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XXIV Festival de Jerez

Como la vida misma

Imágenes de 'Ariadna' estreno de la Compañía Rafaela Carrasco

Imágenes de 'Ariadna' estreno de la Compañía Rafaela Carrasco / foto©Miguel Ángel González (Jerez)

El estreno de Ariadna (Al hilo del mito) sirvió ayer para abrir la XXIV edición del Festival de Jerez. Con el Villamarta a rebosar, la bailaora sevillana daba ese “salto al vacío” que apuntó en su presentación con un espectáculo que sigue esa línea marcada desde hace varios años, y del que técnicamente poco se puede reprochar. En apenas una hora, Rafaela Carrasco nos envuelve a modo de historia, y lo hace de manera sutil, casi sin darnos cuenta, embelesándonos con su baile y feminidad. Para ello recurre a seis pasajes hilados con la voz en off del actor CarmeloGómez y con una composición musical exquisita, propia de cualquier banda sonora. La excusa, el mito de ‘Ariadna’ pero el fondo, la vida misma, es decir, los distintos estados vivenciales del ser humano.

A través de ello, nos acerca a la soledad, a la tragedia, a la ira, a la rebeldía contra lo establecido, al amor y a los miedos internos... Todo bajo la percepción de Álvaro Tato, y con un alto grado de simbolismo.

La sevillana, en algo que le ha caracterizado desde hace tiempo, recurre a elementos escenográficos y de iluminación especialmente llamativos, como el faro que ilumina el mar (el patio de butacas) al inicio del montaje, o ese paisaje de girasoles (donde se nota la mano coreográfica de David Coria), una alegoría del amor que consigue crear un espacio propio.

Rafaela no se esconde, lo borda por peteneras y saca su lado más alegre y elegante por tangos. Incluso nos deleita con un paso a dos con el joven Gabriel Matías, en una obra donde las coreografías corales también tienen especial peso específico.

A nivel cantaor, hay riqueza de estilos, variedad de cante, eso sí, como está ahora de moda, a modo de pinceladas. Miguel Ortega y Antonio Campos se acercan a la petenera, a la soleá apolá, con guiño al Chozas incluido, a la milonga y el corrido, a los abandolaos, y a las tonás, dando muestras de su sapiencia cantaora, pero al igual que pasa con el espectáculo en sí, hay algo que no te sacia.

El ritmo es bueno, la intensidad también, sin embargo hay algo en ‘Ariadna’ que no termina de conectar con el público y que tiene ver con la falta de emociones que suscita, es demasiado previsible. Nada se puede reprochar del montaje, de la creatividad, del baile, pero falta algo. Es una sensación extraña, como cuando acabas de comer y notas que aún te entra un poco más, que tienes más hambre. Es un sí pero no.

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