La crítica

Con alma de Rey

  • Antonio Rey representa el arquetipo idóneo para idolatrar, primero en la pose y luego en el manejo que tiene de la mano derecha y la mano izquierda

Si en el mundo de la guitarra flamenca hubiese un canon al que agarrarse o un patrón al que seguir, ahí podríamos colocar a Antonio Rey. Al margen de su valía guitarrística, fuera de toda duda, el madrileño representa el arquetipo idóneo para idolatrar, primero en la pose y luego en el manejo que tiene de la mano derecha y la mano izquierda.

Su manera de sentarse, de apoyar el instrumento y  su equilibrio corporal cuando ejecuta cualquier toque, bien debieran ser exhibidos en cualquier academia como ejemplo. La colocación de su mano izquierda es ejemplar, y la derecha es perfecta. Recta, recia, con apenas movimiento y en la que sólo trabajan los dedos. Sencillamente modélico.

Si a todo eso le añadimos una ejecución limpia y perfecta, el resultado es un recital pluscuamperfecto, muy variado y con el tiempo preciso para que el público abandonara Villavicencio con una sensación de gozo.

No llegó a una hora la actuación del joven guitarrista, pero en ella pudimos deleitarnos con su capacidad creativa, con su facilidad para acompañar el cante y con ese halo de magia que a veces desprenden los bordones de su sonanta.

Comenzó por granaínas. Su enorme pulsación recorrió la sala del palacio como una serpiente que envuelve a su presa. Era sólo el preludio de lo que vendría porque sus armónicos y su manejo del mástil fueron una constante a lo largo de toda la tarde.

Como si nada de lo que hace tuviese dificultad, Antonio prosiguió con la taranta Recuerdos, perteneciente a su primer disco, A través de ti.

Una vez colmado el nerviosismo y ya sin chaqueta, el guitarrista dedicó el tercero de los temas “a mi hija Alma, que es la primera vez que viene a verme. Voy a hacer un tema que está dedicado a ella y que lo acabo de terminar hace una semana”. Su sonanta se estremeció entonces para navegar por un trémolo profundo y embriagador, un trémolo con muchos matices y que levantó los olés entre un público entregado.

Con su hermana Mara Rey y el resto de músicos sobre las tablas, sonaron las alegrías Aromas de la Caleta, una pieza de su último disco. Fue el único momento en toda la tarde en la que la percusión pisó las notas de la guitarra, no en demasía, pero sí lo suficiente para restarle vivacidad.

No obstante, la ostentación de su toque no perdió ni un ápice.Escalas vertiginiosas, un rasgueo potente y el dominio del contratiempo pusieron de manifiesto que su capacidad no tiene límites.

No quedaría ahí la cosa, pues seguidamente, Antonio Rey regaló a la sala de Villavicencio, a reventar, una de sus creaciones más conmovedoras, La nana de mi Mara, un tema que en el disco está grabado con Estrella Morente pero que para la ocasión, como hizo en su último concierto en Bereber, la apuntaló, y vaya de qué manera, la angelical voz de Mara Rey.

Personalmente, diría que es una de las mejores aportaciones de su disco, como de nuevo quedó patente ayer. Su musicalidad, su flamenquería, y la destreza con la que la toca, no hacen sino reiterar la grandeza de este guitarrista.

El directo le hizo variar determinados pasajes, pues viéndose cómodo y crecido, tiró de improvisación con marcados picados, todo con limpieza y sin mover la mano derecha. Pendiente en todo momento de que ni las palmas ni la percusión, excelente el pandero de Isidro Suárez, alterasen su toque y su concentración, este jerezano de adopción fue acercándose al final de su concierto.

Antes, quiso demostrar que el hombre no vive sólo de la guitarra solista. Para ello, mandó a llamar a Mateo Soleá, con el que compartió una seguiriya.

Con chaqueta azul y corbata celeste, Mateo se sentó con hechuras de cantaor, es decir, mano izquierda a la cintura y mano derecha al frente marcando los tiempos. Qué simples son algunas cosas y qué difíciles son ejecutarlas pues hasta en ese detalle se aprecia su cultivado acervo. Metido en su papel, el jerezano templó el cante y en un alarde de facultades remató con el cabal del Fillo.

Enfilado hacia el triunfo, Rey se acordó de su gran ídolo, Vicente Amigo, con el tema Amistad, también de Colores de Fuego, y en el que su habilidad para para picar, con una escala brutal, aumentaron su cotización. Su última aportación, de nuevo con Mara Rey poniendo su voz, fue la rumba Río de Miel.

Toque

Antonio Rey           

Guitarra: Antonio Rey. Segunda guitarra: Dani Jurado. Palmas: Mara Rey y Álex. Percusión: Isidro Suárez. Ciclo: Los Conciertos de Palacio. Lugar: Palacio de Villavicencio. Día: 8 de marzo. Aforo: Lleno.

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