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Carlos Saura: "Siempre pienso que habrá alguien a quien le guste lo que hago, y eso basta"

  • El gran mentor de la cinematografía española presentó ayer su última película, 'Io, Don Giovanni', que recrea la relación entre Mozart y el poeta Lorenzo da Ponte en un siglo XVIII en claroscuro

Tras abordar el flamenco, el tango, el fado y la música de Albéniz, que Carlos Saura (Huesca, 1932) hiciera lo propio con la ópera sólo era cuestión de tiempo. El resultado es Io, Don Giovanni, protagonizada por Lorenzo Balducci, Tobias Moretti y Lino Guanciale y producida por Andrés Vicente Gómez, que reconstruye la creación de la ópera Don Giovanni a partir del trabajo conjunto del genial Mozart y del libretista Lorenzo da Ponte, poeta y religioso expulsado de Venecia por su vida disoluta y sus versos contra la Inquisición que está dispuesto a redimirse por amor. Entre ambos, Giacomo Casanova tiende los puentes necesarios.

-De Io, Don Giovanni sorprende ante todo el atrevimiento formal, lo estético. ¿Busca hoy, en este sentido, lo mismo que buscaba al comienzo de su carrera?

-He hecho cuarenta películas. Y he dado muchos saltos. A veces he retrocedido. Es verdad que en el cine he tratado a personajes que me apasionaban, como San Juan de la Cruz, Buñuel y Lope de Aguirre. Es un camino que he seguido y con el me gustaría continuar. De hecho, llevo varios años con un proyecto relacionado con Felipe II, pero nadie lo quiere producir. También he practicado un cine más realista, en Los golfos, en ¡Dispara! y hasta en El séptimo día, y un cine mucho más imaginativo, como en Peppermint Frappé, Cría cuervos y Ay, Carmela.

-¿Qué le aporta la música como material cinematográfico?

-El mundo de la música es muy concreto y a la vez muy rico, muy amplio, permite muchas lecturas. No soy un inventor, pero la música estimula mi imaginación, me incita a buscar más allá de lo que ya hay hecho, porque trabajar con la música te obliga a hacer cosas que no puedes hacer en el cine normal, tienes que utilizar la cámara de otra manera. El argumento manda mucho en el cine: una vez que te libras de él descubres que hay un montón de recursos nuevos a los que puedes acudir, a los que debes acudir de hecho si quieres hacer una película sin argumento.

-Junto a la música, en Io, Don Giovanni es muy importante la teatralidad. ¿Cuándo decidió reconstruir Viena con decorados tan naturalistas, en lugar de hacer un rodaje in situ o al menos mas realista?

-Tras rodar las escenas de Venecia en Alicante, la película se paralizó. Teníamos previsto ir a Viena, habíamos localizado ciertos escenarios que al final se fueron al traste y había que buscar una solución. Decidimos entonces regresar a la Ciudad de la Luz y rodar las escenas de Viena igual que habíamos hecho con las de Venecia. Se trataba de una decisión valiente por nuestra parte porque implicaba recrear la ciudad en estudio con decorados, pero creo que el resultado ha sido muy bueno porque corresponde al tono de la película, en la que al fin y al cabo se cuenta cómo se monta una ópera. De hecho, los decorados se ven en su naturaleza de decorados, con toda esa teatralidad que no se ha querido ocultar. Además, esa decisión contribuyó a abaratar la película y a dedicar todos los esfuerzos al rodaje en sí.

-La iluminación y algunas escenas recuerdan notablemente al Barry Lindon de Kubrick, ¿ha tenido presente esta película?

-Me gusta mucho Barry Lindon. En realidad me gustan mucho todas las películas de Kubrick. Ten en cuenta que yo dirigí los doblajes al español de todas sus obras, desde La naranja mecánica. Un día me llamó y me pidió que lo hiciera. Me dijo que era la única persona que podía lograr lo que él quería. Incluso me encargué del doblaje de Eyes wide shut cuando él ya había fallecido, me lo pidió expresamente la familia. Con respecto a lo que cuentas de la iluminación, en realidad dejo todos esos menesteres a Vittorio Storaro, con el que llevo muchos años trabajando.  Me gusta mucho la fotografía, pero Storaro es mejor cineasta que yo. Yo no sé iluminar un espacio en movimiento. Además, es el operador más rápido que he visto jamás.

-¿Resulta más difícil rodar en España hoy que cuando empezó?

-Todo consiste en ponerte de acuerdo con el productor para hacer la película que tú quieras. Eso no ha cambiado. Puedes hacer una película con cuatro personajes y que resulte una maravilla, a mí me pasó con La caza; pero también puedes hacer una película con muchos medios, con una producción enorme, como El Dorado, que la rodamos entera en Costa Rica, y que salga igual de bien. Siempre necesitas entenderte con el productor.

-¿Siente alguna responsabilidad con respecto al público por ser Carlos Saura?

-Ninguna. Ninguna, de verdad. La única responsabilidad que mantengo es hacia mí mismo. Nunca he pensado en lo que el público podría pensar y en cómo eso podrían influir en mí, siempre he sido optimista, he creído que siempre habría alguien a quien le gustara lo que haría, y eso basta. En España, eso sí, la industria funciona de manera singular, se eleva a los altares gente a la que enseguida se le hunde en lo más profundo. Pero Mario Camus decía que era mucho mejor que te traten mal porque así no tienes la posibilidad de creerte que eres alguien, y tenía razón. La vanidad aquí no sirve de nada.

-¿Se siente, de todas formas, más apreciado en otros países?

-La verdad es que sí. Cuando presentamos Io, Don Giovanni en el Teatro de la Ópera de Nantes hubo hasta diez minutos de aplausos. Fue muy emocionante, pero me pareció demasiado. De cualquier forma, en cuanto algo así te pasa tienes que darte prisa en bajarte del pedestal para hacer otra película.

-¿Cuál es la película más difícil que ha hecho?

-Llanto por un bandido, la segunda que rodé. Iba a ser una gran coproducción con Italia, la iba a producir José Luis Dibildos pero al final se retiró y me dejó sin medios. Lo que iba a ser un proyecto grande terminó saliendo por los pelos y con muy pocos recursos. Luego, para colmo, el montaje sí se hizo en Italia y la destrozaron por completo. Me juré que a partir de entonces controlaría todo el proceso de mis películas hasta el final, incluido el montaje. Y así ha sido. Mi tercera película fue La caza y todo salió como yo quería.

-¿Es posible que un director de cine pueda jubilarse?

-Cuando yo tenía 8 años, miraba a mi padre, que tenía 35, y me parecía demasiado viejo. Luego aprendí que la edad va creando categorías distintas de personas. Hoy pienso que he hecho cuarenta películas y me parece un milagro, pero aquí estoy. A mí mismo me parece una sorpresa. Pero tengo claro que mientras me dejen seguiré haciendo películas. Y si alguna vez no puedo rodar un guión lo convertiré en novela, como hice con ¡Esa luz! No todos los proyectos salen, por muy viejo que uno sea.

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