Crítica

De la paz al desvarío

  • Rocío Molina lleva hasta el límite su baile en 'Caída del cielo', presentado en Villamarta

Del ruido al silencio, del silencio al ruido. Así transcurre la vivencia personal que Rocío Molina pretende relatar en ‘Caída del cielo’, un montaje con muchos altibajos y donde la inquieta artista malagueña mantiene en constante expectación al público, de principio a fin. Su inventiva, como ya hemos tenido la ocasión de comprobar en obras anteriores, no tiene límites y cuando nos referimos a su baile debemos hablar de alguien que hace tiempo que cruzó la barrera de lo convencional, instalándose a medio camino entre su origen y lo que le pide el cuerpo (aunque al origen debería respetarlo algo más). Bajo esa premisa ha nacido este espectáculo donde una vez más da rienda suelta a su imaginación, originando situaciones de todo tipo, melancólicas, relajantes, cómicas, diabólicas, grotescas, chavacanas y hasta eróticas, un apunte este siempre presente en sus creaciones.

Para ello se acompaña de la extraordinaria guitarra de Eduardo Trassiera, su yo musical, y que interpreta y ejecuta cada uno de los pasajes con una gran maestría. En el resto de actuantes sobresale la aportación de José Ángel Carmona, ese artista polifacético que como ya ocurriera en su anterior espectáculo ‘Bosque ardora’, compagina a la perfección el cante y el bajo eléctrico. Completa el grupo la batería, electrónica y percusiones de Pablo Martín Jones y el compás y la percusión de Oruco.

En ese conjunto musical, Rocío Molina pone en pie una obra bien trabajada a nivel de luces y dramaturgia, donde muta continuamente y en la que pasa casi la hora y media que dura la misma encima del escenario. Su vitalidad y nervio son una constante durante el montaje, donde el desvarío y intensidad se extrapola hasta su propio vestuario, que sin ser demasiado pomposo sí que es parte importante del desarrollo de la obra. Ahora bien, no he visto ningún espectáculo serio en cualquier arte escénica (salvo el teatro, claro está) que suba a sus músicos en chandal. Pero en fin.

Desde fuera da la sensación que Rocío lo controlase todo, como si bailase mirando las cosas desde un plano cenital, como posteriormente aparece en la retransmisión en directo de un proceso creativo. Baila sin parar, primero aferrándose al suelo, en una etapa en la que necesita de él y se arrastra como una serpiente, y luego a sus anchas.

Evidentemente, cuando se para y escucha el cante, es brillante, simplemente porque está tocada con una varita. Farrucas, tangos, bulerías, soleá...Sin embargo, a veces demuestra tal grado de superioridad en todo lo que hace que acaba por transgredir al propio flamenco. No acaba los bailes, no se acaban los cantes. Corte y más corte hasta el punto de que llega un momento en el que uno no sabe qué está haciendo o tiene que imaginarse la escobilla de una soleá que se está tocando con el bajo eléctrico.

Sinceramente, como proceso de creación, como obra original (sobre todo con el número en el que pinta con tinta el propio suelo mientras baila) y por supuesto, teniendo presente que hablamos de una bailaora extraordinaria, pocos peros se le pueden poner a esta ‘Caída del cielo’. Eso sí, el galimatías de cantes, sonidos y estruendos que proliferan a medida que avanza el espectáculo es un auténtico desvarío hasta el punto de no saber qué estás viendo. Es un final demoníaco con batería, bajo eléctrico y guitarra eléctrica haciendo ruido. Parece que estás en un concierto de rock que otra cosa.

Lo cierto es que bajo el concepto evolución y búsqueda, dos palabras muy usuales hoy día cada vez que se presenta un espectáculo, se esconden situaciones incalificables y que rozan la locura y la sinrazón. Hemos pasado de aquel obsoleto concepto de la gañanía y el gitano, tan estereotipado como absurdo, a creaciones estrambóticas y sinsentido. No hay término medio.

Si hay que innovar que se innove pero siempre (como hizo el otro día Liñán) desde la coherencia. Todo lo demás no hará más que confundir. Pero ya sabe, ahora todo lo que rompe se considera genial, y si no lo aceptas, vas contracorriente.

BaileCaída del cielo

Co-dirección artística; coreografía; dirección musical y baile: Rocío Molina. Co-dirección artística; dramaturgia; espacio e iluminación: Carlos Marquerie. Composición de música original, guitarra: Eduardo Trassiera. Cante; bajo eléctrico: José Ángel Carmona. Compás; percusiones: José Manuel Ramos ‘Oruco’. Batería; percusiones; electrónica: Pablo Martín Jones. Dirección técnica; iluminación: Antonio Serrano. Sonido: Javier Álvarez. Regiduría: Reyes Pipio. Ayudantía de producción: Magdalena Escoriza. Dirección ejecutiva: Löic Bastos. Diseño de vestuario: Cecilia Molano. Realización de vestuario: López de Santos, Maty, Rafael Solís. Ayuda a entender el suelo: Elena Córdoba. Día: 28 de febrero de 2018. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Lleno.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios