La crítica

Gloria a don Miguel

  • El cantaor Miguel Poveda actuó en el Festival de Jerez y cumplió con creces con las expectativas creadas.

A quien no se le levantase el vello ni un segundo que tire la primera piedra. Una, dos, tres, cuatro, cinco... Hasta seis ovaciones por bulerías llegué a escuchar y contar  anoche en el Villamarta, que tronó como nunca, que estalló como un gran signo de exclamación eterno ante un gachó como un olivo que se sale del pellejo en los ayeos y que atrapa y conmueve con su descomunal manera de interpretar y comunicar. Un hombre que desarma cuando escarba en las tripas del cante y se vacía en los recortes, en las modulaciones, en el grito y en el susurro. Gloria a don Miguel Poveda. Punto. Sin discusión. Toda tertulia es edificante y el debate, tan sano como comparar a Morante con Tomás o a Messi con Maradona. Debate sano, sí, pero totalmente insignificante ante la magnitud abrumadora de ese arte que no se puede explicar si no es sintiéndolo.

Vamos a hablar de pellizco en las siguientes líneas. Vamos a hablar de recrear con personalidad el quejío, de componer un sello único que sólo la pátina del tiempo colocará, como tantas otras veces ha ocurrido en la historia del cante flamenco, en el lugar que corresponde. No sé si a Poveda le sabe la boca a sangre cuando se queja, cuando duele, pero me da igual. Su eco empapa y toca. Su arrebatada forma de entender el cante se torna prodigio en Historias de viva voz, cuya versión adaptada para teatros pudo disfrutarse anoche en el Festival de Jerez tras estrenarse en la pasada Bienal de Flamenco. Antología del cante -faltó la seguiriya, todo hay que decirlo- y pinceladas de otros lenguajes y géneros que también y tan bien domina compusieron un recital de algo más de dos horas que supo a poco. "Vuelve a empezar desde el principio", reclamó uno de los asistentes, entre peticiones y demandas de clásicos que se le echaron en falta como sus Alfileres de colores. Sin duda, el himno del cantaor de las primeras décadas del siglo XXI, como en su día Camarón o Paco también tuvieron sus banderas de renovación jonda.

Que levante la mano el que no sintiese el cosquilleo en los arranques de La Paquera, cuando cantó por bulerías a Terremoto y sacó a bailar a Luisa, con quien se fundió en un abrazo antes de acordarse de su hermano Fernando. Menudo duelo al sol por soleá apolá entre Mairena y Marchena. Charamusco e Yllanda. Su eco como un estilete que parte en dos el corazón de la madre de todos los cantes: no sé si quedarme con la garra del primero o con la embriagadora caricia del segundo. Qué manera de convivir conceptos aparentemente tan diferentes y qué forma de transmitir. Antes, la liviana de El Chaqueta y Mairena abren la veda del buen cante. Las nanas de Bernardo el de los Lobitos son una pequeña luz en la noche de los tiempos y el pregón del uvero tiene entidad y empaque. De lo poco, por cierto, no renovado últimamente en su repertorio.

Llega Laura Rozalén como una Macarrona de Botero que baila por alegrías que es un primor. Chuflona y salinera mueve su ángel tras los tirititranes de Espeleta. Poveda se va a las bulerías de Cádiz transportado por los rasgueos y picados de un excepcional Chicuelo -también encomiable el trabajo guitarrístico de Jesús Guerrero-. El rito respeta los silencios y el clima se torna oscuro con el polo de Tobalo, soleá petenera y la petenera de La Niña, que el de Badalona paladea con solemnidad y sin grandilocuencia, exigido por la crudeza de la variante. Cambio de tercio y malagueña  de La Peñaranda seguida de jabera, verdial y rondeña. Gran respaldo en la vertiente musical y grande Poveda, manierista bebedor de los mejores manantiales. Una taranta bien ejecutada por Miguel Lavi (otro de esos jóvenes metales de la cantera jerezana al alza) y el famoso cuplé por bulerías de la Bernarda bien rematado por Carmen Grilo (de menos a más), dan paso a una segunda parte más heterogénea, menos clásica y donde Poveda se rebusca en otros géneros pero sin salirse de su flamencura.

Bambino es ahora badalonés y la rumba No me des guerra suena fresca y revolucionaria. Otro de los puntos álgidos está basados en fragmentos y en detalles característicos de grandes de la historia de la voz flamenca: Valderrama, Farina, Vallejo, Chacón, Caracol, Porrinas... Qué pieza maestra. En unos minutos están condensados cien años de cante grande. Sin paliativos ni prejuicios, todos conviviendo en una percha de la que cuelgan los mitos del género. El tango porteño de Gardel rivaliza con el tango del Titi de la Cava. Juguetón Poveda en su baile trianero. Solo de Chicuelo por bulerías de Diapasión con siete palmeros (incluido el maestro Amargós) y paso para el tributo morentiano con Auroras de Nueva York. La musicalidad y las texturas de La leyenda del tiempo dejan un imborrable dueto Poveda-Carmen Grilo, mientras el poema de Gil de Biedma No volveré a ser joven -impagable piano de Amargós- se entremezcla en el bis con las letras de Gallardo Molina dedicadas a Lola y La Paquera. Guiño a la tierra de un Miguel Poveda desgarrado por el esfuerzo. Que levante ahora la mano quien no sintiese un pellizco ante tanto derroche de sensibilidad y hondura. Amar el arte sin reservas es mejor que teorizar sobre él. Gloria a gente como Don Miguel. Y vamos a dejarlo aquí.

Cante 'Historias de viva voz'         

Voz: Miguel Poveda. Piano: Joan Albert Amargós. Guitarra: Juan Gómez Chicuelo, Jesús Guerrero. Cante: Carmen Grilo, Esperanza García de Soria, Miguel Lavi. Percusión: Paquito González. Palmas: Carlos Grilo, Luis Cantarote. Baile: Laura Rozalén. Idea original, dirección musical y selección de repertorio: Miguel Poveda, Rafael Estévez, Nani Paños. Dirección escénica: Pepa Gamboa. Iluminación: Manu Madueño. Sonido: Manu Meñaca, Marc Rigau. Regiduría: Balbi Parra. Producción: Loles López. Lugar: Teatro Villamarta. Día: 5 de marzo. Hora: 21,00 horas. Aforo: Lleno con las entradas agotadas.

 

 

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