Pasarela

You're the one that I want

Historias de instituto que protagonizaban actores que, evidentemente, estaban talludos y habían cumplido de sobra los 20 (y hasta los 30). Una adaptación musical muy alejada del libreto original, cambiándose el desabrido contexto social del interior de Estados Unidos por la luz californiana y el vitalismo de la Costa Oeste. O una producción que se movía a salto de mata, sin saber hasta dónde quería llegar y qué quería contar. Hace 40 años los actores y los técnicos se asfixiaban, literalmente, en el gimnasio del instituto Venice, en un páramo de Los Ángeles. Allí debían brincar y rodar escenas absurdas. De todo esto no podía salir nada bueno. Más bien una película que hubiera dado vergüenza ajena. Pero por ahí andaba Travolta, el ídolo femenino de la televisión con la comedia Welcome back, Kotter, del que se comentaba que iba a explotar en pantalla con la inminente Fiebre del sábado noche. El productor ejecutivo Robert Stigwood confiaba en él para salvar esa segunda película de su contrato que estaba oliendo a desastre, pese al empeño del socio, Allan Carr. Ya puestos, con una cantante australiana, un puñado de novatos que representaban a bandas juveniles de plastilina y un par de viejas glorias, se metieron por los pasillos del instituto que estaba cerrado por vacaciones. A ver qué ocurría. El resultado fue el musical más taquillero y versionado de la historia. De la pringue surgió el oro. Colesterol divertido y descarado. En Grease, retrato de una superpotencia que se sentía invencible, de cuando la chulería aún estaba virgen de decepciones, se reconocieron todos los jóvenes que vinieron creciendo desde 1978, año de su estreno. Es una película imperecedera. Mediocre, pero deliciosa. Un placer culpable con unos cuantos números musicales impagables, pese a las coreografías de saltitos, y una banda sonora la mar de karaokeable que no se desgasta. De la original Grease estrenada en un teatro de Chicago en febrero de 1971 quedaba poco cuando Randal Kleisner dirigió la primera escena. Canciones como You're the one I that want, con la metamorfosis choni de Sandy, o Hopelessly devoted of you, creada para que Olivia Newton-John tuviera su número propio, casi se encajaron a empujones. Travolta, quien apostó personalmente por fichar a Olivia, se quedó para su Danny Zuko con el Grease Lightning que le correspondía a Kneckie (Jeff Connaway). El espíritu libérrimo de Carr, un organizador de eventos que a saber de qué manera convenció a la Paramount para hacer "esto", quedó impregnado en una obra que fue aceptada por el público sin reservas, por muy inverosímil que fuera todo. Y también incorrecto: con preservativos caducados, calvos ante las cámaras e invitaciones al amor propio. Los autores del musical teatral, Jim Jacobs y Warren Casey (un publicista y un profesor de instituto al que le gustaba evocar la arcadia de sus años mozos), juraron en arameo y se tuvieron que resignar con este Rydell de chiribitas. Una vez más Hollywood, que lo bastardea todo, se salió con la suya, aunque triunfara un poco por chiripa.

Grease (mucho mejor que llamarla Vaselina, como se la conoce en Colombia) se rodaba hace ahora 40 años sin que nadie confiara en lo que realmente llegó a ser. Y lo que es: una marca que sigue arropando la complicidad del público, aguantando adaptaciones y sosteniendo un estilo vintage perdurable. Travolta vivió por entonces su trienio más apoteósico y Newton-John tuvo un par de discos memorables y poco más. Y los demás, con Lorenzo Lamas recalando en Falcon Crest, se tuvieron que conformar con estar apresados, sin escapatoria, a la película más popular del último cuarto del siglo pasado. Cuando todo formaba parte de otro tiempo.

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