Festival de Jerez

Repuntes de gran talento

Guitarra y cante compartieron ayer cartel en Villavicencio, que registró buena entrada pese a la desapacible tarde. Por un lado, la esperada vuelta de Ramón Trujillo, después de mucho tiempo en el ostracismo artístico, y por otro, la irrupción de otro de los últimos valores de la cantera cantaora de Jerez, Pedro Garrido 'Niño de la Fragua'.

Trujillo configuró un programa acertado y plagado de composiciones propias. Tenía ganas en su retorno al candelero y desde el primer momento se le vio comprometido. El guitarrista jerezano es, a pesar de todo este tiempo en el olvido, un artista con una capacidad interpretativa alta y unas facultades para componer aún mayores. Prueba de ello fueron algunos de los temas que ejecutó, unos con más limpieza que otros, todo hay que decirlo, pero muchos de ellos con una musicalidad y un sentido rítmico aceptable.

De ellos sobresalieron las rondeñas preliminares, un tema rematado con una escala de enorme dificultad pero que sacó adelante con mucho criterio. Del mismo corte fueron las mineras, cuyas variaciones, sobradas de picado y trémolo, gustaron al público.

Algo menos vistosas resultaron las alegrías en re, no por nada, sino porque el sonido de las palmas y la percusión tapó en exceso al guitarrista. La misma situación se pudo comprobar en las bulerías finales y en los tangos, que perdieron sonoridad por este mismo factor .

No obstante, el público supo valorar su empeño y capacidad melódica, ovacionando al tocaor con palmas por bulerías.

Más atrevido que su antecesor fue Pedro Garrido. Su garganta ha pasado a ser más sobria, más curtida y pese a que su voz es fina, su manejo de las modulaciones vocales le permiten descubrir territorios punteros. El Niño de la Fragua es primero que nada un gran profesional. Su excelencia cuando habla y sube al escenario y su conocimiento del cante ya definen de quién estamos hablando.

A pesar del respeto que Jerez y el Festival merecen, el joven artista salió a Puerta Gayola. Con una malagueña del Chato de la Venta, cuya dificultad es máxima, se permitió el lujo de arrancar. Tuvo su mérito pues tanto ella como el fandango de Juan Breva posterior, poco habituales en esta tierra, las superó con más o menos mesura. Sin pellizcar, pero bien.

Mejor fueron sus aportaciones en las cantiñas, que dedicó a Fernando Terremoto. En esta parte, se ganó al público con una facilidad pasmosa. Templó el cante, recortó en el momento justo y acabó llevándoselo a su terreno, en todo instante acompañado a la perfección por Pascual de Lorca. ¡Qué buena guitarra!

Por soleá también asestó leves golpes de jondura, aunque donde su punto de inflexión llegó al culmen fue al cantar por fandangos y bulerías. En el primero arañó al público, con una ronda de naturales muy sentidos, y por fiestas derrochó el aroma más plazuelero con un repertorio variado y contundente de letras que concluyó con una pataíta con mucho compás. La sala al unísono correspondió con una ensordecedora ovación.

Guitarra: Ramón Trujillo. Percusión: Carlos Merino. Palmas: Barullito y José Peña. Lugar: Palacio de Villavicencio. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Cante: Pedro Garrido 'Niño de la Fragua'. Guitarra: Pascual de Lorca. Palmas: Manuel Garrido, Luis Santiago y Quique de Saray. Lugar: Palacio de Villavicencio. Aforo: Tres cuartos de entrada.

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