XXV Festival de Jerez

Directo al alma

Un momento de la actuación de Joaquín Grilo.

Un momento de la actuación de Joaquín Grilo. / Manuel Aranda

Si hay algo que reconocer a Joaquín Grilo en los últimos años ha sido su afán de superación, su inquietud por encontrar cosas nuevas que aporten un poco más a su ya dilatada carrera. Evidentemente, como todo en la vida, a veces se acierta y otras no, pero lo importante es sacar conclusiones para seguir mejorando. Quizás por eso, la propuesta estrenada ayer en el Villamarta, ‘Alma’, ha sido, sin lugar a dudas, de lo mejorcito que le hemos visto al bailaor jerezano de un tiempo a esta parte.

Todo cuanto se incluye en su discurrir, se advierte premeditado, bien hilvanado, hasta el punto de cuidar al máximo cualquier detalle, desde las transiciones a la música, algo que otras veces no ha ocurrido.

El bailaor, en otro momento del espectáculo. El bailaor, en otro momento del espectáculo.

El bailaor, en otro momento del espectáculo. / Manuel Aranda

Dentro de sus aciertos estuvo también la elección artística y musical para rodearle, primero con el cante de Manuel Tañé y El Londro, que demostraron una vez más que son de lo mejor que tiene esta tierra hoy por hoy, y luego con las aportaciones de los artistas invitados, dos colosos a los que supo injertar dentro del espectáculo, convirtiéndolos en una pieza más de él, y no en simples colaboradores.

Diego es Diego y sus apariciones fueron una garantía, primero con su personalísimo toque por seguiriyas y luego con los sones por soleá, sones que nos ha dejado para la posteridad en ‘Orate’. ¿Y El Zambo? El Zambo es otro mundo, y por martinetes, por fandangos, en la bulería por soleá y como no en la bulería final, dejó su sello.

Además, en ese caminar de Joaquín Grilo en busca de esa música que le incite, que le provoque el baile, el artista jerezano no se esconde, pues más de las tres cuartas partes del montaje se las pasa bailando, acercándose a todos sus registros. Lo hace desde dos perspectivas, una más académica, con coreografías trabajadas y donde se aprecia su personalidad, y otra más libertaria, abierta a lo que su cuerpo le pida. De esta forma, podemos verle en su clásico baile varonil y elegante que desprende con esa capa, en una especie de guiño a su maestro Fernando Belmonte, y en la farruca que le ilustra musicalmente ‘Planeta jondo’ (todo un acierto), podemos verle en su lado más creativo, en la caña que borda junto a Manuel Tañé, y también en su aporte más excéntrico, elemento inherente a su baile en los últimos años, como demuestra en los tientos-tangos.

Joaquín Grilo, por bulerías. Joaquín Grilo, por bulerías.

Joaquín Grilo, por bulerías. / Manuel Aranda

Pero donde conjuga todo ello, y es un terreno en el que pocos pueden superarlo, es en el baile por bulerías. Aquí Joaquín es una caja de compás, es puro soniquete, desprendiendo un abanico de recursos y replantes a cada movimiento. No le gana nadie, por eso el público le ovacionó con entusiasmo muchos de ellos.

Quizás si hubo algo que reprocharle en algunos momentos fue la excesiva oscuridad de varios los números. El resto, todo transcurrió a buen ritmo, tanto que la hora y diez minutos que duró el montaje se pasó casi sin darnos cuenta.

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