La crítica

Ese rayo que no cesa

  • El nuevo trabajo que trajo Isabel Bayón al Festival de Jerez es un universo de pequeños detalles, de lírica refinada y estilosa.

En la horma de sus zapatos es un espectáculo sensitivo antes que argumental. Como un pequeño poema de amor, hay que verlo, disfrutarlo con los cinco sentidos, antes que explicarlo. El nuevo trabajo que trajo anoche Isabel Bayón al Festival de Jerez es un universo de pequeños detalles, de lírica refinada y estilosa. Un montaje sin pomposas coberturas de celofán ni estridencias, en la línea exquisita a la que nos tiene acostumbrados la bailaora sevillana en sus propuestas, cuyos descubrimientos graduales van involucrándonos en el discurso de una artista con cintura de avispa que pica como una abeja cuando frunce el ceño y nos mira de frente, retadora y altanera.

Una pose que dura por suerte muy poco, pues a las primeras de cambio vuelve a reblandecer sus facciones para embelesarnos y atraparnos con su baile envolvente, repleto de matices, con mudanzas ágiles y vertiginosas, con pies delicados que nunca estorban en letras y falsetas, y con unos brazos y manos... Qué brazos y qué manos gasta Isabel... Lo dice todo con sólo alzarlos para atrapar el aire o dibujar en él.

Desde La puerta abierta hasta esta nueva producción, Bayón mantiene una línea quintaesencial donde lo que prima es el baile como único y exclusivo “punto de mira”, tal y como preconiza la gran Matilde Coral, la musa de su vida, en esas sabias e inteligentes  reflexiones que reproduce el espectáculo. Las voces de los maestros homenajeados retumban en la escena y el inolvidable Mario Maya sentencia: “Lo más importante es que quede algo en la memoria”. Y lo cierto es que queda mucho en la retina tras ver En la horma de sus zapatos. Una minimalista fantasía poética en dos actos. Un primero compuesto por tres variaciones flamencas sobre el bellísimo soneto hernandiano Por tu pie..., en las que la bailaora sevillana se mueve a partir de la visión de tres coreógrafos muy contemporáneos; y un segundo acto en el que homenajea a Matilde, Maya y Chano Lobato, cien por cien flamenco, y donde baila por un instante como un retrato en sepia, muy añeja, a las alegrías que le canta el eco salado y juguetón del insigne Tío Chano. Es el paso previo al colofón del número final. Mirabrás y cantiñas para Mario Maya proyectadas por la garganta de un sensacional David Lagos y caracoles de corales bien ejecutados por El Londro para rendir pleitesía a la gran maestra trianera. Santo y seña en la vida y obra de una Isabel Bayón a la que únicamente le faltó algo más de movimiento con bata de cola y mantón para reflejarse clavada en el espejo en que se miró desde que comenzara a bailar con apenas cinco años.

Bandolera a lomos de un caballo imaginario baila por serranas en la voz de El Londro, que interpreta Luna de enero (incluida en su álbum debú). Vuelve al garrotín ya utilizado en Tórtola Valencia. Y nos encanta cómo se entremezclan sus giros y cadencias con la voz laína y redonda de Lagos, pleno de quejumbrosa dulzura. Socarrona, coqueta y jugando bien con los clímax y anticlímax, Bayón ha dejado atrás el primer acto dedicado a escribir en otros lenguajes y se entrega a la caligrafía que más y mejor domina. Aparece cantando los tangos del Titi. Si quieres entender sus pasos vete tras de ella a Triana. Su escuela de cuna bien merece el derroche de esta mujer pizpireta de físico menudo aunque con enorme peso, magnetismo y poder de seducción cuando ensancha sus caderas o recorre las tablas.

Por acabar por el principio, Bayón se detiene por un momento en los silencios. En su interior. Rachea al compás de un tiza que marca golpe a golpe el poema del de Orihuela. El fandango del poeta adaptado por un rapsoda de versos propios y ajenos como Lagos. Isabel, movida por Florencio Campo, hace predominar la expresión corporal por encima de todo. Melosa y frágil saca su abanico en la guajira que mece la voz de El Londro. Un número coreografiado por Fernando Romero que da paso a la pieza que firma Rubén Olmo y que remata el soneto: Jazmín calzable. Entre decenas de zapatos, Bayón encuentra la horma perfecta, el equilibrio justo de la danza acunada por la notable y generosa partitura musical del espectáculo.

Una querencia tengo por los acentos de la Bayón, que me embriaga con su danza fina y huesuda. Como un delgado rayo que no cesa de estremecerme con su chispa encendida. Una línea de luz, como reza su definición, que parte de un cuerpo luminoso, de la cintura de una artista con abrumadora personalidad y buen gusto. Su último trabajo es un poema mínimo en la escena y un manjar que no sacia por estar condensado en un tarro de esencias de poco más de una hora (tiempo más que suficiente para disfrutar) pero que entusiasma a cualquiera que se llame gourmet de la danza flamenquísima  bien cocinada y condimentada.

Baile  ‘En la horma de sus zapatos’         

Isabel Bayón Compañía Flamenca. Baile: Isabel Bayón. Cante: David Lagos, Miguel Ángel Soto El Londro. Guitarra: Jesús Torres, Juan Antonio Suárez ‘Cano’. Percusión: José Carrasco. Coreografía: Isabel Bayón, Fernando Romero, Rubén Olmo,Florencio Campo. Composición musical: Jesús Torres, Paco Arriaga. Letras originales: Miguel Hernández, Álvaro Lagos, Jesús Torres. Iluminación: Florencio Ortiz. Sonido: Manu Meñaca. Vestuario: Cristina Galán, Flamencura. Dibujo escenografía: Alejandro Botubol. Construcción escenográfica: José David Gil. Dirección: Florencio Campo. Producción: El Mandaíto Producciones. Lugar: Teatro Villamarta. Día: 4 de marzo. Hora: 21,00 horas. Aforo: Lleno.   

 

 

 

 

               

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