Alberto Morillas. Perfumista.

"Un pequeño defecto es clave para que un olor llegue a ser un clásico"

  • El perfumista sevillano, creador de fragancias como la 212 de Carolina Herrera, asegura que su único don es levantarse cada día con ganas de empezar de nuevo.

Entrevistar a Alberto Morillas implica documentarse y preparar mil y una preguntas que nunca llegan a formularse. ¿De qué se habla con un maestro? ¿Qué tema de conversación se le puede plantear a alguien que tiene 400 perfumes en el mercado, todos de éxito? Las dudas se desvanecen con tan sólo saludarlo. Experiencia, sencillez, simpatía (no deja de reír a carcajadas), humildad... El perfumista, considerado la mejor nariz del mundo y creador de fragancias como Acqua de Gio de Armani, Ángel Schlesser Femme, CK One de Calvin Klein o el 212 de Carolina Herrera, viajó recientemente a España para participar en la exposición The Passion behind Perfection by Tanqueray No. TEN, organizada el mes pasado por la revista Vanity Fair y la ginebra británica premium Tanqueray No. Ten y que rindió homenaje a la pasión y la perfección de diez marcas icónicas entre las que se encontraba el maestro sevillano. Alberto Morillas, con su marcado acento francés de Suiza -se marchó de su Morón de la Frontera natal cuando tenía tan sólo 10 años para instalarse en Ginebra-, no cree en la perfección y sí en la fuerza de la creación. Capaz de reconocer olores incluso cuando no se lo propone dice que su amada y recordada Sevilla huele "de una forma especial, es una mezcla de cera y azahar". Él se considera un emigrante, un trabajador apasionado que aprendió solo y al que su buen olfato (literal) le condujo hacia la buena suerte. "A mí el aroma que me lleva a la infancia es Heno de Pravia. Era el jabón que teníamos en casa de toda la vida. Ese olor a limpio siempre lo tengo presente", cuenta.

-¿Qué recuerda de su niñez en Sevilla?

-Un patio, el olor a la flor del naranjo en primavera. No tengo muchos recuerdos, me fui hace más de 50 años aunque intento volver al menos una vez al año. La tierra tira. Para mí Andalucía es luz, cielo y fuerza, mi mayor éxito y del que más orgulloso me siento es de The One de Calvin Klein y lo creé con el espíritu de Sevilla, con esos sentimientos que me recordaban a mi niñez, con la fuerza de los andaluces.

-Son muchos años de carrera, ¿cuesta recordar cada día que tiene un don?

-¿Sabe cuál es mi don? Mi don es levantarme cada día y tener la fuerza de empezar de nuevo. Poner pasión en cada creación como si fuera la primera. Ése es el verdadero don que creo que tengo, como otras muchas personas, las ganas inagotables.

-¿En qué momento sabe que un olor es perfecto?

-Precisamente para que un olor sea mágico y llegue a ser un clásico no debe ser perfecto. La perfección ni se ve ni se huele porque siempre tiene que haber ese pequeño defecto que haga algo bonito, diferente y único. Ése es el secreto del buen perfume, lo que hace que la gente lo reconozca por su alma.

-¿Cómo es el día a día de un perfumista?

-Un trabajo más. Termino un perfume y comienzo otro como lo que es: un mundo completamente nuevo. Tener despiertos los sentidos, trabajar en nuevos temas, tener ideas y experimentar emociones nuevas. Si me pregunta cómo llego a estas conclusiones le digo que es tan fácil como sentarte con el cliente y escucharlo, no hay más. La firma invierte millones de euros y mi misión no es otra que traducir sus ideas y sentimientos y crear con ingredientes un olor perfecto, que resista a los años y guste en muchos sitios, ése es mi trabajo.

-Desde luego no parece fácil...

-La verdad es que no me meto ningún tipo de presión, sólo intento ser profesional. Trabajo en todo el mundo, hoy tengo 400 fragancias en el mercado. Todo lo que he creado a lo largo de mi carrera funciona aún y ése es mi mayor logro. Cuando empiezo un perfume nuevo no pienso tanto. Simplemente escucho la idea, escribo la fórmula en un papel, como si fuera una receta, con los productos que puedo asociar.

-¿Crear un perfume es más un trabajo de acción o de emoción?

-Depende. Yo cuando escucho a un cliente siempre me marco el mismo objetivo, que es algo tan simple y complejo como encontrar la idea y terminar la idea. Ensayo todos los días y nunca pienso en lo que vendrá después. Eso me lo han enseñado los años. Una de las mayores dificultades para el creador de un perfume es que no se ve, es más parecido a una emoción.

-¿Y si aparece un resfriado?

-(Risas). La verdad es que nunca me constipo, pero te cuento algo. Cuando se crea un perfume no hay que oler, sólo alguna vez por llevar el control. Simplemente hay que asociar ingredientes y dar forma a la idea y eso se hace sobre el papel.

-¿Fue lo suyo una vocación temprana?

-No tanto. Leí un artículo que explicaba que detrás de un perfume había un creador y desde ese momento quise ser perfumista. Tenía 20 años. No había escuelas como ahora que hay una en París, y empecé a trabajar de forma autodidacta con el "quiero esto" como fuerza.

-Ha conseguido todo, ¿algún sueño?

-Mi gran sueño siempre es mi próximo perfume.

-¿Por qué el perfume sigue siendo el rey de los regalos navideños?

-Te representa, sin más. Da igual que sea esa colonia que comprábamos a litros o las fragancias de lujo más caras. Todos los olores tienen una ilusión detrás para alguien.

-¿A qué huele la Navidad?

-Para mí, a anís, a canela, a vino, a mis años en España.

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