieren Dulcinea, Maritornes, Dorotea y Marcela. Latorre, que sí conoce bien el paño en el que se mueve, plasma en la bailaora los perfiles más propios de las ya mencionadas con una variedad de recursos importantes como el repertorio de letras que cantan Rafael ‘El Calli’ y Manuel Peralta, con aportaciones bien ejecutadas, o el vestuario, que nos facilita entender cuál de estas musas está en cada escena. El sonido, en momentos del principio, juega una mala pasada.

La acción se desarrolla en once actos en los que, además de la música producida por los artistas que acompañan para la ocasión a Noelia, toma presencia la obra de Vivaldi en más de una ocasión, resultando más que delicioso. Desde el pregón del principio hasta la seguiriya de casi el final notamos la entrega de Noelia, aunque a veces no haya efectividad.

La presencia de Alejandro Rodríguez es fundamental, con una superioridad técnica clara, y sirve de oposición a la feminidad quijotesca de la protagonista. Por alegrías (de Dorotea) comienza su andadura por el paisaje de los molinos, siguiendo el paseo gustándose por tanguillos (de Maritornes, con pololos incluidos). Es de justicia resaltar la guitarra de Luis Medina, que se ocupa de las composiciones de parte del montaje.

Continúa con la fantasía de Dulcinea, en la que ambos consiguen dibujar una hermosa estampa, que se une con la seguiriya (de Marcela), en la que se ve a una bailaora más a gusto que nunca, quizá porque entonces se emplea en su registro habitual.

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