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XXIV Festival de Jerez

Cuando el baile es distinción

Cuando el baile es distinción

Cuando el baile es distinción / foto© Miguel Ángel González

A Ángel Muñoz lo hemos visto en los últimos años, acercándose a un lenguaje que, de alguna forma lo distanciaba de su posición natural. Por eso, verle moverse con esta ‘Iberias’ le ha devuelto la vida. Sí, porque a través de una propuesta sencilla y elegantísima desde el punto de vista musical, el bailaor cordobés recupera esa chispa que siempre la ha caracterizado, y lo más importante, recupera su verdadero ser, en lo que supone una buena noticia para el baile.

Si algo ha tenido siempre Muñoz es su aire varonil y su porte, un rasgo poco común últimamente, y que en el caso del cordobés le hace incrementar notablemente su potencial. Con ello ha elaborado esta ‘Iberias’, motivada por su acercamiento profesional al guitarrista Juan Manuel Cañizares, y en la que demuestra que la música del compositor español y el flamenco, tienen muchos caminos de unión.

A través de las piezas de Isaac Albéniz, el artista ha creado un espectáculo perfectamente hilvanado y donde la música, ya sea el cante, el toque, el piano o el saxo, se convierten en los narradores del mismo, siempre tendiendo la mano al baile de Ángel Muñoz y de Yolanda Osuna.

Al margen de todo lo comentado, ‘Iberias’ destaca por su excelente aprovechamiento del espacio. No es la Sala Compañía un enclave demasiado solicitado por los artistas al ver en ella un inconveniente por su caja escénica tan pequeña. Sin embargo, Muñoz minimiza este problema, es más, consigue con diferentes efectos de iluninación y de atrezzo, como poner una tarima en segundo plano, componer una escena diferente, de tal forma que a veces da la sensación de que estamos en otro espacio.

Al hablar de la música, brillan con luz propia el piano de Pepe Fernández y el saxo de Juan Jiménez, que crecen gracias a la buena elección del repertorio, y a la alternancia de interpretaciones, ya que ellos se pasa al cante, del cante y del cante a la guitarra. Todo fluye en perfecta armonía hasta crear el ambiente ideal para que Ángel Muñoz emerja como un ave fénix, ora acercándose al clásico español, abordando muy bien composiciones como Córdoba, Sevilla, Asturias, Jerez, Albaycín, Triana, y ora acercándose al flamenco. Sus apariciones se complementan con la aportación de la bailaora Yolanda Osuna, salerosa con el mantón en las alegrías, y fresca en las rondeñas con paso a dos con las que finalizan la obra.

En medio de todo, la voz de Ángeles Toledano, una maravilla sonora que engatusa al baile, al piano, y al que se le ponga por delante. Su melosa garganta, que a veces nos recuerda a aquella Carmen Linares de los comienzos, con un metal fino, encandila por fandangos de Lucena, en la vidalita o en la nana del Caballo grande que versiona de manera brillante.

En definitiva, un montaje realizado con mucho gusto y que nos devuelve a la primera línea de parrilla a un bailaor que nunca debió abandonarla.

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