Festival de Jerez

En los confines del 'jondo'

  • La camaleónica María Bermúdez ofreció anoche, en Sala Paúl, ‘Chicana Gypsy Project’, una propuesta musical en la que primó sobremanera su lado de cantante antes que de bailaora

En el Festival de Jerez hemos visto tocar la txalaparta jonda; a Gladston Galliza cantando samba y bossa-nova; a Miguel Ángel Berna joteando como nadie al son de una cantadora aragonesa; al bajo de Dave Holland en pleno diálogo con la sonanta de Pepe Habichuela; hemos visto a David Lagos cantando Rien, Rien y a Pastora Galván embutida en una elástica de Zinedine Zidane; al gothic metal de Orthodox tocar a un Israel endiablado... Quiero decir con toda esta retahíla que en esta suerte de mosaico caleidoscópico anual que tiene lugar en Jerez, muestra que tiene eminente acento y carácter flamenco, hemos podido ver, por fortuna, de todo y para todos.

Pero siempre, al menos en los casos anteriores, se ha hecho bajo un argumento que justificaba, de una manera o de otra, con más acierto o menos, que la propuesta global que se presentaba tenía cabida en el certamen. Lo de anoche, sin que sirva de precedente, no tuvo justificación alguna y la prueba más palpable estuvo en las desbandadas de público que fueron sucediéndose en la Sala Paúl mientras María Bermúdez, una voz maravillosa pero del todo ajena al flamenco, fue desgranando un repertorio que de manera exclusiva estuvo más próximo a Ella Fitzgerald que a La Serneta. Ni siquiera su baile académico logró convencer a esas otras foráneas que cada año vienen a empaparse, después de realizar un tremendo sacrificio personal, de lo que no pueden sentir ni experimentar en sus tierras de origen. Sea como fuere, no sería justo enjuiciar lo que propuso la artista de origen californiano sin contextualizar su montaje dentro del ciclo en el que se circunscribió, 'De la frontera'.

El principal inconveniente de la noche residió en que flamenco lo que se dice flamenco prácticamente tuvo una presencia anecdótica representada casi en exclusiva por el inclasificable Miguel Flores 'Capullo de Jerez'. Desconocemos qué papel desempeñó en la función, pues apareció en un cambio de vestuario de Bermúdez para cantar un mix de sus letras populares por tangos y una canción por bulerías. Como un cierre de la Fiesta de la Bulería pero sin cubatas y con más respeto por parte del público. Eso sí, ya entrados en el terreno del fin de fiesta, se marcó una pataíta con Bermúdez. Algo que pareció muy escaso, teniendo en cuenta que aparecía en cartel como artista invitado, se supone, para interrelacionarse en escena con la cantante-bailaora afincada en Jerez.

Únicamente cuando apareció en escena el Pele, de Navajita -a la sazón pareja sentimental de María- el montaje cobró significado. La ranchera por alegrías que se marcaron con el apoyo del violín de Bernardo Parrilla y el aire clásico de Cádiz en la garganta de Miguel Rosendo fue probablemente el único pasaje de verdadera ida y vuelta que vivió la escena. Los artistas fueron intercalando voces, texturas, acentos... María daba el tono mexicano (sus raíces); Pele aportaba el quejío azul como si el Delta del Mississippi fuese el río Guadalete (simbolizando las raíces natales de Bermúdez); y Rosendo daba el toque salado de La Niña de los Peines (a propósito de la pasión de Bermúdez por el flamenco). Esa composición tan bien tejida, tan compacta, tan cercano a lo que entendemos pretendía narrar la camaleónica artista, apenas tuvo continuidad y más reflejo en la hora y media de función. Quizás la versión de Summertime de la Fitzgerald por soleá propició unas sensaciones similares. Al menos, esta mezcla inicial fue bien resuelta por una María que se empeñó en mostrar sus hechuras bailaoras. Una artista convencida de que el flamenco no es sólo para los que nacen con el don genético sino para todo aquel que esté preparado para sumergirse, desde el respeto, en cuerpo y alma.

El elenco de músicos que eligió María fue, pese a los constantes problemas de sonido, acertadísimo. Bien guiado por la guitarra acústica de Jesús Álvarez, sobresalió como era de prever el violín de Parrilla, con un virtuosismo siempre generoso a la hora de entremezclarse con otros instrumentos. El contrabajo de Paco Lobo aportó los graves con solvencia y la batería de Tato Macías sonó integrada en un todo musical dirigido por el mencionado Pele. Un Cantarote peleón en las palmas y un Rosendo correcto cuando tuvo chance, completaron la banda de Chicana gypsy project. Tras versionar Piensa en mi, de Luz Casal, en inglés, Bermúdez cerró su actuación 'reciclando' Gitana soy, de Remedios Amaya, con aquello de Chicana soy. Voz vibrante y honda. Seductor eco que cautivó sin paliativos por su calidez y perfección.

Si esta propuesta se hubiese programado en el ciclo del verano jerezano 'Noches de Bohemia' o en el Hondarribia Blues Festival habría resultado prácticamente redonda. En una muestra como la que vivimos estos días en Jerez, hubo muy pocos sitios por los que justificarla. Evidentemente, una gran María Bermúdez y su banda de músicos de excepción no tuvieron culpa alguna de lo anterior.

Baile y cante: María Bermúdez. Cante: Miguel Flores Quirós 'Capullo de Jerez' (Artista invitado), Miguel Rosendo. Guitarra flamenca: Jesús Álvarez. Guitarra eléctrica: Lolo Bernal. Violín: Bernardo Parrilla. Contrabajo: Paco Lobo. Batería: Tato Macías. Cante, palmas: Juan Cantarote. Dirección musical: Ildefonso de los Reyes. Dirección: María Bermúdez. Día: 2 de marzo. Lugar: Sala Paúl. Aforo: Lleno.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios