Festival de Jerez

Sota, caballo... y el rey

  • El mediático Juan Manuel Fernández Farruquito presentó anoche en el XIVFestival de Jerez su nueva obra ‘Esencial’, ante un Teatro Villamarta abarrotado y entregado desde el minuto uno a su particular manera de entender el baile

Una cosa es lo que demanda el gran público, o con lo que éste se conforma, y otra, radicalmente diferente, es la exigencia que marca una muestra del prestigio y la resonancia internacional de la de Jerez, que por otra parte también tiene como objetivo básico acoger de manera calurosa a todo aquel artista que tenga algo (viejo o nuevo) que expresar. Farruquito, que presentó anoche en Villamarta una actualización de su anterior obra, Puro, para sintetizarla en Esencial, ofreció en todos y cada uno de los momentos justo lo que el público -al menos la inmensa mayoría- ansiaba ver y escuchar sobre las tablas. Esta máxima la llevó a cabo aunque en el tránsito sacrificara el inabarcable caudal bailaor, y seguramente creativo -gran parte de las letras del montaje, por ejemplo, son suyas-, que claramente encierra su planta de flamenco visceral. Su genética de artista obligado a erigirse en leyenda.

Lejos de esa otra realidad virtual, de esos otros Farruquitos que aún están por descubrir, aquí el carismático artista sevillano no se anduvo con demasiados rodeos: sota, caballo... y el rey. El rey, claro está, es él mismo y su galería atávica de pasos y mudanzas. Sus acrobacias, su explosión a compás, ese tsunami interior que almacena que es capaz de poner su cuerpo de cero a cien en sólo unos segundos. El público, que le esperó impaciente, no pudo más que dejarse llevar por sus paseíllos escénicos, por sus brincos tribales y verticales piruetas. De blanco por alegrías, de negro luto por soleá, con una atmósfera ocre, terrena, por seguiriyas. Bailándole al aire en el fin de fiesta.

En honor a la verdad, su presencia en escena estuvo algo descompensada y sus ausencias fueron suplidas por incansables interludios musicales que rellenaron un trabajo de riesgo cero. Fue un Farruquito en pequeños sorbos y eso claramente nos defraudó. El póker de gargantas cantaoras tuvo su espacio de lucimiento probablemente durante demasiado tiempo, y pudo explayarse mediante una ronda inicial de tonás, una ración de tres fandangos abandolaos, bulerías y cuplés, y unos comerciales aires de tangos que interpretaron a dúo La Tana y Encarna Anillo. Demasiado tiempo sin el volcán Farruquito en el proscenio, que incluso retardó sobremanera su entrada a escena en los números que él mismo coreografió para el espectáculo.

La inconsistencia de la propuesta, más allá de lo bien que baila y de lo que el público disfruta con la presencia del mediático artista, se reflejó del mismo modo en unas transiciones eternas, que rompían constantemente el ritmo de la obra. Paradigma de esto último fue la traslación desde los tangos a la soleá, en el tramo final de la noche, que dejó la caja escénica a oscuras durante muchos más minutos de lo aconsejable. Los problemas de sonido (casi una constante que alcanzó el extremo en unos micros abiertos fuera de escena) y la deficiente iluminación, tampoco ayudaron a realzar las posibilidades de Juan Manuel Fernández 'Farruquito', que volvió a optar por un patrón de éxito constatado pero de limitada exploración artística y creativa.

Fue de agradecer, no obstante, su apuesta, en líneas generales, por el flamenco, flamenco; y, por ejemplo, el violín de Bernardo Parrilla sonó gitanísimo e integrado en una partitura musical bien dirigida por las buenas sonantas de Román Vicenti y Antonio Rey.

En la soleá y en unos instantes de las alegrías en los que Farruquito bailó al silencio, tan placentero ante tanto taconeo y martilleo de pies, fue cuando pudimos contemplar en toda su dimensión al enorme bailaor que es. Cuando actúa, cuando se mueve de forma hiperbólica, lo hace de manera natural porque le fluye en la sangre ese impulso bailaor. No hay impostura ni falsedad. En la soleá, además, aportó matices desconocidos hasta la fecha. Templanza y madurez para imprimir ese regusto sanguinolento que encierra el cante madre. Con su mirada altiva y su chaqueta apretada con nuevos bríos, Farruquito derramó verdad por las tablas. Baile masculino vigoroso que emana testosterona.

Como regalo, un generoso fin de fiesta por bulerías en el que tiró de casta y sacó a escena a su hermano pequeño El Carpeta, que deleitó al público como si disfrutara de una velada a cargo del insufrible Juan y Medio en la televisión que pagamos todos los andaluces. El público, el que paga su entrada, no dudó en ponerse en pie y en vitorear a un artista tan capaz de mantener esta suerte de fórmula de la Coca-cola aplicada al flamenco como de progresar y ensanchar su panorama artístico y discursivo. Tiene que decantarse. Ahora puede ser el momento.

Baile: Juan Manuel Fernández Montoya 'Farruquito'. Guitarra: Román Vicenti, Antonio Rey. Cante: Encarnita Anillo, La Tana, Antonio Villar, El Rubio de Pruna. Violín: Bernardo Parrilla. Percusión: Isidro Suárez. Palmas: Diego Montoya. Día: 1 de marzo. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Lleno.

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