Pasarela

El populismo se hacía dueño de las chicas 'Chin Chin'

  • Recién aclamado como alcalde marbellí, el futbolero presidente Jesús Gil protagonizó en Telecinco uno de los programas más infames de la historia española

"Gil, y Tal y Tal, Gil Superstaaar", cantaba el rap a modo de sintonía de Las noches de Tal y Tal, que aún nos hace revolver las tripas. Jesús Gil, el presidente del Atlético de Madrid, había llegado a la alcaldía marbellí en un golpe populista. El desencanto por la política 'oficial' (¿les suena ahora?) regaló el bastón de alcalde al campechano empresario, buscavidas indultado por Franco. La desesperanza de los votantes marbellíes se revolvió pues hacia el orondo presidente futbolero, que se enfundaba la camiseta del patrioterismo para ocultar sus absolutos intereses personales. El patrocinio de la camiseta rojiblanca con el lema "Marbella" fue algunas de las corruptelas de un período que terminó derivando en bolsas de basura y tonadilleras condenadas.

Pero en el verano del 91 todo estaba por escribir y Valerio Lazarov, el director de una Telecinco en racha, contempló en Gil al perfecto reflejo de su jefe italiano, Silvio Berlusconi. Le invitó a protagonizar un programa estelar donde cupieran no sólo la silueta de Gil, sino todos los ingredientes de aquella cadena que había aterrizado en los televisores sólo un año antes.

Las noches de Tal y Tal, los sábados, pudo ser la precursora de Alaska y Mario, y de todos los docu-realities que siguen con la cámara a las vivencias comunes de los famosos, pero terminó siendo un publirreportaje bochornoso, bostezable y que revela que en aquellas privadas pioneras había una ausencia clamorosa de talento e intuición. Esa Marbella vaqueriza habría dado más de sí en otras manos. Políticas y televisivas.

El programa de Gil forma parte de la historia más patética de Mediaset. Para acompañar al dueño del caballo Imperioso, con sus mónólogos de perogrullo y sus soflamas peronistas, manoseando un orgullo localista de cartón, la cadena de Lazarov se llevó a su panda de humoristas de guardia. A Félix el Gato, a Santiago Urrialde, futuro Rambo, o a Pepe Da Rosa junior. Y como cohorte del Gadafi de la Costa del Sol, a las chicas Chin Chin, aquellas que enseñaban la pechuga en las primeras madrugadas de Telecinco. Jesús se zambullía en el Jordán del jacuzzi, dispuesto a ser ungido como el salvador que sólo perdía su sonrisa para escupir a la estúpida oposición. Y siempre la sintonía. "Gil, y Tal y Tal". Un campamento de verano a la sombra del Hotel Don Pepe. El turismo qué gran invento. Tan colosal como las comisiones.

Dicen que Las noches de Tal y Tal llegó a tener un 40% de cuota. Entonces no había TDT. Pero incluso los audímetros funcionaban a pedales. Aunque sí, aquel Gil televisivo causó expectación. Efímera al contemplar el primer pestiño.

Aún tenía que aparecer Isabel García Marcos en Crónicas Marcianas. Y Mayte Zaldívar con Jorge Javier. Y Juan Antonio Roca masticando en Aquí hay tomate. Lo peor de la televisión, y la corrupción, estaba por inventarse.

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