Hablando en Plata

Los palos del baile flamencoEl 'zapateao'

Otro de los bailes más primitivos del flamenco es el zapateao que quizás naciera cuando un andaluz se rebeló contra algo y quiso descargar toda su furia sobre el suelo, en vez de contra el cielo. Y así surgieron, a golpe de punta, pala y tacón, viejos sonidos, como latidos de un corazón que, contra más bailaba, más se iba apaciguando en su furia, hasta hacerse música suave y agradable a oídos extraños.

Porque los primeros zapateaos no tenían acompañamiento musical. Sólo el ritmo del propio corazón y el compás que imponía la sinfonía de una pena, expresada con los pies, en vez de con el grito. Aquel grito dionisíaco, al que se refería Lorca, y que distinguía a nuestros cantaores de los cantores de gorgoritos de academia. Y el zapateado, el zapateao flamenco apenas si necesitaba ni cante, ni música. De hecho, nunca los tuvo. Hasta que algunos guitarristas conocedores a fondo de la música flamenca y del alma humana, se esforzaron en sacar arpegios a su guitarra, al mismo tiempo que el bailaor hacía saltar chispas con sus taconazos.

Y hasta vinieron músicos geniales, como Sarasate, que consiguió componer el zapateado más genial de todos los tiempos, después de que el jerezano Estampío, llegara a la cumbre de lo imaginado con su "Zapateao de las Campanas" que enseñara a su alumna y paisana Rosa Durán, para que esta los bailara y lo pasara, a su vez, a sus discípulos. Pero el zapateado de Sarasate, que muchos quisieron bailar, y algunos hasta lo hicieron muy bien, no lograría alcanzar su cumbre, hasta que no salió del alma y de los pies del maestro Antonio, el bailarín andaluz más completo, más artista y mejor preparado de todos los tiempos.

Antonio lo llevó a los escenarios y lo paseó por todos los países del mundo, en un alarde de talento, de donaire y de gracia. Después de él, tal vez lo hayan bailado otros - posiblemente Antonio Márquez, su más fiel seguidor- pero como Antonio hacía el zapateado de Sarasate, que él estrenó en México, nadie lo ha conseguido, ni ha podido superarlo. Un zapateado musical, acompañado de orquesta - nada menos que con la música del gran Albéniz- que en la práctica, ejecutado por Antonio, era tan flamenco, posiblemente, como los de su paisano el célebre Antonio el de Bilbao, sucesor de aquellos monstruos que se apodaron Miracielo y El Raspao, que los hacía con guitarra y sin guitarra, y quien al decir de Fernando el de Triana fue "el bailaor que más ejecución de pies ha demostrado. En zapateao y alegrías ha sido el más grande"; aunque de cintura para arriba, sobre todo en el braceo, era muy desigual, según apreciación del mismo erudito cantaor y guitarrista, autor del primer y más curioso libro de flamenco, publicado hasta la fecha.

Muchos y muy buenos zapateadores sabemos que ha habido en toda la historia del flamenco, entre ellos, recuerdo a mis grandes amigos, los jerezanos Paco Laberinto y "El Güiza", que cada vez que bailaban destapaban el tarro de las más flamencas esencias. Aunque, en los últimos tiempos, hasta las mujeres zapatean más que bailan, invadiendo el terreno de los bailaores al meter más los pies que haciendo alardes de gracioso y femenino braceo, como es tradición de género. Pero nadie como aquellos genios, llamados Antonio el de Bilbao, El Estampío y Antonio el bailarín. Ellos sí que sabían zapatear.

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