La crítica

Las mil caras de Eva Yerbabuena

  • La vigésima edición del Festival arranca con el estreno de 'Apariencias'. "Mereció la pena esperar".

Se quiera o no, Eva Yerbabuena ha crecido desde la soleá, un sello inherente a su personalidad y sobre todo a su potencial artístico. Desde una base sólida ha desarrollado un lenguaje propio, lo que le permite una serie de concesiones con respecto a otros. Precisamente por eso se le perdonan ciertas cosas. Eva es un alma inquieta, que no se conforma con lo que la realidad le pone por delante, busca otras formas y en ese deambular a veces acierta y otras no. A lo largo de estos veinte años de Festival, sus propuestas han llevado siempre una marca, en ocasiones para bien y en ocasiones para mal, y ese inconformismo le ha hecho ser más grande.

Ayer presentó la última proposición, ‘Apariencias’, que servía para abrir la vigésima edición del Festival y que congregó a un buen número de artistas en el patio de butacas. Desde el balcón que da la madurez de una carrera dilatada, Eva fue quitándose capas como si de una cebolla se tratase hasta descubrirse ella misma, esa bailaora arrebatadora cuando mira de frente al cante, y en concreto a la soleá. 

Hubo que esperar más de una hora y cuarto para verla en su verdadera versión, la que ha servido para cautivar a muchos de los que ahora la adoran. Mereció la pena esperar, aunque por el camino, y en ese discurso existencialista y social que pretendía ofrecer, se cayó un tanto en la monotonía y en la reiteración hasta el punto de aburrir por su falta de ritmo. 

En un espectáculo muy visual y bastante atrevido, sobresalió por encima de todo una perfecta dirección musical, tanto por parte de la guitarra de Paco Jarana, como con la percusión de AntonioCoronel, y especialmente deslumbró la voz de Alana Sinkëy, una de esas gargantas tocadas por una varita mágica. En cambio, se concedió excesivo protagonismo a los solos de los bailarines, que en un momento dado fueron apareciendo seguidamente hasta resultar empalagosos. 

Domina la Yerbabuena el apartado coreógrafico, sin duda de lo mejor de este ‘Apariencias’, en el que el trabajo corporal exigido es altísimo, ya no sólo en cuanto al desarrollo sino en cuanto a la ejecución. La personalidad de Christian Lozano yDavid Coria se hace patente durante todo el espectáculo y el descaro de Fernando Jiménez levantó a un público deseoso de conceder pero al que le faltaron momentos receptivos.

Dentro de ese universo crítico y de denuncia con el que ayer se reivindicó la bailaora encontramos una preciosa petenera a la que acompañó con un decálogo de cómo se debe mover el mantón y manejarlo como si no hubiese regla física, y unos fandangos de Toronjo con los que Alfredo Tejada despertó el gusanillo de muchos. 

Pero lo mejor, lo mejor fue la soleá. Para los más exigentes quizás sobró todo el espectáculo hasta entonces, y para otros una parte de él. Lo que nadie puede poner en duda es que Eva es por encima de ese talante creativo y valiente que maneja, bailaora flamenca y ahí, señores míos, poco más hay que decir. De verde y las enaguas de lunares rojos y negros, la Yerbabuenaexprimió hasta más no poder al cante de José Valencia (imbatible en este terreno), y levantó los olés de un patio de butacas hasta entonces adormilado con tanto movimiento rectilíneo. Eva se reencontró, encontró su existencia para mover las muñecas de dentro a fuera e imprimirle ese sello tan personal que tiene su baile cuando se mete por soleá. Templó y templó la situación hasta que Villamarta se rindió a sus pies. El resto, aunque parezca lo contrario, fueron apariencias de una época que nos ha tocado vivir, un simple envoltorio para adornar.  

Baile

'Apariencias'

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios